Aportacion de: Ben Ayala
Hace ya tiempo, mientras trabajaba en la ciudad en la que entonces vivía, captaba partes de conversaciones en muchos idiomas, Inglés, Hindú, Japonés, Filipino, Chino, Árabe y otros más.Esta diversidad es como vislumbrar el cielo, aunque no podía entender lo que decían.
Cuando atendía a huéspedes Japoneses en el hotel en donde yo laboraba adjunto a Disneyland, o cuando escuchaba distintos acentos y sonidos de los múltiples comensales en el restaurante Italiano mientras les preparaba sus platillos, suelo pensar que, seguramente, habrá sido maravilloso estar en Pentecostés, donde gente de tantas naciones podía entender lo que decían los discípulos.
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Ese día, muchos peregrinos se reunieron en Jerusalén a celebrar la fiesta de la cosecha. El Espíritu Santo descendió sobre los creyentes y, cuando estos hablaban, personas de todo el mundo entendían lo que decían en sus propios idiomas (Hechos 2:5-6).
¡Qué gran milagro que aquellos extranjeros pudieran entender las alabanzas a Dios en sus propias lenguas! Esto incentivó a muchos a querer saber más de Jesús.
Quizá no hablemos ni entendamos muchos idiomas, pero sí sabemos que el Espíritu Santo nos capacita para conectarnos con los demás de otras maneras. Por más increíble que parezca, somos las manos y los pies de Dios —y su boca— para llevar adelante su obra. ¿Cómo podemos hoy, con la ayuda del Espíritu, alcanzar a alguien distinto a nosotros?
Quizá no hablemos ni entendamos muchos idiomas, pero sí sabemos que el Espíritu Santo nos capacita para conectarnos con los demás de otras maneras. Por más increíble que parezca, somos las manos y los pies de Dios —y su boca— para llevar adelante su obra. ¿Cómo podemos hoy, con la ayuda del Espíritu, alcanzar a alguien distinto a nosotros?
Oremos:
"Señor, quiero ver con tus ojos y tener tu corazón para compartir tu amor, Amen"
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El lenguaje del amor lo entienden todos.
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