Aportacion de: Ben Ayala
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El miedo me invade sin pedirme permiso.
El miedo me invade sin pedirme permiso.
Crea una imagen de impotencia y desesperanza, y me roba la paz y la concentración.
¿A qué le temo?
Me preocupa la seguridad y la salud de mi familia y seres queridos. Me aterra la pérdida de la salud o las relaciones, que aunque pocas, aun mantengo.
El miedo me lleva a mirarme a mí mismo
y revela un corazón al que,
a veces, le cuesta confiar.
a veces, le cuesta confiar.
Ante estos temores y preocupaciones, ¡qué bueno es leer la oración de David en el Salmo 34!: «Busqué al Señor, y él me oyó, y me libró de todos mis temores» (v. 4).
¿Cómo nos libra?
- Cuando lo miramos y confiamos en que tiene el control de todo, nuestros miedos se desvanecen (v. 5).
Luego, David menciona una clase diferente de temor, que no paraliza, sino que infunde un profundo respeto y asombro ante Aquel que nos rodea y nos libra (v. 7). Podemos refugiarnos en el Señor porque Él es bueno (v. 8).
Así cambia nuestra perspectiva del temor.
Así cambia nuestra perspectiva del temor.
Al recordar quién es Dios y cuánto nos ama, podemos relajarnos en su paz. «Nada falta a los que le temen» (v. 9), concluye David.
¡Qué maravilloso es descubrir que,
en el temor del Señor, podemos ser librados de nuestros temores!
"Señor, hoy pongo mis temores y preocupaciones en tus manos. Dame tu paz a medida que enfrente cada día, Amen"
Pídele a Dios que te libere de tus temores.
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Hno. Ben Ayala |
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