Vivo en una pequeña ciudad mexicana donde todas las mañanas y las tardes puede escucharse un grito distintivo: «¡Paaan!». Un hombre en una bicicleta, con una canasta enorme, ofrece una gran variedad de panes frescos, dulces y salados. Antes, yo vivía en una ciudad más grande, donde tenía que ir a comprar pan a la panadería, pero ahora, disfruto de que me lo traigan fresco cerca a mi casa.
Aportacion de: Ben Ayala
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Pasando de la idea del alimento físico al hambre espiritual, pienso en las palabras de Jesús: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre» (Juan 6:51).
Alguien dijo que evangelizar consiste en que un mendigo le dice a otro dónde encontrar pan. Muchos podemos afirmar: «Antes, estaba espiritualmente hambriento, muriéndome de hambre a causa de mis pecados. Entonces, escuché la buena noticia. Alguien me dijo dónde encontrar pan: en Jesús. ¡Y mi vida cambió!».
Ahora tenemos el privilegio y la responsabilidad de guiar a otros a este Pan de vida.
Podemos hablar de Jesús en nuestro barrio, lugar de trabajo, escuela y sitios de recreo; en la sala de espera, el autobús o el tren, y aprovechar también las amistades para comunicar la buena nueva.
Jesús es el Pan de vida.
Demos a todos la gran noticia.
Oremos:
"Señor, quiero testificar de ti en todas partes, Amen"
Comparte el Pan de vida dondequiera que estés.
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Hno. Ben Ayala |
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