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Cristianos Irresponsables


Como seguidores de Cristo, debemos representarlo en nuestro carácter, conducta y conversación. 2 Tesalonicenses 3.6-13

Dios quiere que seamos diligentes en nuestro trabajo y fieles para cumplirlo a cabalidad. 

Pero en nuestra cultura egoísta y hambrienta de placer, es muy fácil dejarse llevar por la pereza o la irresponsabilidad. 

Este pecado es peligroso en la vida de un cristiano debido al daño que puede ocasionar: las relaciones con los seres queridos se debilitan, se pasan por alto las necesidades de los demás y nuestro trabajo se vuelve mediocre.

Como seguidores de Cristo, debemos representarlo en nuestro carácter, conducta y conversación. 

Pero la pereza indica que no somos confiables ni dignos de confianza. 

Es más, se desperdicia tanto el tiempo como los dones que el Señor nos ha dado. 

Todas estas cosas destruyen nuestro testimonio.

El comportamiento irresponsable no corresponde a quienes somos en Cristo. 

Nuestro Señor es nuestro modelo de diligencia al haber glorificado al Padre haciendo todo lo que el Padre le encomendó (Juan 17.4). 

Un día, cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios y recibirá el pago por lo que hayamos hecho, ya sea bueno o sin ningún valor (2 Corintios 5.10). 

Si usted se da cuenta de que ha sido descuidado en algún área de su vida, confiéselo como pecado. 

Luego pídale a Dios la gracia para rechazar la pereza y buscar la diligencia.

¿Dónde o Cómo establecer el límite entre ayudar a alguien y permitir que alguien se aproveche ?

Lucas 6:30, 35-36 nos dice, “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva”. “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”. 

Estos versículos y muchos otros en la Biblia nos enseñan que los cristianos deben ser amorosos, misericordiosos y abnegados. 

Al ver las necesidades de la gente a nuestro alrededor, nuestros corazones deben estar llenos de compasión tal como nuestro Padre celestial tiene compasión de todas las personas. 

“Bueno es Jehová para con todos, Y sus misericordias sobre todas sus obras” (Salmo 145:9).

Es correcto tener un corazón que daría continuamente a los demás, y a Dios le agrada ver esta característica maravillosa en nuestras vidas. 

Sin embargo, en esta área de dar y ayudar la Biblia también enseña que debemos tener discernimiento sabio (Mateo 10:16). 

Dios nos da ciertas normas que debemos tener en cuenta cuando se trata de dar nuestro tiempo y dinero a los demás. 

Cuando la Biblia nos dice que debemos ayudar a los demás, el objetivo nunca es hacerlo hasta el punto de llegar a ser perjudicial. 

Es bueno hacer lo que somos capaces de hacer, pero 2 Tesalonicenses 3:10 también nos recuerda, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”.

Hay personas que quieren vivir un estilo de vida irresponsable sin ninguna obligación de dar cuenta por sí mismas. 

Así que debe haber límites; ayudaremos a alguien con una necesidad, pero si vemos que esto se ha convertido en un patrón de vida crónico, es malo continuar alentando a eso. 

Es muy perjudicial a los demás contribuir a su indolencia, pereza y falta de esfuerzo. 

El viejo dicho es verdad – “Da a un hombre un pez y él come para un día; enséñale a pescar y él comerá para toda la vida”. 

Mientras vemos que alguien sinceramente hace un esfuerzo, deberíamos estar ahí apoyándolo en lo que Dios dirige.

A menudo, una manera más eficaz para ayudar a otros es acercarse a ellos para dar consejos bíblicos, principios bíblicos y ánimarlos. 

Si están dispuestos a escuchar y esforzarse, deberían haber, a través del poder del Espíritu Santo dentro de ellos, revertir este patrón de dependencia a los demás. 

Esto comienza, por supuesto, con una presentación clara del evangelio de Jesucristo, sin empoderamiento, los cambios de estilo de vida de esta magnitud no son posibles.

También debemos tomar en consideración lo que la Biblia nos dice acerca de ser buenos administradores. 

Cuando ponemos nuestra confianza en Dios y caminamos con Él, Él promete suplir nuestras necesidades (Filipenses 4:19). 

Lo que el Señor nos provee, debemos usar sabiamente. 

Debemos devolver al Señor una parte de lo que Él nos da; debemos suplir las necesidades de nuestras familias; y debemos pagar nuestras cuentas.

Cómo pasamos nuestro tiempo también está involucrado en nuestra mayordomía; un equilibrio entre la adoración a Dios,  el trabajo y la familia es importante. 

Todos estos son aspectos principales de la mayordomía cristiana y no pueden ser descuidados, así que deben ser considerados en la decisión de cuánto y qué podemos hacer para ayudar a otros. 

Si, por ayudar a otra persona financieramente, somos incapaces de cumplir con nuestras propias deudas y responsabilidades, entonces no hacemos bien en nuestros esfuerzos por ayudar.

Hay muchas maneras que la gente puede aprovecharse de los demás. 

Es importante que oremos por este asunto, pidiéndole al Señor que nos muestre lo que Él quiere que hagamos. 

Él nos dará sabiduría para reconocer la necesidad genuina y discernir entre una oportunidad y una distracción (Santiago 1:5). 

A veces, la gente está tan golpeada por conflictos y fracasos de la vida que necesitan a alguien que esté dispuesto a ser un amEsto puede ser una relación difícil, pero también puede ser muy gratificante.

Las iglesias locales pueden ser una gran ayuda para aquellos con una carga emocional, para gente en necesidad. 

Más sin embargo, tratar de ayudar a alguien que no está dispuesto a dar algún paso hacia una solución en el asunto puede ser una causa perdida. 

De nuevo, orar por la sabiduría de Dios y ejercitar el discernimiento que Él da son cruciales en estas situaciones.

Lea Mateo 16&18.2

Dios me lo bendiga!

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