Ir al contenido principal

Tránslate / Traducción

Hipocresía y conducta egoísta en la gente que asiste a los lugares de congregación

La Palabra dice: «Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo..»

¿Porque tendría alguien que involucrarse en la vida de otro, cuando observamos tanta hipocresía y conducta egoísta en la gente?

Muchas veces hay semillas negativas sembradas en esos árboles. 

Los ejemplos más claros son: El egoísmo, la hipocresía, y otros “problemas con la gente” pueden ser desalentadores. 

Pero todos estos problemas no deberían alejarnos de la participación en la iglesia. Más bien deberían hacernos conscientes de cuánto la necesitamos.

De niños crecemos en un mundo gobernado por figuras de autoridad que parecen saberlo todo, ser justas y sabias. 

Pero a medida que nos hacemos adultos aprendemos lo defectuosa e imperfecta que es la autoridad adulta. 

Este conocimiento crea una desilusión que incluso puede ser dolorosa a veces.  

La desilusión a menudo se convierte en rebeldía. 

De adolescentes, la mayoría de nosotros se rebela en un grado u otro contra los adultos que percibimos son arbitrarios y poco amorosos.

Si somos lo suficientemente afortunados como para tener padres que nos aman, se nos anima a «trabajar» en nuestra rebeldía y nuestra ira. 

A medida que maduramos poco a poco hasta la edad adulta nos hacemos conscientes de nuestras propias imperfecciones e ideales conflictivos. 

Este conocimiento de nuestra propia imperfección por lo general tiene el efecto de humillarnos, haciéndonos más realistas, y cambiando nuestra rebeldía en comprensión y perdón.

Las organizaciones, ya sean seculares o religiosas, están hechas de personas imperfectas. 

Como adultos a veces seguimos esperando perfección de las organizaciones mucho después de que hemos dejado de esperarla de otras personas o de nosotros mismos. 

Pero así como los adolescentes se convierten en adultos, los cristianos maduran en su relación con Cristo. 

A medida que maduramos empezamos a descubrir cuánto debemos a la gracia de Dios y qué poco ganamos por medio de nuestros propios esfuerzos. 

Esto hace que sea más fácil ver cómo Dios puede usar a su Iglesia, la cual, igual que nosotros, puede servir de instrumento de la gracia divina a pesar de la imperfección y el pecado que hay en ella.

Las personas pecadoras o una iglesia pecadora no pueden producir efectos duraderos para el reino de Dios, pero el poder del Espíritu de Dios obrando por medio de ellos sí puede (2 Corintios 4:7). 

Tal como dijo Jesús: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17). 

Si todos fuéramos perfectos no necesitaríamos a la iglesia. 

Es nuestra imperfección la que exige el proceso de purificación que es el ser miembro del cuerpo de Cristo. 

Nuestra misión es amarnos unos a otros (1 Pedro 4:8) de tal forma que ganemos la fortaleza espiritual que sólo se puede desarrollar en unión con otros creyentes (Efesios 4:14-16).

No debemos pasar por alto los problemas que existen. 

Necesitamos hacer lo que podamos para confrontar y lidiar con ellos en amor. 

El apóstol Pablo probablemente conocía tan bien la hipocresía e imperfección dentro de la iglesia como cualquier otra persona que haya vivido. 

Y sin embargo escribió: Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. 

Porque si alguno se cree que es algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo. 

Pero que cada uno examine su propia obra, y entonces tendrá motivo para gloriarse solamente con respecto a sí mismo, y no con respecto a otro.

Porque cada uno llevará su propia carga .(Gálatas 6:2-5). 090214

Comentarios

NOVEDADES

Caminando con Cristo

Muchas veces, en nuestro caminar con Dios, podemos sentir que todavía estamos lejos de ser perfectos. Nos enfrentamos a luchas, fracasos y momentos en los que pensamos que no estamos progresando como nos gustaría.  Pero el apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 3:12-14 que no importa cuán imperfectos seamos o cuántos errores hayamos cometido en el pasado, Dios nos llama a seguir adelante. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14) No necesitamos quedarnos estancados en el pasado. En Cristo, tenemos una nueva oportunidad cada día. Lo más importante es seguir avanzando, manteniendo siempre la mirada fija en el objetivo, que es n...

Dios puede animar tu día

Hoy compartimos una verdad transformadora: el poder de Dios es capaz de animar tu vida diaria. En medio de la adversidad, es reconfortante saber que tenemos un Dios que está siempre a nuestro lado, dispuesto a fortalecernos y animarnos. La Palabra de Dios asegura en Isaías 41:10: Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isaías 41:10) Es una promesa fortalecedora que muestra que Dios no solo está con nosotros, sino que también nos permite vencer los desafíos. Cuando el día se sienta pesado, recuerda Filipenses 4:13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". No nos enfrentamos solos a los desafíos: el Señor nos acompaña y nos capacita para superar cualquier situación. Además, cada mañana la misericordia de Dios es nueva (Lamentaciones 3:22-23), brindándonos un nuevo día lleno de oportunidades para experimentar el amor y el aliento divinos. Por tanto, deja tu día en ...

¡Exalta al Señor con tus alabanzas!

Alaben al SEÑOR, porque es bueno: ¡Porque para siempre es su misericordia! (Salmo 136:1) En la lucha o en la alegría, nuestro llamado es el mismo: exaltar al Señor con nuestras alabanzas. La alabanza es más que una canción. Es una expresión viva de nuestra fe, una declaración de que Dios es soberano, sin importar las circunstancias. Cuando alabamos a Dios, algo poderoso sucede en nosotros. El desánimo se desvanece, las dudas se disipan y la presencia de Dios se hace más real. La alabanza nos recuerda quién es Dios: fiel, justo, amoroso, poderoso. Él es digno de todo nuestro reconocimiento, no solo cuando todo va bien, sino también cuando enfrentamos el valle de sombra de muerte. Exaltar al Señor con toda alabanza es un acto de entrega y confianza. Es decir con el corazón: «Señor, te adoro no por lo que haces, sino por quién eres». En medio del dolor, alaba. En un buen día, alaba. En cada etapa de tu vida, alza la voz y glorifica a aquel que nunca falla. La alabanza transforma el entorn...