Ir al contenido principal

Tránslate / Traducción

Escucha, Señor, mi oración

 Escucha, Señor, mi oración;

atiende a mi súplica.
Por tu fidelidad y tu justicia,
respóndeme. (Salmo 143:1)

El Salmo 143 comienza con una poderosa expresión de confianza y dependencia de Dios en tiempos de angustia. 

En él, el salmista clama humildemente a Dios, buscando su guía, gracia y misericordia.

El versículo inicial refleja la profunda comprensión del salmista de que Dios es el único digno de confianza absoluta y justicia inquebrantable. 

No busca la respuesta de Dios basándose en su propio mérito, sino en la fidelidad y la justicia de Dios.

La oración presente en el Salmo 143 es un modelo de cómo debemos acercarnos a Dios en momentos de angustia. 

Nos recuerda que, independientemente de las circunstancias, podemos confiar en la bondad y la justicia de Dios. 

Cuando enfrentamos desafíos, nuestras súplicas no deben ser egoístas, sino moldeadas por la humildad y la confianza en Dios.

Este salmo nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida de oración, animándonos a acudir a Dios en todas las situaciones, creyendo que él es fiel y justo en sus respuestas. 

Nos enseña a poner nuestra confianza en Dios, sin importar cuán difícil sea el viaje, sabiendo que él escuchará y responderá de acuerdo con su perfecta fidelidad y justicia.

Habla con Dios.

Confía en la fidelidad de Dios: basa tu vida de oración en la confianza en la fidelidad de Dios.
Humildad en la oración: reconoce tu dependencia de Dios y evita las oraciones egoístas o presuntuosas.

Persistencia en la oración: continúa buscando a Dios, incluso cuando parezca que tus oraciones no son respondidas de inmediato. Recuerda que la respuesta de Dios puede no llegar en el momento o de la manera que esperas.


Para orar:
Señor mi Dios, con humildad, presento mis súplicas ante ti. 

Confío en tu fidelidad y justicia. 

Guíame en mis caminos, renueva mi espíritu y lléname de tu gracia. 

En el nombre de Jesús, amén.

Comentarios

NOVEDADES

Caminando con Cristo

Muchas veces, en nuestro caminar con Dios, podemos sentir que todavía estamos lejos de ser perfectos. Nos enfrentamos a luchas, fracasos y momentos en los que pensamos que no estamos progresando como nos gustaría.  Pero el apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 3:12-14 que no importa cuán imperfectos seamos o cuántos errores hayamos cometido en el pasado, Dios nos llama a seguir adelante. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14) No necesitamos quedarnos estancados en el pasado. En Cristo, tenemos una nueva oportunidad cada día. Lo más importante es seguir avanzando, manteniendo siempre la mirada fija en el objetivo, que es n...

Dios puede animar tu día

Hoy compartimos una verdad transformadora: el poder de Dios es capaz de animar tu vida diaria. En medio de la adversidad, es reconfortante saber que tenemos un Dios que está siempre a nuestro lado, dispuesto a fortalecernos y animarnos. La Palabra de Dios asegura en Isaías 41:10: Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isaías 41:10) Es una promesa fortalecedora que muestra que Dios no solo está con nosotros, sino que también nos permite vencer los desafíos. Cuando el día se sienta pesado, recuerda Filipenses 4:13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". No nos enfrentamos solos a los desafíos: el Señor nos acompaña y nos capacita para superar cualquier situación. Además, cada mañana la misericordia de Dios es nueva (Lamentaciones 3:22-23), brindándonos un nuevo día lleno de oportunidades para experimentar el amor y el aliento divinos. Por tanto, deja tu día en ...

¡Exalta al Señor con tus alabanzas!

Alaben al SEÑOR, porque es bueno: ¡Porque para siempre es su misericordia! (Salmo 136:1) En la lucha o en la alegría, nuestro llamado es el mismo: exaltar al Señor con nuestras alabanzas. La alabanza es más que una canción. Es una expresión viva de nuestra fe, una declaración de que Dios es soberano, sin importar las circunstancias. Cuando alabamos a Dios, algo poderoso sucede en nosotros. El desánimo se desvanece, las dudas se disipan y la presencia de Dios se hace más real. La alabanza nos recuerda quién es Dios: fiel, justo, amoroso, poderoso. Él es digno de todo nuestro reconocimiento, no solo cuando todo va bien, sino también cuando enfrentamos el valle de sombra de muerte. Exaltar al Señor con toda alabanza es un acto de entrega y confianza. Es decir con el corazón: «Señor, te adoro no por lo que haces, sino por quién eres». En medio del dolor, alaba. En un buen día, alaba. En cada etapa de tu vida, alza la voz y glorifica a aquel que nunca falla. La alabanza transforma el entorn...