Ir al contenido principal

Tránslate / Traducción

Por medio de un solo hombre

 De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir. (1 Corintios 15:21-22)

Todas las personas están bajo la misma maldición: todos hemos nacido pecadores. Esto es así porque somos descendientes de Adán, el primer hombre. Es como si fuese una gran deuda con un banco, tan alta que ningún descendiente sería capaz de pagarla. Adán abrió las puertas a esa deuda que afecta a todo el mundo.

Por otro lado, Jesucristo vino para pagar las deudas de las personas. Si profundizamos en la metáfora del banco, Jesús es el hijo del banquero que pagó de su propio bolsillo la deuda de los demás. Mientras que la acción de Adán sentenció a todos al infierno, la obediencia de Cristo abrió las puertas para la vida eterna.

Si aceptamos a Jesús como nuestro salvador, no solo tenemos esa esperanza futura, sino que Dios también interviene hoy en nuestras vidas. Él hace eso por medio del Espíritu Santo que nos sella como garantía y nos capacita para vivir una buena vida siguiendo el ejemplo de Cristo.

Agradece y obedece

¡Da gracias a Dios! Lo que Jesús hizo fue tan grandioso y sufrido que merece nuestra gratitud diaria.

Ora y eleva tus peticiones a Dios. Nuestra vida depende del Espíritu Santo para agradar al Señor de verdad.

¡Cree y vive! Jesús regenera nuestro ser interior más profundo por medio de la fe.

Para orar:

Señor Jesús, te agradezco grandemente por tu acto de obediencia cuando yo todavía seguía los pasos de Adán. Te agradezco, mi Señor, por haberte sacrificado en mi lugar, por haber muerto mi muerte y por abrir las puertas de la eternidad para mí. Espíritu Santo de Dios, te pido que me capacites para ser un buen cristiano y agradar a Dios. Padre, gracias por sustentarme en todo momento. En el nombre de Jesús, amén.

Comentarios

NOVEDADES

Caminando con Cristo

Muchas veces, en nuestro caminar con Dios, podemos sentir que todavía estamos lejos de ser perfectos. Nos enfrentamos a luchas, fracasos y momentos en los que pensamos que no estamos progresando como nos gustaría.  Pero el apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 3:12-14 que no importa cuán imperfectos seamos o cuántos errores hayamos cometido en el pasado, Dios nos llama a seguir adelante. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14) No necesitamos quedarnos estancados en el pasado. En Cristo, tenemos una nueva oportunidad cada día. Lo más importante es seguir avanzando, manteniendo siempre la mirada fija en el objetivo, que es n...

Dios puede animar tu día

Hoy compartimos una verdad transformadora: el poder de Dios es capaz de animar tu vida diaria. En medio de la adversidad, es reconfortante saber que tenemos un Dios que está siempre a nuestro lado, dispuesto a fortalecernos y animarnos. La Palabra de Dios asegura en Isaías 41:10: Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isaías 41:10) Es una promesa fortalecedora que muestra que Dios no solo está con nosotros, sino que también nos permite vencer los desafíos. Cuando el día se sienta pesado, recuerda Filipenses 4:13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". No nos enfrentamos solos a los desafíos: el Señor nos acompaña y nos capacita para superar cualquier situación. Además, cada mañana la misericordia de Dios es nueva (Lamentaciones 3:22-23), brindándonos un nuevo día lleno de oportunidades para experimentar el amor y el aliento divinos. Por tanto, deja tu día en ...

¡Exalta al Señor con tus alabanzas!

Alaben al SEÑOR, porque es bueno: ¡Porque para siempre es su misericordia! (Salmo 136:1) En la lucha o en la alegría, nuestro llamado es el mismo: exaltar al Señor con nuestras alabanzas. La alabanza es más que una canción. Es una expresión viva de nuestra fe, una declaración de que Dios es soberano, sin importar las circunstancias. Cuando alabamos a Dios, algo poderoso sucede en nosotros. El desánimo se desvanece, las dudas se disipan y la presencia de Dios se hace más real. La alabanza nos recuerda quién es Dios: fiel, justo, amoroso, poderoso. Él es digno de todo nuestro reconocimiento, no solo cuando todo va bien, sino también cuando enfrentamos el valle de sombra de muerte. Exaltar al Señor con toda alabanza es un acto de entrega y confianza. Es decir con el corazón: «Señor, te adoro no por lo que haces, sino por quién eres». En medio del dolor, alaba. En un buen día, alaba. En cada etapa de tu vida, alza la voz y glorifica a aquel que nunca falla. La alabanza transforma el entorn...