Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás. (Juan 6:35)
Jesús es quien satisface nuestra hambre y sed espiritual. En su enseñanza sobre el «pan de vida» la multitud lo buscaba porque había visto el milagro de la multiplicación y quedó satisfecha con los panes y los peces.
Sin embargo, Jesús mostró que más importante que el pan que da vida al cuerpo mortal, es el pan que da vida eternamente. Infelizmente, esa enseñanza le pareció demasiado «dura» a muchos de los oyentes (Juan 6:60-66). Algunos se escandalizaron con las palabras del Señor y dejaron de seguirlo.
Las expectativas de ellos se centraban más bien en su interés natural inmediato: la comida. Se olvidaron de su estado de inanición espiritual y muerte al estar tan lejos de Dios.
De la misma manera, muchos se acercan a Cristo hoy día en busca de soluciones rápidas para sus problemas personales. Olvidan que lo más importante es ir hacia Jesús y creer en él para lograr tener una satisfacción completa y eterna.
¿Quién te satisface?
Medita por un momento: ¿quién o qué satisface tu corazón?
Ora y busca a Jesús tal como un hambriento busca alimento...
Recuerda que la provisión terrenal puede traer alivio, pero nunca te dará satisfacción plena.
Jesús es el bien mayor, capaz de llenar todo el vacío en tu vida.
Los hábitos pecaminosos dan la falsa sensación de felicidad, pero sus consecuencias serán amargas. ¡La verdadera felicidad se encuentra solo con Jesús!
Para orar:
Señor Dios, gracias por el pan vivo que enviaste del cielo para alimentarnos con vida en abundancia. Jesús es la fuente de toda satisfacción. Ayúdame a ir a él con fe y alimentarme de su Palabra diariamente. Te agradezco por la salvación y la satisfacción que tengo en Jesucristo. Él me sustentará cada día y seré más feliz. En el nombre de Jesús, amén.
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