En una semana típica, muchos recibimos varios correos electrónicos que nos recuerdan citas, actividades futuras o pedidos de oración. Todos estos recordatorios son necesarios.
Cuando Pablo le escribió a Tito su «correo en papiro», terminó diciendo: «Recuérdales a los creyentes…» (Tito: 3:1). Esta palabra que escogió el apóstol nos hace suponer que ya había escrito sobre esas cosas, pero que, como eran tan importantes para los miembros de la iglesia, las repitió para que no se olvidaran.
Observa lo que quería que hicieran esas personas que vivían oprimidas por el poder romano: «[sujetarse] a los gobernantes y autoridades» (v. 1). Era importante que se destacaran por ser obedientes, por hacer lo bueno, por no difamar, por ser pacíficos y considerados, y humildes en vez de quejosos. Su conducta debía exhibir el cambio que había producido en sus vidas seguir a Cristo (vv. 3-5).
¿Cómo podían ellos (y nosotros) hacerlo? «El Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo» nos capacita para que nos ocupemos «en buenas obras» (vv. 5-6, 8). El gran regalo de la salvación en Cristo nos equipa para ser una buena influencia en este mundo. Todos necesitamos este recordatorio.
La vida del creyente es una ventana
por donde los demás pueden ver a Cristo.
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