«Disolución del Matrimonio: Separación, nulidad o Divorcio».
Hace ya casi una década, estas palabras impresas en un documento oficial me dejaron tambaleando cuando me fueron remitidas por la compañera de toda mi vida, y así me eliminó de su vida.
Me sentí destruido porque, por la mayor parte, mi identidad estaba sumamente entrelazada con mi papel como esposo y como padre.
De igual manera, sentí una tristeza similar cuando al correr del tiempo mis hijos e hijas también se unían al unísono a esa eliminación, también formando parte de esa disolución.
Escuché los gritos silenciosos que clamaban que mi labor como padre también se terminaba.
Pero, esta vez, no sentí que se me movía el piso, ya que, con el tiempo, he visto la fidelidad de Dios y su manera de transformar mi tristeza en algo muy diferente para Gloria y Gozo de Dios.
El Señor nos da esperanza en la desilusión,
nos ayuda a perdonar cuando pensamos que no podemos,
nos enseña que nuestra identidad está en Él y no en lo que hacemos,
y nos anima frente a un futuro desconocido.
Cuando enfrentamos una pérdida, es normal que lo lamentemos, pero debemos impedir que la situación nos amargue o endurezca.
Cuando recordamos la fidelidad del Señor a través de los años, sabemos que su gracia es suficiente para volver a cambiar nuestra tristeza en gozo, y que Él puede hacerlo.
Hermanos y Hermanas en Cristo, oremos:
"Señor, haz que mi fe sea más profunda
para enfrentar las circunstancias de la vida, Amen"
^
Dios puede convertir los momentos de angustia en etapas de crecimiento.
Comentarios
Publicar un comentario