Ir al contenido principal

Tránslate / Traducción

La Gracia de Dios es suficiente para cambiar nuestra tristeza en gozo.

«Disolución del Matrimonio: Separación, nulidad o Divorcio».

Hace ya casi una década, estas palabras impresas en un documento oficial me dejaron tambaleando cuando me fueron remitidas por la compañera de toda mi vida, y así me eliminó de su vida.

Me sentí destruido porque, por la mayor parte, mi identidad estaba sumamente entrelazada con mi papel como esposo y como padre.

De igual manera, sentí una tristeza similar cuando al correr del tiempo mis hijos e hijas también se unían al unísono a esa eliminación, también formando parte de esa disolución.

Escuché los gritos silenciosos que clamaban que mi labor como padre también se terminaba.

Pero, esta vez, no sentí que se me movía el piso, ya que, con el tiempo, he visto la fidelidad de Dios y su manera de transformar mi tristeza en algo muy diferente para Gloria y Gozo de Dios.

Aunque vivimos en un mundo caído donde experimentamos angustias y frustraciones, el Señor puede cambiar nuestra desesperación en gozo, como vemos en la profecía de Isaías sobre la venida del Cristo (Isaías 61:1-3).


El Señor nos da esperanza en la desilusión, 
nos ayuda a perdonar cuando pensamos que no podemos, 
nos enseña que nuestra identidad está en Él y no en lo que hacemos, 
y nos anima frente a un futuro desconocido.

Cuando enfrentamos una pérdida, es normal que lo lamentemos, pero debemos impedir que la situación nos amargue o endurezca.

Cuando recordamos la fidelidad del Señor a través de los años, sabemos que su gracia es suficiente para volver a cambiar nuestra tristeza en gozo, y que Él puede hacerlo.

Hermanos y Hermanas en Cristo, oremos:

"Señor, haz que mi fe sea más profunda 
para enfrentar las circunstancias de la vida, Amen"

^
Dios puede convertir los momentos de angustia en etapas de crecimiento.

Comentarios

NOVEDADES

Caminando con Cristo

Muchas veces, en nuestro caminar con Dios, podemos sentir que todavía estamos lejos de ser perfectos. Nos enfrentamos a luchas, fracasos y momentos en los que pensamos que no estamos progresando como nos gustaría.  Pero el apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 3:12-14 que no importa cuán imperfectos seamos o cuántos errores hayamos cometido en el pasado, Dios nos llama a seguir adelante. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14) No necesitamos quedarnos estancados en el pasado. En Cristo, tenemos una nueva oportunidad cada día. Lo más importante es seguir avanzando, manteniendo siempre la mirada fija en el objetivo, que es n...

Dios puede animar tu día

Hoy compartimos una verdad transformadora: el poder de Dios es capaz de animar tu vida diaria. En medio de la adversidad, es reconfortante saber que tenemos un Dios que está siempre a nuestro lado, dispuesto a fortalecernos y animarnos. La Palabra de Dios asegura en Isaías 41:10: Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isaías 41:10) Es una promesa fortalecedora que muestra que Dios no solo está con nosotros, sino que también nos permite vencer los desafíos. Cuando el día se sienta pesado, recuerda Filipenses 4:13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". No nos enfrentamos solos a los desafíos: el Señor nos acompaña y nos capacita para superar cualquier situación. Además, cada mañana la misericordia de Dios es nueva (Lamentaciones 3:22-23), brindándonos un nuevo día lleno de oportunidades para experimentar el amor y el aliento divinos. Por tanto, deja tu día en ...

¡Exalta al Señor con tus alabanzas!

Alaben al SEÑOR, porque es bueno: ¡Porque para siempre es su misericordia! (Salmo 136:1) En la lucha o en la alegría, nuestro llamado es el mismo: exaltar al Señor con nuestras alabanzas. La alabanza es más que una canción. Es una expresión viva de nuestra fe, una declaración de que Dios es soberano, sin importar las circunstancias. Cuando alabamos a Dios, algo poderoso sucede en nosotros. El desánimo se desvanece, las dudas se disipan y la presencia de Dios se hace más real. La alabanza nos recuerda quién es Dios: fiel, justo, amoroso, poderoso. Él es digno de todo nuestro reconocimiento, no solo cuando todo va bien, sino también cuando enfrentamos el valle de sombra de muerte. Exaltar al Señor con toda alabanza es un acto de entrega y confianza. Es decir con el corazón: «Señor, te adoro no por lo que haces, sino por quién eres». En medio del dolor, alaba. En un buen día, alaba. En cada etapa de tu vida, alza la voz y glorifica a aquel que nunca falla. La alabanza transforma el entorn...