Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón; él salvará a los contritos de espíritu. (Salmo 34:18) En medio del dolor de la vida, cuando nuestros corazones parecen destrozados por pérdidas, decepciones y rechazos, es natural sentirse solo e impotente. Pero hay una verdad eterna que permanece: Jesús está cerca de quienes sufren. Él no ignora nuestras lágrimas; al contrario, él mismo se hizo hombre para sentir nuestro dolor y ofrecernos sanación. Jesús es el médico de los médicos. Conoce cada herida, incluso las que nadie ve. Comprende las lágrimas silenciosas y el clamor del corazón. Cuando todo a nuestro alrededor parece desmoronarse, el amor de Cristo permanece firme, dispuesto a restaurar lo que se ha roto. Al entregarle nuestro sufrimiento, permitimos que su gracia obre en nosotros, brindándonos consuelo, paz y esperanza. A menudo buscamos sanación en los lugares equivocados, intentando llenar el vacío con cosas temporales. Pero solo en Jesús encontramos la verdadera restaur...
Alaben al SEÑOR, porque es bueno: ¡Porque para siempre es su misericordia! (Salmo 136:1) En la lucha o en la alegría, nuestro llamado es el mismo: exaltar al Señor con nuestras alabanzas. La alabanza es más que una canción. Es una expresión viva de nuestra fe, una declaración de que Dios es soberano, sin importar las circunstancias. Cuando alabamos a Dios, algo poderoso sucede en nosotros. El desánimo se desvanece, las dudas se disipan y la presencia de Dios se hace más real. La alabanza nos recuerda quién es Dios: fiel, justo, amoroso, poderoso. Él es digno de todo nuestro reconocimiento, no solo cuando todo va bien, sino también cuando enfrentamos el valle de sombra de muerte. Exaltar al Señor con toda alabanza es un acto de entrega y confianza. Es decir con el corazón: «Señor, te adoro no por lo que haces, sino por quién eres». En medio del dolor, alaba. En un buen día, alaba. En cada etapa de tu vida, alza la voz y glorifica a aquel que nunca falla. La alabanza transforma el entorn...