Capítulo 2 El llamamiento y la renuncia en la vida del líder - El líder ante un momento crucial La noche cayó con una sorprendente rapidez. Su esposa se encontraba unos metros más allá. Dormía. El no podía conciliar el sueño. Hacía calor. Sudaba. Hubiera querido beberse otro vaso con agua fría, pero asumió que lo mejor era salir por un rato de la estancia y dejarse arrullar por la brisa que—cerca de la medianoche—golpeaba con fuerza sobre el caserío. --¿A dónde vas?—preguntó la mujer. --Afuera, no tardo—respondió él mientras cruzaba el umbral de la puerta. El cielo lucía hermoso, tachonado de estrellas que se perdían en el infinito. Alrededor, las gentes dormían. Estaban ajenos a su realidad. El no hacía otra cosa que pensar. La vida le había sonreído. Tenía el reconocimiento de sus coterráneos, gozaba de solidez económica, de un hogar apacible, de una familia que le amaba y de vastas extensiones de tierra que se perdían en el horizonte. --Definitivamente la vida me ha sonreído...—musi...
Él es el motivo de su alabanza; él es su Dios, el que hizo en su favor las grandes y asombrosas maravillas que ustedes mismos presenciaron. (Deuteronomio 10:21) Nuestra alabanza tiene un destinatario claro: Dios. Alabar a Dios no se trata solo de cantar canciones o decir palabras hermosas, sino de reconocer con el corazón quién es él y lo que ya ha hecho. Al escuchar las palabras de ese versículo, el pueblo de Israel recordó las maravillas que Dios había realizado al liberarlos de Egipto, ayudarlos a cruzar el Mar Rojo y al sostenerlos en el desierto. Habían visto milagros con sus propios ojos: no eran historias lejanas, sino experiencias reales. Dios sigue siendo digno de toda nuestra alabanza hoy. Puede que no hayas cruzado un mar abierto, pero sin duda él te ha sostenido en tiempos de escasez, consolado en días de tristeza y protegido cuando todo parecía amenazante. Las grandes y asombrosas maravillas de Dios también se revelan en cosas que a menudo llamamos "pequeñas": el...