Leer: Hebreos 2:10-18
Aportacion de: Ben Ayala
Tarde o temprano todos
sentiremos los dolorosos efectos del pecado.
Algunas
veces es el peso de los nuestros propios, y la vergüenza además de la pena de
haber fallado miserablemente.
Otras
veces, es la carga de los pecados de alguien más la que nos causa aflicciones –
alguien que nos traicionó, engañó, abandonó, mintió, nos hizo quedar en
ridículo y lucir como tontos.
Pensemos
acerca de esas veces cuando el peso de esa culpa o dolor fue tan pesado que nos
forzaba a tratar de no levantarnos de la cama.
Ahora,
tratemos de imaginar la pesadez, que la combinación de las aflicciones de los
pecados de todos ha causado a tu familia, a tu iglesia y a tu comunidad.
Añade a eso
todo el sufrimiento que el pecado ha causado a todos, en tu ciudad, en tu
estado, en tu país, y en el mundo entero.
Entonces,
tratemos de imaginar el total de las aflicciones que el pecado ha causado a
través de todos los siglos, desde la creación.
¿Hay ahí
asombro, al saber que el peso de todos estos pecados empezó a exprimirle la
vida a Jesús en la noche en la que Él fue llamado a soportarlo? (Mateo 26:36-44).
Al día siguiente, de
igual manera Su amado Padre lo abandonaría.
Ningún otro sufrimiento tiene
comparación.
El pecado situó a Jesús en la prueba
extrema.
Pero Su amor la resistió, Su
fortaleza la perforó, y Su poder la venció.
Gracias a la muerte y resurrección de Jesús,
sabemos, sin lugar a dudas, que:
el pecado no puede y nunca ganara.
------Meditacion:
¿Esta Dios distanciado
del pecado humano, ese pecado de destruye nuestra estructura moral?
¡No, no: Jesucristo sintió nuestra
agonía cuando el venció a el pecado y a la muerte!
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La tumba vacía de Jesucristo nos
garantiza nuestra victoria sobre
el pecado y sobre la muerte.
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