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El Ayuno, para que sirve?


«Cuando ayunéis no aparezcáis tristes» (Mateo 6, 16).

Lo que la Biblia dice sobre el ayuno.

Ayunar es una de las disciplinas espirituales que nos viene bien ejercer como cristianos. 

Nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu y a acercarnos más a Dios, nos ofrece la oportunidad de negar algo a nuestro cuerpo y escoger voluntariamente, 

dar prioridad a algo espiritual: nuestra relación con Dios.

El significado básico de la palabra ayuno es la abstención completa o parcial de comida y/o bebida por un período de tiempo. 

Quiere decir que cuando decidimos ayunar por un tiempo específico, 

se sobrentiende que dejaremos de comer o beber completa o parcialmente.

¿Cuál debe ser la motivación del ayuno?

El motivo principal del ayuno debe ser acercarnos a Dios, mostrarle nuestro amor, obediencia y sumisión.

No debemos marcar un día de ayuno por motivos egoístas o para conseguir algo que deseamos
que Dios nos conceda a cambio. 

El egoísta antepone el interés propio al ajeno, 

lo que suele acarrear un perjuicio a los demás.

Libro de Zacarías 7:1-6:

En el cuarto año del reinado del rey Darío, en el día cuatro del mes noveno, que es el mes de quisleu, la palabra del Señor vino a Zacarías. 

El pueblo de Betel había enviado a Sarézer y a Reguen Mélec, y a sus hombres, 

a buscar el favor del Señor y a preguntarles a los sacerdotes de la casa del Señor Todopoderoso y a los profetas: 

«¿Debemos observar en el quinto mes un día de duelo y abstinencia, tal como lo hemos hecho todos estos años?»

Vino entonces a mí esta palabra de parte del Señor Todopoderoso: 

«Dile a todo el pueblo de la tierra, y también a los sacerdotes: 

“Cuando ustedes ayunaban y se lamentaban en los meses quinto y séptimo de los últimos setenta años, 

¿realmente ayunaban por mí? 

Y, cuando ustedes comen y beben, 

¿acaso no lo hacen para sí mismos?” (Zacarías 7:1-6)

Vemos cuán importante es que examinemos nuestro corazón y entendamos bien qué nos motiva a ayunar. 

Dios conoce nuestros corazones, él sabe si lo hacemos por motivos egoístas o si realmente ayunamos como ofrenda a él con el deseo de experimentar su presencia de una forma especial. 

El ayuno debe ser un acto de humildad y sacrificio ante Dios, 

un gesto que expresa lo mucho que le necesitamos en nuestras vidas.

Cuatro tipos de ayuno que menciona la Biblia

El ayuno que agrada a Dios

¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? 

Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; 

tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá. (Isaías 58:6)

Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: 

“¡Aquí estoy!”» 

Si desechas el yugo de opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa, si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas, y como el mediodía será tu noche.

El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos. 

Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan. (Isaías 58: 7-11)

En este texto de Isaías vemos con más claridad cuál es el ayuno que agrada a Dios. 

Dejar de comer por dejar de comer no tiene ningún poder o efecto espiritual sobre nosotros, es solamente una DIETA.

Tampoco nos beneficia para nada dejar de comer o beber y seguir haciendo cosas que van en contra del corazón de Dios.

En los primeros cinco versículos de este capítulo Dios le había dicho al pueblo de Israel que aunque él veía cosas buenas en ellos, 

no estaba nada contento con la forma en que procedían el día de ayuno. 

Parece que ayunaban para impresionar a los demás, 

y la actitud que tenían durante el ayuno reflejaba las contiendas existentes entre unos y otros.

En los versículos 6-11

El ayuno que le agrada a Dios. 

Debe ir acompañado por actos de justicia (romper las cadenas de la injusticia, poner en libertad a los oprimidos). 

También debe resultar en acciones que muestren cuidado y amor por los demás (compartir tu pan con el hambriento, dar refugio a los pobres sin techo). 

Lo que obtendrían al obedecer y ayunar con la actitud correcta sería la sanidad que Dios les daría. 

La gloria del Señor estaría con ellos, gozarían de su cuidado, de salud, y tendrían muchas bendiciones. 

Dios les guiaría siempre, su provisión sería suficiente y les daría fortaleza física. 

¡Bendiciones inagotables! Isaias 58:11

Al mirar el pasaje del Sermón del Monte en el que Jesús habla sobre el ayuno volvemos a ver la importancia de nuestra actitud. 

El ayuno debe tener como propósito agradar y obedecer a Dios. 

No debemos ayunar para que los demás nos vean y nos admiren.

Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, 

que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. 

Les aseguro que estos ya han obtenido toda su recompensa. 

Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.» (Mateo 6:16-18)

Puntos interesantes: en estos versículos...

Cuando ayunen": 

Esta frase muestra que Jesús esperaba que sus seguidores, los que escuchaban sus enseñanzas, ayunaran. 

El ayuno formaba parte de su cultura, él sabía que ellos ayunaban por lo menos un día al año (el Día de Expiación) y no les dice que dejen de hacerlo.

Relacionado con el punto anterior vemos que es preferible que no se note físicamente cuando ayunamos . 

Jesús les anima a arreglarse, verse repuestos, animados. 

El versículo 17 dice "...perfúmate la cabeza y lávate la cara...".

El ayuno debe ser secreto, algo entre nosotros y Dios: 

"...para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre...".

Dios nos recompensa cuando ayunamos para él y la única recompensa que debe importarnos es la suya. 

Por eso, dentro de lo posible, él debe ser el único en enterarse de que estamos ayunando.


¿Es obligatorio ayunar?

El único ayuno mandado por Dios como ley en el Antiguo Testamento es el ayuno del Día de Expiación (Levítico 16:29-31) combinado en esa ocasión con el día de reposo. 

Todo el pueblo debía ayunar un día completo para la purificación de los pecados. 

En ese día se ofrecía el sacrificio de un macho cabrío (escogido entre dos) que, de forma simbólica, llevaba los pecados del pueblo. Levítico 16:29-31

Sabemos que, gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, ya hemos recibido el perdón por nuestros pecados. 

Jesús fue el cordero perfecto y propicio a través del cual estamos sin mancha. 

Solo tenemos que aceptar el sacrificio de Jesús como válido para nosotros reconociendo que hemos pecado, que solo somos perdonados y limpios a través de él.

Por esto el ayuno ya no es una imposición. 

Si eres hijo de Dios no ayunarás porque se exige de ti. 

Pedirás dirección divina en cada una de tus situaciones y, según el Padre hable a tu corazón, decidirás si debes o no hacer un ayuno.

Hay un relato muy interesante en la Biblia, en Mateo 9:14-17

Es una pregunta que los discípulos de Juan el Bautista le hicieron a Jesús.

Un día se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron: 

―¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos, pero no así tus discípulos? 

Jesús les contestó: 

―¿Acaso pueden estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos? 

Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán. 

Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva, porque el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. 

Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. 

De hacerlo así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan. (Mateo 9:14-17)

¡Interesante! Jesús había ayunado 40 días y 40 noches antes de comenzar su ministerio (Mateo 4). 

Sin embargo, él no exigía a sus discípulos que ayunaran. 

Esto sí lo hacían los fariseos y Juan el Bautista. 

Jesús explica que mientras él (el novio) estaba vivo, no era el momento de ayunar o estar de luto. 

Ese momento llegaría y entonces sí ayunarían.

Jesús también explica la diferencia que marcaban su venida y su vida. 

Los odres viejos (la ley) no podrían contener el vino nuevo que representa el nuevo pacto a través del sacrificio de Jesús. 

Él traía algo nuevo: el perdón de pecados y la vida eterna a través de la gracia (Efesios 2:8-9). 

El ayuno, y todo lo que se hacía por obligación bajo la ley, 

pasa a ser hecho por amor y agradecimiento al Padre, mostrando nuestro anhelo por disfrutar su presencia y cercanía.

¿Quieres acercarte más a Dios? 

¿Deseas recibir dirección para alguna decisión? 

¿Estás pasando por un tiempo retador en tu vida? 

Puede que sea un buen momento para realizar un ayuno. 

Pregunta a Dios si ese es su deseo para ti. 

Verifica con tu médico cuál es la mejor forma para hacerlo. 

No olvides que el Padre anhela que nos acerquemos a él y nunca rechaza a los que le buscan.

Personajes bíblicos que ayunaron

A través de la Biblia vemos ejemplos de personas que ayunaron en momentos específicos de su vida. 

Aquí tienes una corta lista con algunos personajes bíblicos que ayunaron, por cuánto tiempo, y cuál fue la razón para hacerlo.

1. Moisés
Moisés fue un gran profeta y líder del pueblo judío. 

Dios lo escogió para liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto y guiarlo a la Tierra Prometida. 

Dios le pidió a Moisés que subiera al monte Sinaí para recibir allí las tablas de la ley.

El Señor le dijo a Moisés: «Sube a encontrarte conmigo en el monte, y quédate allí.

Voy a darte las tablas con la ley y los mandamientos que he escrito para guiarlos en la vida».
(Éxodo 24:12)

Moisés entendía cuán importante era este momento y el impacto que tendría sobre el pueblo. 

Estuvo 40 días y 40 noches en ayuno. 

Era algo especial, recibiría la ley de Dios para el pueblo. 

Él sabía que la presencia de Dios estaría en el monte y ayunó en muestra de humildad ante la santidad y grandeza de Dios. Deuteronomio 9:9

En Deuteronomio 10:10 vemos que Moisés volvió a ayunar por 40 días y 40 noches cuando tuvo que regresar al monte a recibir las nuevas tablas de la ley.

2. David
David le había fallado a Dios. 

Había cometido adulterio e indirectamente había enviado a asesinar al marido de la mujer que deseaba. 

Parece que David no se había arrepentido ante Dios. 

En 2 Samuel 12 vemos que ya había nacido el bebé fruto de esa relación cuando Natán, el profeta y amigo de David, fue a visitarle.

Natán le relató a David una parábola para confrontarlo con su pecado. 

David no se dio cuenta de que la parábola en realidad hablaba de él. 

Cuando terminó de escuchar a Natán declaró: 

"¡Tan cierto como que el Señor vive, que quien hizo esto merece la muerte!". 

Sus ojos se abrieron cuando Natán le dijo que él era el protagonista de la historia.

Entonces Natán le dijo a David:

―¡Tú eres ese hombre! Así dice el Señor, Dios de Israel: 

“Yo te ungí como rey sobre Israel, y te libré del poder de Saúl. 

Te di el palacio de tu amo, y puse sus mujeres en tus brazos. 

También te permití gobernar a Israel y a Judá. 

Y por si esto hubiera sido poco, te habría dado mucho más. 

¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del Señor haciendo lo que le desagrada? 

¡Asesinaste a Urías el hitita para apoderarte de su esposa! 

¡Lo mataste con la espada de los amonitas! 

Por eso la espada jamás se apartará de tu familia, pues me despreciaste al tomar la esposa de Urías el hitita para hacerla tu mujer”. (2 Samuel 12:7-10)

Ahí es cuando David se da cuenta de sus pecados y se arrepiente. 

Se humilla ante Dios y pide perdón. 

Natán le dice que Dios lo perdonaba pero sufriría las consecuencias de su pecado. 

El bebé moriría. 

Cuando David regresó a casa le avisaron que el niño estaba gravemente enfermo. 

Es en ese momento que él decide ayunar. 

No comió durante los 7 días que el niño estuvo grave. 

Rogó a Dios por compasión, que le concediera salud y vida a su hijo. 

Sin embargo, el niño murió tal y como había dicho Dios por boca de Natán.

2 Samuel 12:22-23

3. Daniel
Daniel era un joven judío de una familia noble. 

Fue deportado a Babilonia junto a otros jóvenes para aprender el idioma, la literatura y las costumbres de los babilonios. 

Las fuertes convicciones de Daniel y su gran fe en Dios le llevaron a rechazar la comida y el vino del rey. 

Él pidió, junto a tres de sus compañeros, una dieta diferente acorde con las reglas alimentarias que Dios había dado a su pueblo. 

Aun con esa alimentación más sencilla se veían más sanos que los otros jóvenes. 

Además de tener buena salud Daniel y sus compañeros eran muy sabios, tenían dones especiales que Dios les había dado.

A través de los años Daniel usó esos dones, en especial el de interpretación de sueños, y esto hizo que su fama aumentara provocando el rechazo y la envidia de algunos. 

Daniel se mantuvo fiel a Dios y vivió grandes milagros de protección por parte de él. 

En Daniel 3 vemos cómo Dios los protegió a él y a sus amigos librándolos de morir en el horno de fuego.

Daniel temía a Dios, estudiaba su palabra y las profecías. 

En el capítulo 9 de Daniel, él lee la profecía de Jeremías que hablaba de los setenta años de desolación de Jerusalén.

El capítulo comienza así:

«Corría el primer año del reinado de Darío hijo de Asuero, un medo que llegó a ser rey de los babilonios, cuando yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las Escrituras donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años. 

Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. 

Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas.» (Daniel 9:1-3)

Daniel leyó la profecía y respondió con oración y ayuno. 

Separó un día para estar en actitud de humillación total ante Dios. 

Durante ese ayuno confesó a Dios los pecados del pueblo de Israel y pidió misericordia. (Daniel 9:3-5; Daniel 10:2-3) .Daniel 9:4-5

En otra ocasión, Daniel estuvo tres semanas haciendo un ayuno parcial de algunos alimentos y durante ese tiempo tuvo una visión.

En aquella ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como si estuviera de luto. 

En todo ese tiempo no comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume. 

El día veinticuatro del mes primero, mientras me encontraba yo a la orilla del gran río Tigris, 

levanté los ojos y vi ante mí a un hombre vestido de lino, con un cinturón del oro más refinado. 

Su cuerpo brillaba como el topacio, y su rostro resplandecía como el relámpago; sus ojos eran dos antorchas encendidas, y sus brazos y piernas parecían de bronce bruñido; su voz resonaba como el eco de una multitud. 

Yo, Daniel, fui el único que tuvo esta visión. 

Los que estaban conmigo, aunque no vieron nada, se asustaron y corrieron a esconderse. (Daniel 10:2-7)

4. El pueblo de Israel
El pueblo de Israel había estado cautivo por setenta años, tiempo en el que no había tenido acceso a la palabra de Dios. 

Había vivido inmerso en otra cultura, se había acostumbrado a vivir y hacer las cosas de forma diferente a la que Dios había mandado.

Cuando regresaron a su tierra y comenzaron la reconstrucción de la ciudad, Nehemías, que había sido nombrado gobernador, se aseguró de que hubiera un tiempo para leer la palabra de Dios. 

El pueblo comenzó a darse cuenta de todos los errores que había cometido. 

En el capítulo 9 de Nehemías vemos que deciden hacer un ayuno. 

Apartaron un tiempo para confesar sus pecados. 

Este fue un ayuno para reconocer y confesar pecados, para examinarse a la luz de la palabra de Dios.

El día veinticuatro de ese mes los israelitas se reunieron para ayunar, se vistieron de luto y se echaron ceniza sobre la cabeza. 

Habiéndose separado de los extranjeros, confesaron públicamente sus propios pecados y la maldad de sus antepasados, y asumieron así su responsabilidad. 

Durante tres horas leyeron el libro de la ley del Señor su Dios, y en las tres horas siguientes le confesaron sus pecados y lo adoraron.
(Nehemías 9:1-3)

Ese tiempo de ayuno y reflexión tuvo como resultado la confesión de pecados y la adoración a Dios.

5. Ester
Ester debía interceder ante el rey para salvar de la muerte a su pueblo, el pueblo judío. 

El rey Asuero había cedido ante la insistencia de Amán, uno de los funcionarios de más alto rango. 

Había decretado que todos debían inclinarse ante Amán. 

Pero, ni Mardoqueo ni el pueblo judío estaban dispuestos a obedecer. 

Ellos solo se inclinaban ante Dios. 

Amán se enojó y buscaba destruir al pueblo judío. Mardoqueo pidió a Ester que intercediera ante el rey a favor del pueblo pues ella estaba en una posición que le permitía hacerlo. 

Por esto deciden hacer un ayuno, para que el rey viera con buenos ojos el acercamiento de Ester. 

Sabían que Dios era el único que podía ablandar el corazón del rey y protegerlos de la extinción.

En el capítulo 4 del libro de Ester vemos que ella haría un ayuno de tres días antes de ir donde el rey. 

Pidió a sus doncellas, a Mardoqueo (su primo y padre adoptivo) y a todos los judíos de la ciudad que la acompañaran. 

La urgencia e importancia del asunto requerían el compromiso y esfuerzo de todos. Ester 4:15-16

6. Jesús
Jesús dedicó 40 días y 40 noches para ayunar en el desierto. 

Esto fue justo después de su bautismo y antes de comenzar su ministerio. 

No comió nada durante ese tiempo preparando su espíritu para el trabajo que Dios Padre le había encomendado. 

Vemos que Jesús, aunque estaba lleno del Espíritu Santo (y era Dios encarnado), sabía lo importante que era ayunar, fortalecer su espíritu y estar listo para llevar a cabo la obra que venía a hacer.

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. 

Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. 

No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
(Lucas 4:1-2)

El diablo aprovechó este tiempo para tentar a Jesús.

Pero Jesús se mantuvo firme y, con el uso sabio de la palabra de Dios, venció todas las tentaciones.

7. La Iglesia primitiva
Hechos 13:3

En el libro de los Hechos vemos que los primeros cristianos veían con claridad la importancia del ayuno. 

Ellos separaban un tiempo para orar y ayunar antes de tomar decisiones grandes que les afectarían a todos. 

Por ejemplo, antes de decidir a quiénes designarían como ancianos o a quiénes enviarían a realizar un ministerio en específico.

Después de anunciar las buenas nuevas en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, Pablo y Bernabé regresaron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo a los discípulos y animándolos a perseverar en la fe.

 «Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios», les decían. 

En cada iglesia nombraron ancianos y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor, en quien habían creído. (Hechos 14:21-23)

En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé; Simeón, apodado el Negro; 

Lucio de Cirene; Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca; y Saulo. 

Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: 

«Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado». 

Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.
(Hechos 13:1-3)

Como vemos en estos ejemplos el ayuno puede ser completo o parcial, de unas horas, un día o de varios, personal o en grupo. 

Lo importante es tener un propósito claro delante de Dios, saber por qué estamos ayunando. 

Y, por supuesto, estar preparados para recibir algo nuevo y lindo de parte de nuestro Señor. Dios nunca ignora a los que le buscan.

200619

Comentarios

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