Nuestro Señor aborda el tema de la oración, y lo presenta bajo el mismo aspecto: «...Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa.» (Mateo. 6, 6) A sus ojos el valor de la oración, como el de una limosna (ayuda voluntaria), depende ante todo de su espontaneidad. No se ora en cumplimiento de órdenes, porque sea la hora; se ora porque se ama, para encontrar a Dios, que es Amor. El cristiano no ora sólo para llamar a Dios en su socorro, sino que, ante todo, tiene necesidad de expresar a Dios su alabanza, su admiración, su reconocimiento, de actualizar su orgullo y su alegría, de estarle unido. Querrá así orar con la mayor frecuencia posible, en medio de sus ocupaciones. Nuestro trabajo puede ser un modo de glorificar a Dios, si se lo ofrecemos de una manera explícita. Sin embargo, la oración, para merecer este no
On Line... Proclamar, enseñar, evangelizar, discipular, ganar y capacitar. Sin almas ganadas, no hay nadie para enseñar.