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¿Como lograr una conciencia limpia? PARTE I

¿Has notado que cuando dices o haces algo malo sientes una sensación incómoda dentro de ti?

Esa es tu conciencia hablándote. 

Tu conciencia te habla cuando actúas mal. 

Para disfrutar el compañerismo con Dios, tienes que tener una conciencia limpia.

¿Qué es una Conciencia Limpia? 

Es esa libertad interna de espíritu que viene al darte cuenta o saber que estás bien con Dios y con los demás.

El apóstol Pablo dijo: Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres (Hechos 24:16).

Este versículo muestra que una conciencia limpia tiene dos aspectos:

I. El aspecto hacia Dios.

Debemos estar bien con Dios. 
Debemos saber en nuestro corazón que no hay nada entre nosotros y Él.

II. El aspecto hacia los hombres.

Debemos estar bien con nuestro prójimo. 

Debemos saber que hemos arreglado cuentas con los demás de manera que nadie pueda señalarnos con el dedo y decir: “Me hiciste mal y nunca te disculpaste ni intentaste arreglar las cosas conmigo”.

Debemos estar bien con Dios si queremos que el Espíritu Santo haga a Cristo real en nuestra vida. Aprenderemos que debemos arreglar cuentas con nuestro prójimo antes de que podamos estar bien con Dios.

Una persona temerosa a Dios lo expresó en esta forma: “No puedes estar bien con Dios si estás mal con cualquiera otra persona en este mundo”.

El Pacto del Antiguo Testamento, es importante porque nos muestra situaciones reales de la vida y las decisiones de Dios respecto a ellas.

En el capítulo 6 de Levítico, 

Dios nos habla de las“ofrendas de expiación” que se ofrecían cuando la gente cometía una transgresión.

La palabra transgresión significa infringir los derechos de otro o tratarle injustamente.

La ofrenda de expiación era una ofrenda especial que se ofrecía a Dios por los pecados que una persona había cometido contra otra persona. 

A Dios le afectan no sólo los pecados que cometemos contra Él, sino también los pecados que cometemos contra otras personas.

En Levítico 6, la Biblia menciona específicamente algunos de estos pecados:

1. Ser descuidado con las cosas que te han encargado otras personas.
2. Injusto en los negocios.
3. Robar.
4. Engañar.
5. Quedarte con las cosas que encuentras, en lugar de devolverlas a sus legítimos dueños.
6. Mentir.

Si alguien había robado algo o perdido algo que se le había encargado, o había mentido o engañado para conseguir algo, 

Dios demandaba que devolviera el valor total más un veinte por ciento de interés como multa. 

Esto hacía del robo, un negocio muy malo.

Sólo hasta después de haber arreglado cuentas con su prójimo, se le permitía a una persona traer su ofrenda de expiación al Señor y así ser perdonado por Dios.

De este pasaje, aprendemos dos verdades importantes:

I. Cuando pecamos contra nuestro prójimo, pecamos también contra Dios.
II. Debemos estar bien con nuestro prójimo antes de que podamos estar bien con Dios.

Esta verdad de que debemos arreglar cuentas con nuestro prójimo antes de poder estar bien con Dios, se enseña también en el Nuevo Testamento. 

El Señor Jesucristo dijo:

Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda (Mateo 5:23–24).

En este pasaje el Señor Jesús habla de uno que ha venido a adorar a Dios y de repente, se acuerda que ha ofendido a alguien. 

El Señor dice que debe dejar su ofrenda en el altar e ir primero a reconciliarse con su hermano, y después volver y ofrecer su ofrenda a Dios.

¿Qué significa “reconciliarte” con tu hermano? 

Significa arreglar cuentas con él, ya sea pidiéndole perdón o haciendo restitución. 

Tú no puedes adorar a Dios correctamente cantando, orando, ofrendando o en ninguna otra forma, hasta que primeramente, te hayas reconciliado con tu hermano.


El Señor Jesús está estableciendo un principio aquí. 

Es el mismo principio que vimos en el Antiguo Testamento. 

El principio es éste: Debemos estar bien con nuestro prójimo para estar bien con Dios.

No todos los pecados requieren que arreglemos cuentas con otra persona. 

Si nuestro pecado fue cometido contra Dios solamente, debemos confesárselo sólo a Dios.

Pero si hemos hecho mal a otros, debemos arreglar las cosas directamente con ellos. 

Pedirle perdón sólo a Dios no es suficiente. 

Debemos arreglar cuentas con los demás para que podamos estar bien con Dios.

Cómo lograr una Conciencia Limpia.

La Biblia dice que David era un hombre conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22). 

Una razón para esto era el amor de David a Dios y su anhelo de estar completamente bien con Dios. 

David le pidió a Dios que le mostrara cualquier pecado que pudiera tener en su vida cuando oró:

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad . . . (Salmo 139:23–24).

Si queremos tener una conciencia limpia, debemos permitir que el Espíritu Santo examine nuestro corazón y nos muestre las ofensas que hemos cometido contra otros. 

He aquí algunas cosas que debemos considerar:

¿Has herido u ofendido a alguien con algo que hayas dicho o hecho?
¿Has robado a tu patrón, a algún familiar o a otros?
¿Le has mentido a alguien y nunca le has pedido perdón?
¿Has sentido amargura y resentimiento contra alguien?
¿Has tenido una actitud de falta de perdón hacia alguien?
¿Te has rebelado contra alguien que tiene autoridad sobre ti (como tus padres, tu jefe, tu maestro, etc.)?
¿Has sido desagradecido con quienes te han ayudado? ¿Has cometido otras ofensas?

En esta enseñanza estamos identificando aquellos pecados que se han interpuesto entre nosotros y Dios. 

Ahora debemos tratar con los pecados que hemos cometido contra otras personas. 

Recuerda, no puedes estar bien con Dios si estás mal con cualquier otra persona.

Ahora consideremos los pasos que debemos dar para lograr una conciencia limpia:

I. Haz una lista de aquellos a quienes debes pedir perdón.

Empieza anotando los nombres de las personas a quienes debes pedir perdón. 

Apunta también los pecados que has cometido contra ellas. Algunas ofensas vendrán rápidamente a tu memoria. 

Otras, tal vez te llevará tiempo para recordarlas. 

No te apresures. 

Estás tratando con Dios y es cosa muy seria. 

Debes escribir cada ofensa que puedas recordar;


Después que hayas hecho tu lista, pídele al Espíritu Santo que te ayude a recordar cualquier otra ofensa que hayas pasado por alto u olvidado. 

Puedes orar así: “Bendito Espíritu Santo, quiero arreglar cuentas con cualquier persona a quien he hecho mal. 

Por favor, hazme recordar cada ofensa que he cometido contra otra persona”.


Si eres sincero en esta oración, verás que el Espíritu Santo te mostrará ofensas que no has recordado. 

¡Verás además que el Espíritu Santo tiene una memoria excelente!

Puede hacerte recordar ofensas que cometiste hace muchos años. 

Debes tratar con cada ofensa, no importa cuántos años hayan pasado desde que la cometiste. 

Si no tratas con ella, esa ofensa permanecerá contigo toda tu vida.

Cuando hayas completado tu lista, revísala con cuidado y enumera las ofensas: 1, 2, 3, etc. en orden de importancia. 

Tal vez querrás pedirle al Espíritu Santo que te muestre cuáles son las ofensas más graves.

II. Para pedir perdón, escoge el momento y la forma apropiada.

Una vez que el Señor te ha mostrado que debes pedir perdón a alguien, hazlo pronto. 

Escoge un momento que sea apropiado, que puedas hablar a solas con esa persona. 

Lógicamente no querrás ir con una persona cuando está trabajando y sin tiempo para atenderte. 

Pero no permitas que nada te impida hablar con él (o ella) lo antes posible.

Generalmente la mejor forma de pedir perdón es hacer una visita personal. 

Ve con la persona y habla a solas con ella. 

Otra buena forma es una llamada telefónica. 

En algunos casos es lo mejor, especialmente si con una visita personal no vas a lograr hacerlo en privado.

Se puede escribir una carta pidiendo perdón, pero este método es menos adecuado que una visita personal o una llamada telefónica. 

Por un lado, puede ser que la persona no conteste tu carta y entonces no sabrás si te ha perdonado. 

Pero cualquiera que sea la forma que elijas, procura disculparte correctamente y sin demora.

El alcance de tu disculpa debe ser tan amplio como la ofensa. 

Si tu pecado fue sólo contra Dios, debes confesarlo sólo a Dios.

Si tu ofensa fue contra otra persona, debes confesarlo a Dios y a aquella persona. 

Si fue contra varias personas, debes confesarlo a Dios y a todas aquellas personas. 

Si tu ofensa fue contra la iglesia entera, debes confesarlo a Dios y a la iglesia.

III. Discúlpate correctamente.

Cuando nos disculpamos con alguien debemos admitir totalmente nuestra culpa y pedirle perdón con humildad. 

Si no lo hacemos así, la ofensa realmente nunca estará arreglada. 

Muchas veces una persona se disculpa, pero lo hace de una manera incorrecta y la ofensa no se borra.

Formas incorrectas de disculparte:

“Me porté mal, pero tú también”. 

Esta es una disculpa incorrecta porque no estás asumiendo toda la responsabilidad por tu ofensa.


“Si hice mal, perdóname, por favor”. 

El usar un “si” antes de tu disculpa significa que estás diciendo: “No estoy convencido de haber actuado mal”. 

Por lo tanto, no es una disculpa verdadera.

“Lamento lo ocurrido; perdóname, por favor”. 

Es una disculpa incorrecta porque no has admitido que hiciste mal.

“Lo siento”. 

Esta es una disculpa incompleta y mala porque no has identificado la ofensa ni admitido que eres responsable por ella.

“Siento haberme enojado contigo, pero tú me diste cólera”. 

Esta es una disculpa incorrecta porque tú no estás asumiendo la responsabilidad de haber hecho mal, sino estás culpando a la otra persona.

La Forma Correcta De Disculparte:

Hemos dado varios ejemplos de formas incorrectas de disculparte. 

¿Cuál es entonces la forma correcta?

Para pedir perdón correctamente debemos:

Asumir la responsabilidad completa por nuestra ofensa.
Nombrar la ofensa.

Pedir a la persona que nos perdone y esperar su respuesta.

El siguiente es un ejemplo correcto de como disculparte:

“Reconozco que hice mal al __________________ (nombra la ofensa). ¿Me perdonas?”

Cualquiera que sea la situación, cuando nos disculpamos, debemos asumir la responsabilidad total por la parte en que nosotros hemos actuado mal.

Puede ser que creemos sinceramente que somos culpables por sólo un 10 por ciento del problema y que la otra persona actuó mal en un 90 por ciento, pero esto no nos libra de nuestra responsabilidad.

Somos responsables de disculparnos por lo que nos corresponde. 

Deja que Dios trate con la otra persona respecto a su culpa.

Al pedir perdón debemos ser lo más breves posible y evitar detalles innecesarios.

No debemos involucrar a otros en el asunto a menos que sea absolutamente necesario. 

Si nos estamos disculpando con una persona inconversa no debemos tratar de testificar de Cristo a la misma vez.

Nuestra confesión y disculpa será testimonio suficiente en ese momento. 

Es posible que la otra persona no acepte tus disculpas ni te perdone. 

Si es así, y te has disculpado sincera y humildemente, haciendo todo lo posible para arreglar las cosas, deja el asunto en las manos de Dios.


IV. Haz la restitución correspondiente.

Si hemos hecho que alguien sufra una pérdida, debemos hacer restitución. 

¿Qué significa “hacer restitución”? 

Significa compensar a la persona por la pérdida sufrida. 

Debemos arreglar las cosas con ella; de otra manera será imposible tener una conciencia limpia ante Dios.

Supongamos, por ejemplo, que yo le he quedado debiendo dinero a alguien. 

No es suficiente para mí decirle simplemente:“Siento mucho no haberle pagado; perdóneme, por favor”.

Debo pedirle perdón, pero además debo de alguna manera devolver la deuda o pagarlo, compensando a la persona por la pérdida que ha sufrido.

Si la restitución involucra dinero, puede ser que no estés en condiciones de pagarlo de inmediato. 

Si es así, debes hacer arreglos para pagarlo lo antes posible. 

Puede ser necesario hacer pagos mensuales hasta que la deuda quede totalmente cancelada. 

Ten cuidado de cumplir tu palabra y hacer lo prometido.

V. Deshazte de las excusas.

No nos gusta hacer algo que hiere nuestro orgullo. 

Por eso somos dados a fabricar excusas comunes como:

“Haré algo especial por esta persona para compensar mi ofensa”. 

Eso no limpiará tu ofensa. 

Un marido que ha ofendido a su esposa con algo que ha dicho o hecho no puede compensarlo trayéndole flores o chocolates. 

Sólo una cosa borra una ofensa: pedir perdón con sinceridad.


“Arreglaré la ofensa después”. 

Dejar las cosas pendientes es uno de los enemigos más grandes de una conciencia limpia. Jesús dijo: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto”. 

Eso significa: Haz lo que debes hacer AHORA.


“La otra persona actuó peor que yo”. 

Eso puede ser cierto, pero aún eres responsable por la parte en que tú actuaste mal. 

Cuando pidas perdón por tus actitudes puede ser que la otra persona lo haga también.

Alguien tiene que dar el primer paso. ¿Por qué no lo haces tú?


“Es algo tan pequeño”. 

No es pequeño si Dios te está hablando acerca de tu ofensa. Si te molesta la conciencia, es suficientemente serio como para arreglar el asunto.

“Ocurrió hace tanto tiempo”. 

Quizás; pero si Dios lo ha traído a la memoria, debes tratar con ello. 

Casi siempre resultará que la otra persona lo recuerda perfectamente.

“Las cosas han mejorado ya”. 

Pueden haber mejorado, pero no quita la ofensa.

“Él no lo va a entender”. 

Lo entienda o no, eso no importa. 

Tú debes obedecer a Dios y hacer lo que Él te indica.

“Él no es cristiano. 

¿Qué va a pensar de mí?” 

Él podrá pensar que, por fin, ha encontrado un cristiano verdadero, uno que es tan honesto y humilde como para admitir que hizo mal y disculparse. 

Dado que su reacción pudiera ser diferente, a pesar de lo que piense de ti, tú debes obedecer al Señor.

¡Obedece a Dios AHORA!

Ya que sabes qué hacer para lograr una conciencia limpia, es importante que lo hagas. 

La Biblia dice: Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis (Juan 13:17).

Empieza ahora arreglando cuentas con los demás. Es importante que te acerques primero a las personas a quienes has ofendido más. 

Empieza con el número 1 de tu lista. 

Busca a esa persona y pídele su perdón. 

Después acércate al número 2 y sigue así por la lista.

Debes tratar fielmente con las ofensas que has cometido, una por una, hasta que termines con todas.

Algunas personas podrán pensar que estás haciendo algo innecesario. 

Pero no estás haciendo esto para complacer a los demás; lo estás haciendo para agradar a Dios.

No debes permitir que nada te impida obedecer al Señor. 

Una conciencia limpia es valiosa, sea lo que sea el costo.

Cuando hayas confesado tus pecados a Dios y tratado fielmente con tus pecados contra otros, te parecerá que una carga enorme te ha sido quitada de encima. 

Conocerás esa libertad de espíritu que proviene de saber que estás bien con Dios y bien con tu prójimo.



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