Ir al contenido principal

Tránslate / Traducción

La homosexualidad.

 

Estas y otras preguntas están hoy sobre la mesa para detenernos y pensar....

¿Cual debe ser mi respuesta y posición como cristiano?
¿Como ve Jesús al homosexual? 
¿He tomado la actitud correcta hacia ellos?

¿De que manera estamos obrando como hijos de Dios?

Sólo porque alguien es homosexual no significa que no podamos amar a esa persona u orar por él/ella.

La homosexualidad es un pecado y como cualquier otro pecado, éste necesita ser tratado con el único camino posible: 

necesita ser llevado a la cruz del calvario y arrepentirse del mismo.

A todos nosotros como Cristianos nos corresponde orar por la salvación de los homosexuales de la misma forma como lo hacemos por cualquier otra persona en pecado. 

Debemos tratarlos con la misma dignidad con la que tratamos a otra persona debido a que ellos están hechos a la imagen de Dios, no olvidemos que personas que se han desviado de su verdadera identidad sexual, son prisioneros de las mentiras de satanás y nuestra misión es rescatarlos. 

Sin embargo, 
esto NO significa que tengamos que aprobar el pecado de ellos. 

Recordemos que la Palabra de Dios nos enseña:

Colosenses 4:5-6 Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.”

1ª Timoteo 1:5 “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida.”

Como Cristianos que somos jamás nos ganaremos a estas personas para el Señor condenándoles y usando palabras inapropiadas. 

Esta es la razón por la cual Dios dice que hablemos con sabiduría, gracia y amor. 

Permitamos que el amor de Cristo fluya a través de nosotros para que los homosexuales puedan ver un amor verdadero y acercarse a Cristo en vez de alejarlos de Él.
160116

Comentarios

NOVEDADES

Caminando con Cristo

Muchas veces, en nuestro caminar con Dios, podemos sentir que todavía estamos lejos de ser perfectos. Nos enfrentamos a luchas, fracasos y momentos en los que pensamos que no estamos progresando como nos gustaría.  Pero el apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 3:12-14 que no importa cuán imperfectos seamos o cuántos errores hayamos cometido en el pasado, Dios nos llama a seguir adelante. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14) No necesitamos quedarnos estancados en el pasado. En Cristo, tenemos una nueva oportunidad cada día. Lo más importante es seguir avanzando, manteniendo siempre la mirada fija en el objetivo, que es n...

Dios puede animar tu día

Hoy compartimos una verdad transformadora: el poder de Dios es capaz de animar tu vida diaria. En medio de la adversidad, es reconfortante saber que tenemos un Dios que está siempre a nuestro lado, dispuesto a fortalecernos y animarnos. La Palabra de Dios asegura en Isaías 41:10: Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isaías 41:10) Es una promesa fortalecedora que muestra que Dios no solo está con nosotros, sino que también nos permite vencer los desafíos. Cuando el día se sienta pesado, recuerda Filipenses 4:13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". No nos enfrentamos solos a los desafíos: el Señor nos acompaña y nos capacita para superar cualquier situación. Además, cada mañana la misericordia de Dios es nueva (Lamentaciones 3:22-23), brindándonos un nuevo día lleno de oportunidades para experimentar el amor y el aliento divinos. Por tanto, deja tu día en ...

¡Exalta al Señor con tus alabanzas!

Alaben al SEÑOR, porque es bueno: ¡Porque para siempre es su misericordia! (Salmo 136:1) En la lucha o en la alegría, nuestro llamado es el mismo: exaltar al Señor con nuestras alabanzas. La alabanza es más que una canción. Es una expresión viva de nuestra fe, una declaración de que Dios es soberano, sin importar las circunstancias. Cuando alabamos a Dios, algo poderoso sucede en nosotros. El desánimo se desvanece, las dudas se disipan y la presencia de Dios se hace más real. La alabanza nos recuerda quién es Dios: fiel, justo, amoroso, poderoso. Él es digno de todo nuestro reconocimiento, no solo cuando todo va bien, sino también cuando enfrentamos el valle de sombra de muerte. Exaltar al Señor con toda alabanza es un acto de entrega y confianza. Es decir con el corazón: «Señor, te adoro no por lo que haces, sino por quién eres». En medio del dolor, alaba. En un buen día, alaba. En cada etapa de tu vida, alza la voz y glorifica a aquel que nunca falla. La alabanza transforma el entorn...