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¿CUÁLES SON TUS VERDADEROS INTERESES EN ESTA TIERRA? PARTE I

(Mateo 6: 19-21).

“19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”

El ser humano tiene una innata capacidad de intentar esconder de los demás sus verdaderos motivos e intenciones cuando quiere.

Somos – carnalmente hablando – casi expertos en el disimulo.

De los demás podemos escondernos.

De Dios, no.

Sabiendo esto, el Señor enseñó diciendo que de todos, todas, sea cual sea lo que realmente nos importa

(sea lo que sea),

nuestro corazón quedará prendado por ello, y que de una manera u otra, la evidencia se hará manifiesta.

1. ¿Dónde está tu corazón?:

donde esté tu deseo

“21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”:


Ese esconder no es siempre intencionado; a veces se manifiesta sin darnos cuenta.

Nos pasa muchas veces que estando físicamente en un lugar; nuestra mente está en otro lugar muy distinto;

aun y así ponemos cara como que estamos atendiendo, prestando atención.

sobre todo si es en la iglesia.


De hecho somos bastante expertos en eso.

El predicador está trayendo la Palabra al oyente,

y el oyente está ausente, con su mente en otro lugar, o en otro asunto.

Lo que debemos hacer es practicar un poco de dominio propio,

y dar prioridad a lo que realmente es importante en ese momento.

Es preciso sujetar nuestra mente.
Ahora, lo que queremos es ir más allá,

no sólamente hablar de un descuido de nuestra parte

(intencionado o no),


Si no hablar de DONDE ESTÁ REALMENTE NUESTRO CORAZÓN.

Jesús de Nazaret enseñó que nuestro corazón estará allí donde esté nuestro tesoro.

Dicho de otro modo: donde esté nuestro deseo, estará nuestro corazón.

Entendamos bien estas cosas:


El corazón

El corazón es a menudo mencionado en las Escrituras como la base o receptor de los afectos, deseos, anhelos, y hasta pasiones; también de la sabiduría y el entendimiento.

El corazón es el receptáculo de nuestros deseos.

Por ello nuestros deseos deberían ser los de Dios, no los nuestros.

El corazón, como su misma palabra indica, es el centro de lo que somos, cómo hombres naturales.

Vemos que la Escritura dice:

“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6: 5)

A causa de la caída, la intención del corazón del ser humano ha sido hacia el mal.

Nos indica, por tanto, no necesariamente una realidad espiritual de Cristo en la vida, en cuanto al creyente.

Esto último sería lo que la Biblia denomina el hombre interior,

salvado y restaurado por la sangre de Cristo y la obra del Espíritu..

El corazón es asunto del hombre en general, porque:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17: 9)


Entonces:

El corazón: es compartido por el hombre natural y el espiritual

El hombre interior rescatado: es del hombre espiritual.

Romanos 8: 5;

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu”

Podemos decir, que lo que nuestro corazón sienta, no siempre es de Dios,

aun siendo hombres y mujeres cristian@s nacidos de nuevo.


El tesoro

En este caso, es lo que realmente AMAMOS;

es lo realmente importante para nosotros, sea como sea, o que simplemente nos lo parezca.

Muchas cosas de las que podemos llegar a amar,

pueden ser inútiles,

sin embargo lo que hace que sean importantes,

no son las cosas por sí mismas o en sí mismas,

sino según la importancia que nosotros les concedamos, el lugar que ocupan en nuestro corazón.

Esa importancia, de todos modos, será real, o no.

La Palabra nos enseña que de todas ellas,

Son tesoros que pueden no ser importantes,

Que son tesoros temporales, que son ficticios:

Los tesoros en este mundo

“19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan”:

Todo el cristianismo va enfocado y dirigido, en términos eternos y no temporales.

“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3: 2)

La misma filosofía del Evangelio, nos enseña que esta vida es absolutamente efímera y pasajera,

pero lo que realmente tiene valor es lo eterno.

“no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4: 18)

Las cosas que tienen valor no son las materiales, sino las espirituales.

Los tesoros en nuestro corazón, son los que hemos de atesorar.

La Palabra nos enseña que decidamos bien cual vaya a ser nuestro destino;


¿por qué?

Porque según sea ese tesoro amado, así llegaremos a ser, en mayor o en menor parte allá en los cielos.

Implícitamente vemos que nosotros, como cristianos tenemos la posibilidad de decidir cual vaya a ser nuestro tesoro.

Por lo tanto no tenemos excusa.

Jesús fue muy claro diciéndolo:

Si nos hacemos tesoros de las cosas que son pasajeras (“tesoros en la tierra”), nuestra vida sufrirá pérdida eterna.

Esos tesoros de la tierra, además de ser pasajeros en su esencia, están siempre expuestos al deterioro constante:

(“donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan”).

Existe una segunda ley de la Termodinámica, llamada también la “Ley de la entropía”,

la cual viene a decirnos que todo lo que existe en el mundo natural tiende a desgastarse o a desordenarse desde el momento en que aparece o se forma.


Dice al respecto Grant. R. Jeffrey:

Es decir, que todas las cosas tienden a degenerarse hasta desaparecer como tales.

Por ejemplo, si dejas un pedazo de hierro o madera nuev@ a la intemperie, se irá oxidando, deteriorando y con el tiempo dejara de ser.

Jesús nos dice que todo lo que contiene actualmente este mundo, el cual está bajo maldición (Gn. 3: 17), ha recibido la orden de desaparecer.

Los tesoros del Cielo

“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos,

no cesamos de orar por vosotros,

y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1: 9)

El conocimiento de Su voluntad deberá ser nuestro tesoro.

El mismo Jesús nos explica que existen tesoros que son perdurables hasta la eternidad;

son los tesoros celestiales:

“20 sino haceos tesoros en el cielo”

Estos son los tesoros que perdurarán por siempre; son los tesoros eternos.

Son consecuencia de buscar el conocer y hacer la voluntad de Dios, aquí en la tierra.

Estos tesoros no están expuestos en ningún modo a la segunda ley de la Termodinámica, o Entropía,

ya que gozan de la total bendición de Dios,

al no pertenecer a este mundo caído y bajo maldición:

(“donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”).

Salmo 143: 10

“Enséñame a hacer Tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud”

Salmo 40: 8

“El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”

2. ¿Cómo saber cuál es nuestro tesoro?

Nosotros podemos llegar a saber cuál es el tesoro en el cual nuestro corazón está ocupado:

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6: 45)

Lo que nuestra boca hablare será indicativo de lo que hubiere en nuestro corazón.

Es cierto que hay personas que hablan más que otras, pero no importa.

Lo que hay en nuestro interior se hará evidente en la medida en que procedamos con normalidad en nuestra cotidianidad.

Lo contrario sería fruto de la hipocresía, como la de los fariseos:

“¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mateo 12: 34)

Aquellos fariseos eran impelidos por Jesús porque estaban demasiado acostumbrados a ser falsos e hipócritas. En sus corazones anidaban todas

las perversiones que Jesús sabía que tenían, pero ellos dominaban el arte de engañar, mostrándose ante los demás como lo que no eran: santos.

Esto mismo está ocurriendo hoy en día con los actuales fariseos. Hombres corruptos, pero que saben como mostrar una piedad exterior.

Estos presiden grandes púlpitos y plataformas “cristianas” mediáticas.

Pero lo habitual no es eso, sino que el que no busca esconder nada, siendo como un libro abierto, se ve en el lo que está en su corazón, porque lo dirá con sus labios.

Así que lo importante no es el mostrar, sino que estamos mostrando. Que lo que mostremos, porque esté en nuestro corazón, sea el Señor.

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