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¿Qué es la tentación?

Tentación es el deseo de realizar una acción inmediatamente agradable pero probablemente dañina a largo plazo, por multitud de razones: legal, social, psicológica (incluyéndose la culpa), etc. 

También designa al acto de coaccionar o inducir a una persona a la realización de un acto, por manipulación o por influencia de curiosidad, deseo o miedo de pérdida. 

En el ámbito de las religiones, se refiere a la inclinación al pecado.

Introducción

Es importante diferenciar entre prueba, tentación, y pecado. 

Ya que la prueba no es tentación, ni la tentación es pecado, ya que es anterior al pecado. 

La diferencia entre prueba y tentación consiste, en que las pruebas son situaciones difíciles que Dios permite para fortalecer nuestra fe y la tentación son intentos por parte del enemigo para que pequemos y caigamos de la Gracia de Dios.

Y el pecado se produce al consentir la tentación, de manera que no es lo mismo ser tentado que pecar. 

Pues no toda tentación termina en pecado.

Como creyentes hay dos cosas que debemos tener claras. 

Númeno uno, tenemos toda la ayuda necesaria de parte de Dios para vencer cada una de las tentaciones que el diablo nos presente en nuestra vida. 

Número dos, que nadie, en ningún momento, es tentado por encima de las fuerzas que Dios dispone para vencer esa tentación.

“no os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” 

1 Corintios 10:13.

El diablo sabe que cuando cedemos a la tentación, Dios no oirá nuestras oraciones. 

Y esta es la razón por la que se esfuerza tanto en tentarnos a los cristianos para que pequemos. 

Y es el motivo por el cual pierden sus bendiciones ya que perdieron la comunión con el Señor al caer en pecado fruto de ceder a la tentación.

La prueba es permitida por Dios para incrementar nuestro desarrollo, crecimiento y madurez espiritual

El objetivo de la prueba es que nosotros seamos bendecidos porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros. 

Mientras que la tentación viene del diablo, y tiene como objetivo nuestra destrucción.

Pero las tentaciones las permite Dios para que tengamos la oportunidad de aumentar los méritos que vamos acumulando para nuestra salvación, y ganar la carrera hacia nuestra meta que es el cielo. Pudiendo decir como el Apóstol:

“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 

Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” 

2 Timoteo 4:7-8.

Nada ni nadie puede hacernos caer en la tentación

De manera que nada ni nadie puede hacernos mal, o hacernos caer en la tentación si nosotros mismos no lo deseamos. 

Por lo que las tentaciones sirven para que los cristianos tengamos la posibilidad de elegir libremente a Dios o al diablo. 

Como también sirven para no creernos autosuficientes y sin necesidad de Cristo para llevar la vida en santidad.

Los cristianos debemos tener plena confianza en Dios, y hacer nuestras 

las palabras de Pablo cuando dice: Nadie es tentado por encima de las fuerzas que Dios nos da, pues junto con cada prueba Dios ha dispuesto fuerzas suficientes para vencer, por lo que no importa cuán fuerte sea la tentación, no importa la insistencia, ni la gravedad, pues en todas las pruebas está Dios para vencer con nosotros al maligno.

Toda tentación puede ser resistida

Lo importante, y que debemos tener claro, es que toda tentación puede ser resistida por aquél que ha rendido su vida a Cristo, y sin dudar pueda salir victoriosos de ella. 

Ya que la palabra de Dios enseña que no seremos tentados más allá de lo que podemos resistir, y que Dios también nos dará la salida frente a dicha tentación:

“porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe” 

1 Pedro 5:8-9, 

“someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” 

Santiago 4:7.

La palabra de Dios habla de pecados que son externos y de otros pecados que son internos

Entre los externos podríamos nombrar el maldecir, mentir, robar, la ebriedad, o el homicidio, y si en un cristiano estos pecados todavía existen, no hay evidencia que haya nacido de nuevo.

Pero tanto los cristianos como los inconversos pueden mantener pecados internos como orgullo, celos, envidia, egoísmo, falta de perdón, o codicia. 

Pecados que los ojos del hombre no pueden ver, pero que Dios sí los ve. 

Por lo que tenemos que aprender a triunfar sobre ellos, ya que el diablo conoce nuestro punto débil, y es allí donde más nos tienta.

Ahora, como cristianos hemos sido rescatados de las tinieblas donde reina el pecado. 

Pues Dios nos puso en Cristo sobre la cruz, morimos juntamente con Él, fuimos sepultados con Él, y también resucitamos con Él.

Quiere decir que en Cristo ya no estamos bajo la autoridad del pecado “porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; más en cuanto vive, para Dios vive. 

Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. 

“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” 

Romanos 6:10-13.

Dios si nos puede librar del poder del pecado

Y si bien no podemos vencer la ley del pecado mediante nuestro propio esfuerzo, Dios si nos puede librar del poder del pecado a través de Cristo. 

Ya que su vida vence la ley del pecado, y la muerte en nosotros. Como también su vida en nosotros vence la ley del pecado y la muerte, triunfando siempre sobre el pecado, por lo que:

“ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, 

Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 

Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” Romanos 8:1-5.

No es contra fuerzas humanas

Sabemos que esta lucha no es contra fuerzas humanas. 

“porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” 

Efesios 6:12-13

Es por eso que hay que armarse con armas espirituales, donde la confesión de nuestros pecados y la comunión con el Señor son los medios que nos ofrece Dios para mantenernos en santidad, alejándonos de las situaciones que nos pueden llevar a pecar.


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