El rey David se enfrentaba a un enemigo conocido.
Años antes, había derrotado a Goliat, el principal guerrero filisteo, matándolo de un piedrazo (1 Samuel 17).
Ahora era monarca de Israel, ¡y los filisteos aparecieron otra vez!
Oyeron que él era el rey y decidieron atacar (2 Samuel 5:17).
¿Qué es lo primero que hacemos cuando aparece un problema? Podemos entrar en pánico, planificar… o hacer como hizo David: orar. «Entonces consultó David al Señor» (v. 19), y Dios lo guió.
David tuvo que pelear dos batallas contra los filisteos: una en Baal-perazim y la otra en el valle de Refaim.
Hizo bien en consultar a Dios porque, en estas dos batallas, se aplicaron estrategias diferentes.
En la primera, el Señor triunfó exclusivamente con su poder: «Quebrantó el Señor a mis enemigos», registró David (v. 20).
En la siguiente, Dios le dio a David un plan de acción, y cuando el rey lo implementó, los israelitas vencieron (vv. 23-25).
Hizo bien en consultar a Dios porque, en estas dos batallas, se aplicaron estrategias diferentes.
En la primera, el Señor triunfó exclusivamente con su poder: «Quebrantó el Señor a mis enemigos», registró David (v. 20).
En la siguiente, Dios le dio a David un plan de acción, y cuando el rey lo implementó, los israelitas vencieron (vv. 23-25).
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Todos los días enfrentamos muchos desafíos. Aunque no hay una respuesta que se aplique a todo, nuestra primera acción siempre debe ser consultar a Dios.
A medida que el Señor nos vaya guiando, podemos confiar en Él.
Entonces, ya sea que la victoria llegue a través de su intervención milagrosa o mediante su guía, toda la gloria es para Dios.
Para estar firme ante cualquier desafío, pasa tiempo de rodillas.
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