Vivir la
cuaresma como entrada en la resurrección de Cristo, a través de la
participación y asimilación de sus sufrimientos y su muerte, incluye una serie
de actitudes de espíritu, entre las que cada comunidad y cada creyente debe
discernir las que ha de encarnar sobre todo, según el estado de su fe. Citemos
algunas:
- Búsqueda sincera del verdadero
Dios viviente;
realista y profunda; superando ideas falsas y purificando la fe. Hasta
aceptarle en su auténtico papel en la propia vida personal, familiar,
social;
- Descubrir a Jesucristo como
“salvador” efectivo, como única solución definitiva de la propia existencia, de la
existencia de todos y de toda la historia. Conocerle mejor y
aceptarlo más vivamente;
- Sincera conversión; con todas las consecuencias;
cambio de mentalidad y de vida en lo que haga falta. Abrir el alma, la fe,
la esperanza, el amor y la vida, al dinamismo de la muerte y resurrección
de Cristo; y, a su luz y con su fuerza, purificar, quemar, arrancar lo que
sea preciso arrancar en el propio vivir egoísta;
- Sellar el encuentro con Dios en
Cristo y con los hermanos, en los sacramentos de la pascua de Cristo: confesión hecha a
fondo; redescubrimiento y renovación del propio bautismo; eucaristía viva
y fraterna;
- Vitalizar las “prácticas
religiosas”, el culto: sinceridad y vida: encuentro siempre nuevo con Dios, con
Cristo, con los hermanos;
- Llevar a la vida diaria la fe y
la vivencia de los sacramentos y del culto: amar de verdad, servir, ayudar,
solidarizarse con los demás, especialmente con los que sufren y con los
más necesitados; vivir al impulso del Espíritu de Cristo que es el amor
sin límites, y comprometerse en la acción de promover a los hombres hacia
la libertad, la justicia, la paz, la dicha y la verdadera existencia que
corresponde a la dignidad humana; hacer que, a través de nosotros, actúe
en el mundo la muerte y la resurrección de Cristo;
- Vivir todo eso de forma que nuestra fe, nuestro amor y nuestra acción, nos sitúen responsablemente en la Iglesia responsable y servidora del mensaje y el amor de Cristo; procurar no agriar más las distancias y divisiones dentro de la Iglesia, no contribuyendo ni a la parálisis de la Iglesia cómodamente situada, ni a la disgregación de la Iglesia en grupos sectarios; siendo, más bien, fermento de unidad futura en la fraternidad de la Iglesia que vive pobre para los pobres en el incesante don de sí por el Espíritu del amor sin límites.
Hermanos y Hermanas en Cristo; El mundo de hoy necesita que nosotros vivamos con verdad la cuaresma cristiana, hasta dar un testimonio que tenga fuerza de ungüento para las llagas modernas de Cristo. El hambre, el odio, la guerra, la injusticia, la explotación, el materialismo... todas las taras que destrozan la vida de la humanidad por la piel del mundo, en todas sus latitudes, bajo cualquier régimen, necesitan el mensaje de paz, amor, justicia y salvación, que brotará de la fe y la vida de los cristianos, por la fuerza del Espíritu del Cristo al que hay que convertirse y unirse en cuaresma.
Comentarios
Publicar un comentario