Hablemos un poco de los fariseos, una secta influyente, poderosa y religiosa, dentro del judaísmo en la época de Cristo y en la época de la Iglesia primitiva.
Se les conocía por su énfasis en la piedad personal,
por aceptar la tradición oral además de la ley escrita,
y por enseñar que todos los judíos debían observar las más de 600 leyes de la Torá,
incluidos los rituales relativos (concernientes) a la purificación ceremonial.
En su mayoría, los fariseos eran hombres de negocios de clase media y líderes de las sinagogas, comerciantes en muchas áreas del ámbito social, cultural y ético.
Aunque eran una minoría en el Sanedrín y ocupaban unos pocos puestos como sacerdotes,
parecían controlar la toma de decisiones del Sanedrín porque contaban con el apoyo popular del pueblo.
Entre los fariseos había dos escuelas de pensamiento,
basadas en las enseñanzas de dos rabinos,
Shammai y Hillel.
El rabino Shammai exigía una interpretación estricta e inflexible de la ley en casi todos los temas,
pero el rabino Hillel enseñaba una aplicación más laxa y liberal.
Los seguidores de Shammai fomentaban el odio a todo lo que fuera romano,
incluidos los impuestos: los judíos que servían como recaudadores de impuestos eran personas non gratas.
Los shammaítas querían prohibir toda comunicación y comercio entre judíos y gentiles.
Los hilelitas adoptaron un enfoque más amable y se opusieron a una exclusividad tan extrema.
Finalmente, las dos escuelas dentro del fariseísmo se volvieron tan hostiles entre sí que rehusaron celebrar actos de adoración juntos.
Los fariseos aceptaban la Palabra escrita como inspirada por Dios.
En la época del ministerio terrenal de Cristo, esto habría sido lo que ahora llamamos el Antiguo Testamento.
Desafortunadamente, los fariseos daban igual autoridad a la tradición oral, diciendo que las tradiciones se remontaban hasta Moisés.
A lo largo de los siglos, las tradiciones fariseas añadieron algo a la Palabra de Dios, lo cual está prohibido (Deuteronomio 4:2).
Los Evangelios abundan en ejemplos de fariseos que tratan sus tradiciones como si fueran iguales a la Palabra de Dios (Mateo 9:14; 15:1-9; 23:5; 23:16, 23; Lucas 11:42).
Jesús aplicó a los fariseos la condena de Isaías 29:13, diciendo:
"Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres" (Marcos 7:7).
Los fariseos enseñaban las siguientes doctrinas:
1. Dios controla todas las cosas, pero las decisiones que toman las personas también afectan el curso de la vida.
2. Habrá una resurrección de los muertos (Hechos 23:6).
3. Hay una vida después de la muerte, con una recompensa y un castigo apropiados de forma individual.
El Mesías establecerá Su reino en la tierra.
4. El reino espiritual, incluyendo la existencia de ángeles y demonios, es real (Hechos 23:8).
Muchas de las doctrinas de los fariseos los pusieron en desacuerdo con los saduceos;
sin embargo, en una ocasión los dos grupos lograron dejar de lado sus grandes diferencias: el juicio de Jesucristo.
Para lograr la muerte de Jesús, los saduceos y los fariseos se unieron (Marcos 14:53; 15:1; Juan 11:48-50).
Los fariseos fueron los responsables de la compilación de la Mishnah,
un documento muy importante con referencia a la continuación del judaísmo más allá de la destrucción del templo.
El judaísmo rabínico y las sinagogas actuales deben su existencia a la labor de los fariseos.
En los Evangelios, con frecuencia se presenta a los fariseos como opositores hipócritas y orgullosos contra Jesús.
El Señor lo declaró sin rodeos: "porque dicen, y no hacen" (Mateo 23:3).
Por regla general, los fariseos eran santurrones y engreídos al pensar que agradaban a Dios porque guardaban la ley - o por lo menos parte de ella.
Como Jesús les señaló, por muy escrupulosos que fueran en el cumplimiento de los puntos más precisos del ritualismo, no estaban a la altura de la norma de santidad de Dios: "dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe" (versículo 23).
Por supuesto, no todos los fariseos se oponían a Jesús.
Nicodemo era un fariseo que consideraba correctamente a Jesús como "que ha venido de Dios como maestro" y buscaba honestamente respuestas en él (Juan 3:1-2).
Más tarde, Nicodemo defendió a Jesús ante el Sanedrín (Juan 7:50-51) y estuvo presente en la crucifixión de Jesús para ayudar a enterrar el cuerpo del Señor (Juan 19:39).
Algunos de los primeros cristianos también eran fariseos (Hechos 15:5).
El apóstol Pablo se educó como fariseo, y sus credenciales en ese grupo eran excelentes (Hechos 26:5).
Pablo se llamaba a sí mismo "hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible" (Filipenses 3:5-6).
Sin embargo,
Pablo comprobó que su cumplimiento de la ley no podía producir la verdadera justicia.
Después de poner su confianza en la obra consumada de Cristo en la cruz, deseó "ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (versículo 9).
Nadie, ni siquiera el fariseo más estricto, es justificado por cumplir la ley (Gálatas 3:11).
Fariseos.
Los fariseos (Mt 5.20) eran líderes religiosos, y entre ellos se podían hallar tanto escribas como sacerdotes.
Como se pudiera esperar, había alguna flexibilidad entre los fariseos respecto a cuán estrictamente debía aplicarse la Ley mosaica.
Jesús tenía enemigos dedicados entre los fariseos, quienes no solo podían apreciar sus declaraciones, sino también reconocer la amenaza que ellas representaban al status quo.
Pablo era un fariseo que perseguía violentamente a los cristianos, y que más adelante llegó a ser uno de los más eficaces defensores de la fe cristiana.
Las tradiciones de los fariseos sobrevivieron a la destrucción del templo y a la aplastante derrota de la rebelión de Bar Kocba.
Las tradiciones farisaicas son la fuente de lo que se conoce como el judaísmo rabínico.
Hasta donde se puede discernir en la Misná (colección de tradiciones farisaicas), las enseñanzas de los fariseos no siempre se oponían totalmente a las de Jesús.
Eso no es sorpresa, puesto que la misión básica de los fariseos era aplicar las Escrituras hebreas, especialmente los cinco libros de Moisés, a la vida diaria.
Los acérrimos enemigos de Jesús que en los Evangelios se presentan como fariseos no necesariamente representan a todos los fariseos.
Su interés en puntos particulares de religión, tales como los ayunos y pureza ritual, es y consecuente con su interés en la piedad.
El Nuevo Testamento también se interesa en esos mismos aspectos.
Saduceos.
Los saduceos eran los judíos aristócratas que no simpatizaban con las enseñanzas de los fariseos. Sostenían que solo los cinco libros de Moisés tenían autoridad, y que las tradiciones subsecuentes elaboradas por los rabinos no la tenían.
Según Marcos 12.18, no creían en la resurrección de los muertos.
Eran un grupo dentro del judaísmo que no prosperó después de la destrucción del templo que era el centro de su poder.
Prosélitos.
«Temerosos de Dios» es la traducción convencional del término que aparece varias veces en el Nuevo Testamento (Hch 10.2, 22; 13.16, 26).
Estos «temerosos de Dios» eran prosélitos, o convertidos al judaísmo; sin embargo, no se les consideraba completamente judíos, tal vez porque no se habían circuncidado.
Los judíos estaban dispuestos a recibir convertidos, pero es difícil decir cuántos convertidos había.
Parece improbable que hubiera un movimiento judío «misionero» con el propósito de ganar conversos.
Cuando Jesús dijo que los fariseos recorrían «mar y tierra para hacer un prosélito» se refería a su enseñanza enérgica a los que ya estaban dentro del judaísmo, y no a un enérgico esfuerzo para atraer a los que estaban fuera del judaísmo (Mt 23.15).
Dios te ama y quiere lo mejor para con tu vida, acepta a Cristo como Tu Salvador....
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