Aportacion de: Ben Ayala
Carlo Ancelotti
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Carlo Ancelotti fue un excelente centrocampista del Milan de Arrigo
Sachi, equipo ganador de la Copa de Europa.
A pesar de su calidad, cada vez que
se enfrentaban a su eterno rival (el Inter), vivía preocupado por cómo
desarrollar su juego lo mejor posible.
El holandés Van Basten, máximo
goleador del equipo, le dijo antes de un partido, al ver la tensión que
llevaba: «No tengas miedo a nada. Tú
dame la pelota y después preocúpate de venir a abrazarme».
Preocupaciones. Todos las tenemos.
Nos cuesta mucho aprender que la tensión y la preocupación nos impiden sonreír
y divertirnos.
Nos preocupamos antes de que sucedan
las cosas; vivimos tensionados cuando estamos atravesando un momento difícil,
y, ¡como si fuera poco!, nos llenamos de tristeza recordando lo mal que lo
hemos pasado.
¿Recuerdas? Dios nos hizo para
disfrutar. Fue Él quien inventó el juego, la belleza, la alegría, la felicidad,
los abrazos… La promesa del Creador para nuestra vida es muy clara: «Saldrás a bailar con los que se divierten»
(Jeremías 31:4).
¡Esto es lo
que Él espera de nosotros!
Como cualquier padre, Dios quiere que sus hijos sean inmensamente
felices.
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El problema
más grave de la humanidad es haberle dado las espaldas a Dios. Si lo abandonamos, lo
perdemos todo. Desde que decidimos vivir por nuestra propia cuenta, es
imposible disfrutar de manera total.
Siempre
tendremos que conformarnos con pequeños instantes de felicidad que son solo un
reflejo de lo que el Señor había diseñado para nosotros. Tras ser creados para
sumergirnos y disfrutar en un mar absolutamente tranquilo y radiante, nos
conformamos con chapotear en una charca frente a nuestra casa.
La diferencia está en lo que Él hace
en nuestra vida. Competimos, pero no se nos viene el mundo abajo cuando
perdemos. Trabajamos por el placer de llevar a cabo lo que hacemos bien, porque
eso nos gusta. Tenemos amigos, pero no solo para que nos ayuden, sino también
para ayudarlos.
Disfrutamos aun estando cansados,
porque sabemos que, un día, nuestro cuerpo será transformado y no habrá ninguna
sombra de mal en él. (¿Te imaginas en la eternidad jugando el tiempo que
quieras sin cansarte?).
¡La Biblia dice que, cuando el Señor
Jesús vuelva, los jóvenes volverán a jugar! ¡Es una de las consecuencias! (Zacarías 8:5; Jeremías 30:19;
Jeremías 31:4).
Todos
disfrutaremos del reinado de la alegría, porque será el mismo Hijo de Dios
el que gobernará
todo.
Aquel que anunció un día:
«Yo he
venido para que tengáis vida en abundancia»
(Juan 10:10),
sabe muy bien de qué está hablando.
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