Estén siempre alegres, oren sin cesar. (1 Tesalonicenses 5:16-17)
Dios es la fuente de toda la alegría. La alegría de Dios es nuestra fuerza, por eso debemos alegrarnos en Dios y no en las circunstancias. No importa cuál sea la situación Dios continúa siendo el Señor de nuestra vida.
La alegría que Dios da es duradera, brota de su amor y no tiene fin. El amor de Dios nos alegra y nos motiva a compartir la alegría de la salvación en Cristo Jesús.
Como todo en la vida, hay tiempo para alegrarnos y hay tiempo para orar. Orar sin cesar es buscar a Dios y relacionarse con él.
Tal como nos relacionamos con nuestros familiares, así debemos buscar relacionarnos diariamente con Dios. El fruto de esa comunión es el amor y la alegría de tener un Dios tan presente.
Ora y alégrate.
Habla con Dios, ora. Dios quiere oírte y alegrar tu día. Alégrate en Dios. Él es suficiente en tu vida.
Comparte esa alegría con tu prójimo. Dios se alegrará todavía más.
Para orar:
Dios, tú eres el motivo de mi alegría. Aun en los momentos difíciles sé que estás conmigo y por eso me alegro. Tú eres soberano y sé que me amas, por eso me siento seguro en tus brazos.
Muchísimas gracias, Papá. Amén.
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