Así dice el Señor: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada —afirma el Señor—. (Jeremías 9:23-24).
¿Conoces a alguien que vive vanagloriándose? Es la persona que se enorgullece de la percepción que tiene sobre sí misma o de lo que tiene, de su equipo de fútbol, de un partido político... Es un problema serio ya que es bastante común que las personas hagan de sus casas, sus hijos, sus recursos, talentos o títulos y hasta de una placa en su iglesia sus motivos de gloria personal. Pero el orgullo en las cosas o en las personas es un tipo de gloria vana o "vanagloria". Eso significa dar gloria a aquello que no es digno ni merecedor. Es como hacerse un tipo de ídolo.
Cuando nos gloriamos en cualquier cosa que no es Dios corremos el riesgo serio de idolatrarla. Pero recuerda que al igual que tú, esas cosas, personas o ideologías tienen fallos y son pasajeras. Todo eso se puede desmoronar en cualquier momento y frustrar tu orgullo (Proverbios 29:23). ¡Que Dios sea la razón de tu gloria y tu alabanza!
¿Cuál es tu motivo de gloria?
Analízate. ¿Cuáles han sido tus motivos de orgullo, admiración extrema, prestigio, o satisfacción?
Haz una lista y escribe (o describe) las cosas o personas que más te enorgullecen.
Reconoce si esas cosas, personas o ideas se han convertido en pequeños ídolos para ti.
Arrepiéntete y pide perdón si has sentido orgullo, soberbia o un espíritu de superioridad en relación con otros.
Busca que Dios sea siempre tu motivo de orgullo y satisfacción. Conócele cada día más y gloríate en él.
Ora y expresa gratitud, alabanza y gloria hacia la persona correcta: ¡Jesucristo! (Gálatas 6:14)
Tu fuerza, tu sabiduría y riqueza pueden ser cosas buenas, mas no deben ocupar el 1er lugar en tu vida.
Recuerda que todo lo bueno que tienes vino de las manos de Dios. ¡Muestra tu gratitud!
Para orar:
Señor, tú eres el único digno de toda honra y gloria. Oro que tú siempre seas la razón mayor de mi alegría, orgullo y satisfacción. Perdóname por mi soberbia, presunción y orgullo en cosas equivocadas. Ayúdame a ser humilde y a darte gracias por todo lo bueno que tengo. Ayúdame a glorificarte a ti en primer lugar. Que me enorgullezca en el hecho de que te conozco pues tú eres siempre excelente, recto y justo. Te alabo, Señor. En tu nombre, Jesús, amén.
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