Mientras caminamos este camino de fe, hay tres razones esenciales por las que debemos buscar más de Dios:
Primero, porque él es nuestro creador y salvador, el que nos conoce íntimamente y tiene un plan perfecto para nuestra vida. Al buscarlo descubrimos nuestra verdadera identidad y propósito.
Segundo, la búsqueda constante de Dios nos conecta con su poderosa presencia. En intimidad con él encontramos consuelo en tiempos de angustia, guía en medio de la confusión y paz en medio del caos. Él es nuestra roca inquebrantable, lista para sostenernos y fortalecernos en todas las circunstancias.
Tercero, buscar a Dios nos permite experimentar su amor transformador. Su gracia nos libera de la culpa y del pecado, permitiéndonos vivir una vida abundante y llena de esperanza. A medida que nos acercamos a él, somos moldeados y renovados, reflejando su amor a los que nos rodean.
Mientras buscamos a Dios encontramos nuestro propósito, experimentamos su presencia y somos transformados por su amor. Que nuestra búsqueda sea constante e intensa, para vivir una vida plena en comunión con él. ¡Amén!
¿Oramos?
Oh Dios misericordioso, ayúdame a perseverar en la búsqueda de tu presencia. Sé que en ti encuentro la verdadera plenitud. Derrama tu gracia sobre mí y permíteme ser una luz en este mundo, llevando esperanza a los perdidos y consuelo a los afligidos. En el nombre de Jesús, amén.
El corazón me dice: «¡Busca su rostro!» Y yo, Señor, tu rostro busco. (Salmo 27:8)
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