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Este Salmo nos enseña una lección preciosa: debemos entregar nuestras preocupaciones al Señor.
Él es nuestro refugio, el que nos sostiene en todas las circunstancias de la vida. Cuando confiamos en él con todo nuestro corazón, él nos sostiene, nos fortalece y guía por el camino recto.
A medida que enfrentamos pruebas y tribulaciones, a menudo nos vemos tentados a llevar solos el peso de las preocupaciones.
Sin embargo, el Señor nos invita a echar toda ansiedad sobre él, porque él cuida de nosotros con un amor y un celo incomparables.
No importa cuán grande sea la carga que llevemos, Dios puede fortalecernos y sostenernos.
Él conoce nuestras necesidades y sabe exactamente cómo ayudarnos.
El Señor es nuestro Padre amoroso, siempre atento a nuestras súplicas y dispuesto a ayudarnos.
Pero la promesa no termina ahí.
El salmista afirma que el Señor nunca permitirá que caigan los justos.
Esto significa que aun en los momentos más difíciles, él nos guarda y protege.
Podemos confiar plenamente en su fidelidad y estar libres de preocupaciones.
Él es el fundamento sobre el cual podemos afirmar nuestros pasos.
Para orar:
Padre, te entrego todas mis preocupaciones y angustias.
Sostenme, guíame y protégeme.
Confío en tu fidelidad y descanso en tu amor.
En el nombre de Jesús, amén.
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