
Grandes son las obras del SEÑOR, buscadas por todos los que se complacen en ellas. (Salmo 111:2)
Vivir las maravillas de Dios es más que experimentar momentos extraordinarios. Es percibir en cada detalle de la vida cotidiana la presencia amorosa del Señor. Desde la belleza del amanecer hasta los más pequeños actos de bondad, Dios revela constantemente su grandeza. Sus obras no se limitan a milagros visibles, sino que también se manifiestan en el consuelo del dolor, en la paz en medio del caos y en la esperanza que renace cada mañana.
¿Cuántas veces ignoramos las maravillas de Dios porque esperamos lo espectacular, mientras él actúa con gentileza y propósito? La creación nos habla de su poder, el mar, las montañas, el cielo estrellado, todo anuncia la majestad del Creador. Pero las mayores maravillas de Dios son espirituales: el perdón, la gracia, el nuevo nacimiento en Cristo. La salvación, concedida por medio de Jesús, es la mayor de todas las maravillas, porque nos reconcilia con el Padre y nos da la vida eterna.
Experimentamos las maravillas de Dios cuando le entregamos nuestros caminos y confiamos en su voluntad. Cuando somos guiados por el Espíritu Santo, experimentamos una paz que sobrepasa el entendimiento humano. Incluso en las luchas, el Señor está presente, sosteniéndonos con su mano poderosa. La vida cristiana está marcada por pruebas, pero también por victorias que solo la fe puede explicar.
Para experimentar plenamente las maravillas de Dios, necesitamos un corazón sensible, ojos espirituales atentos y una fe que descanse en las promesas del Señor. Dios sigue obrando hoy como lo ha hecho en el pasado. Solo tienes que estar atento con fe y reconocer su mano en cada circunstancia.
Cantaré al SEÑOR en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. (Salmo 104:33)
Cómo vivir y experimentar las maravillas de Dios
Cultiva una vida de gratitud: comienza y termina tu día dando gracias por las bendiciones grandes y pequeñas. La gratitud abre nuestros ojos espirituales para percibir las maravillas de Dios en cada momento que vivimos.
Medita en la Palabra y ora constantemente: reserva tiempo para leer la Biblia y hablar con Dios. La comunión constante fortalece la fe y nos hace más sensibles a la acción divina en nuestro camino diario.
Sirve con amor y generosidad: busca oportunidades para ayudar a los demás con gestos sencillos. Dios se revela en actos de amor, y al servir, también experimentamos las maravillas de su carácter en acción.
Para orar:
Querido Señor, abre mis ojos para ver tus maravillas cada día. Enséñame a confiar en ti, incluso en las luchas, y a vivir con gratitud, fe y obediencia. Que mi vida refleje tu amor y glorifique tu nombre en todo. Guía mis pasos y fortalece mi corazón. En el nombre de Jesús, amén.
Comentarios
Publicar un comentario