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Sinopsis del Nuevo Testamento (25. 2 Juan)


SEGUNDA JUAN: EL EQUILIBRIO VITAL

La segunda epístola de Juan es la única epístola del Nuevo Testamento que fue escrita a una mujer. Según deducimos por lo que la epístola misma dice, fue escrita a una madre que tenía varios hijos, posiblemente una viuda. Parece ser que ella le escribió al apóstol Juan para pedirle su opinión acerca de varios problemas que habían surgido.

Como es natural, en aquellos tiempos el Nuevo Testamento no estaba al alcance de las personas como lo está en la actualidad. Los dirigentes de las iglesias dependían de ciertos hombres, llamados profetas, que iban de un lugar a otro, predicando la verdad. Evidentemente algunos de estos hombres habían estado en la casa de esta mujer, probablemente en la ciudad de Efeso, y habían suscitado ciertas cuestiones doctrinales que a ella le producían inquietud. No sabiendo qué hacer exactamente, escribió al apóstol Juan y le pidió su consejo y esta epístola es su respuesta a muchas de las preguntas de esta mujer. Al leerla, veremos que también responde a muchas de las preguntas que nos hacemos en nuestros días, especialmente en lo que se refiere a cómo tratar a aquellas personas que enseñan cosas equivocadas.

Los seis primeros versículos nos presentan el problema y el enfoque que le da Juan al contestarlo:

"El anciano [que es como Juan se llama a sí mismo] a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en verdad, y no solo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre: La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estará con nosotros en verdad y amor. Me alegré mucho al hallar de entre tus hijos quienes andan en la verdad, conforme al mandamiento que hemos recibido del Padre. Y ahora te ruego, señora, no como si te escribiera un nuevo mandamiento, sino el mismo que teníamos desde el principio: que nos amemos los unos a los otros. Y éste es el amor: que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento en que habéis de andar, como habéis oído desde el principio." (2ª Juan 1:1-6)

Aquí Juan está preparando el terreno para ofrecer una respuesta al problema que tenía esta mujer. Está uniendo dos cosas que es preciso tener en cuenta a la hora de enfrentarse con un problema de esta índole. En todo el texto usa dos palabras que destacan de las demás. ¿Qué palabras son estas? La primera de ellas es la verdad ¿no es así? Y el amor, la verdad y el amor. Fíjese de qué manera une estos dos conceptos en el tercer versículo:

"La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estará con nosotros en verdad y en amor."

Esto debiera ser característico de los cristianos. En la epístola de Pablo a los Efesios les dice lo mismo, que el cristiano debiera de aprender a decir la verdad con amor. (Efe. 4:15) Lo extraordinario de una vida cristiana es unir estos conceptos, que en ocasiones son opuestos, para mantener un equilibrio.

Ese es también nuestro problema. Muchos de nosotros enfatizamos uno de estos conceptos, a expensas del otro. Enfatizamos la verdad y nos centramos en los temas doctrinales, insistiendo en que se sigan fielmente las Escrituras, pero a expensas del amor. Cuando hacemos esto, estamos siendo rígidos, fríos y juzgando a los demás, incluso siendo hasta crueles en la manera en que decimos las cosas. Aunque lo que digamos sea exacto, estamos intentando defender la verdad de Dios a expensas del amor.

Por otro lado, estamos aquellos que cometemos la equivocación de enfatizar el amor a expensas de la verdad. En ese caso, sentimos que deberíamos de aceptarlo todo y a todo el mundo, siendo tolerantes en todos los sentidos. Este segundo grupo me recuerda la historia que acostumbraba a contar el Dr. H.A. Ironside acerca de un hombre que fue a la iglesia, y al salir ese domingo por la mañana le dio la mano al pastor y le dijo: "Pastor, quiero decirle la gran bendición que ha sido usted para mi desde que es usted pastor de esta iglesia. Cuando empecé a venir, no tenía en cuenta a nadie, ni a Dios, ni al hombre ni al demonio, pero desde que he empezado a venir, he aprendido a amar a los tres.

El problema consiste en saber encontrar el equilibrio entre la verdad y el amor y es lo que hallamos, de manera tan maravillosa en el Señor Jesús, que caminaba conforme a la verdad y en amor. Era capaz de tratar con ternura al pecador más libertino y al desechado por la sociedad que acudía a él. Pero con una dura palabra, era capaz de reprender implacablemente al fariseo, hasta que éste se ponía rojo de vergüenza, al ponerse de manifiesto todo lo corrompido de la vida interior de ese hombre. Jesús decía la verdad y trataba a las personas con amor, pero mantenía ambos en un perfecto equilibrio.

Juan dice: "al enfrentarse con un problema de error doctrinal, es preciso enfatizar al mismo tiempo la verdad y el amor. Muchas personas que leen esta epístola pasan por alto estas palabras del principio, por lo que se pierden lo sensato del equilibrio que impregna epístola.

En la próxima sección, encontramos la respuesta a la pregunta echa por esta mujer:

"Porque muchos engañadores han salido al mundo, quienes no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Tal persona es el engañador y el anticristo. Mirad por vosotros mismos para que no perdáis las cosas en que hemos trabajado, sino que recibáis abundante recompensa. Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo no tiene a Dios. El que permanece en la doctrina, éste tiene al Padre y también al Hijo. Si alguien va a vosotros y no lleva esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le digáis: "¡Bienvenido! Porque el que le da la bienvenida participa en sus malas obras." (2ª Juan 7-11)

Lo primero que hay que hacer es reconocer la naturaleza del error. Aquí se dicen dos cosas que describen las clases fundamentales de perversiones cristianas. Solamente hay dos y todos los errores cristianos y herejías giran alrededor de una de estas dos.

Para comenzar, hay aquellos que están engañados acerca de la persona del Señor Jesús. Existe una señal en relación con el verdadero Redentor y Salvador, es el que vino de Dios al mundo y se hizo hombre y, por lo tanto, la encarnación es una doctrina esencial de la fe cristiana. Si puede usted volver al origen del nacimiento de una persona y sabe usted que vino a formar parte de la cadena humana por medio de las facultades normales de reproducción y afirma ser el salvador, puede usted darle por perdido porque no es el salvador de Dios y si afirma no creer o aceptar esta encarnación del Señor Jesús, el hombre está equivocado. Diga lo que diga posteriormente, no habla como portavoz de Dios.

En todas las epístolas del Nuevo Testamento, los poderosos apóstoles de nuestro Señor conceden a la encarnación, la Palabra hecha carne, el lugar de mayor importancia en la teología cristiana. El resto gira alrededor de este hecho, de la persona del Señor Jesús. Juan dice que si el hombre no lo admite, poco importa lo que pueda decir porque no será otra cosa que un engañador. Ahora bien, puede ser una persona que se deje engañar además de ser engañadora, pero es un anticristo porque está en contra de la doctrina de Jesús. Por lo tanto, debe ser reconocido como lo que es, un hombre que está equivocado y que está intentando engañar a otros.

Sin embargo, hay otra clase de error, que gira en torno al hecho de haber malentendido o de tener una concepción falsa acerca de la enseñanza del Señor Jesús:

"Todo el que se extravía [literalmente que va más allá] y no permanece en la doctrina [o la enseñanza] de Cristo no tiene a Dios." (v. 9)

Eso es de lo más revelador. Eso incluye a todos los grupos que afirman que la Biblia no es una revelación adecuada de Dios y que dicen que necesitamos algo más y una persona así puede ser de lo más persuasiva y sincera. Puede que sea una gran personalidad, pero esta es la prueba: si no permanece en la doctrina de Cristo, entonces no procede de Dios.

Son muchas las personas que actualmente se empeñan en decir que las enseñanzas de las Escrituras son infantiles. El hombre moderno ha sobrepasado todo esto y ya no puede aceptar estas enseñanzas sencillas de la Biblia. La mente de nuestro tiempo debe hallar satisfacción por medio de enfoques más científicos y no puede depender de estas cosas tan sencillas. ¿Se da usted cuenta de que ese es otro ejemplo de aquello a lo que Juan se está refiriendo en este libro? Es alguien que va más allá, que se aparta de la revelación de Jesús, considerándola demasiado simplista e intentando añadir algo a las enseñanzas de la Palabra de Dios.

Esas son las dos clases de errores, pero dese usted cuenta en qué depende el peligro. ¿Qué le sucederá a usted si se deja llevar por esta clase de cosas?

"Mirad por vosotros mismos para que no perdáis las cosas en que hemos trabajado, sino que recibáis abundante recompensa. (v. 8) ¿Qué es lo que pierde usted, como cristiano, si se ve involucrado en sectas, herejías y los enfoques liberales que están tan extendidos? ¿Perderá usted su salvación? No si ha nacido usted auténticamente de nuevo, como es natural porque eso depende de la obra que ha hecho Cristo en usted. No va usted a perder su lugar en el cielo, ni su redención, ni su parte en el cuerpo de Cristo, pero sí habrá mucho que perderá, como deja muy claro Juan. Pierde usted el valor de la vida que ha disfrutado aquí y desperdicia usted su tiempo. Tira usted por la borda momentos preciosos y años participando en cosas que carecen de todo valor y que se manifestarán al final convirtiéndose solo en madera, paja y rastrojo, que serán consumidas por el fuego de la mirada escrutadora de Dios y perderá usted su recompensa.

Esto es algo que se pone de manifiesto a lo largo de todo el Nuevo Testamento. En el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan dice algo muy parecido: "Retén lo que tienes para que nadie tome tu corona. (Apoc. 3:11) Estas coronas son símbolos de autoridad y de honor que se conceden a aquellos que han estado a disposición de Dios para llevar a cabo su obra, a aquellos que han entregado sus cuerpos como sacrificio vivo para que Dios obrase por medio de ellos.

Si forma usted parte en algo que se basa en la falsa enseñanza, todos sus esfuerzos habrán sido en vano. No está usted construyendo nada, más que una impresionante fachada y aunque de la impresión de tener muy buen aspecto, al final se derrumbará y no tendrá aceptación alguna por parte de Dios.

¿Qué se hace con las personas así?

"Si alguien va a vosotros y no lleva esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le digáis ¡Bienvenido!, Porque el que le da la bienvenida participa de sus malas obras." (v. 10-11)

Al leer esto, no olvidemos lo que ha dicho Juan acerca de la verdad y el amor, pues nos resulta muy fácil a aquellos de nosotros que nos interesamos por los asuntos doctrinales de las Escrituras olvidar la cortesía y el amor que se espera de todo cristiano. Un pasaje así lo interpretamos como si quisiese decir que debemos de darle con la puerta en las narices a cualquiera que nos presente alguna idea hereje o que tenemos que ordenarles que se marchen de la casa el momento en que nos vengan con enseñanzas herejes. Si fuese así, efectivamente, nos resultaría incluso imposible tener en nuestra casa a estudiantes extranjeros. Si es esto lo que quiere decir Juan, el momento en que descubramos que una persona no es cristiana no debemos permitirle que entre en nuestra casa. Seríamos personas que ofenderíamos constantemente a los demás ¿no es cierto? Nunca ofreceríamos nuestra amistad a personas de otra religión, que puede que estén en nuestro país de visita. Estaríamos actuando en defensa de la verdad, pero no manifestando nada acerca de la gracia del amor. Entonces, ¿qué es lo que quiere decir exactamente?

Lo que quiere decir es que la verdad debe de exponerse con amor y el amor debe de rodearse de la verdad. En otras palabras, no debemos de recibir a estas personas dando a entender que concedemos autenticidad o aceptamos su enseñanza. Como usted sabe, en aquellos días no existían los moteles y las posadas eran pocas y estaban unas lejos de otras. Cuando estos maestros viajaban se hospedaban en las casas privadas, de modo que cuando entraban en una casa con una falsa enseñanza, si la persona continuaba recibiéndoles, lo que estaría haciendo realmente sería aprobando su doctrina.

Sin embargo, esto no elimina la necesidad de la educación habitual o de que le demos un enfoque correcto a nuestro trato con la persona o hacer frente a unas necesidades de emergencia. Después de todo, la parábola del Buen Samaritano deja muy claro que si alguien está necesitado, poco importa quién sea esa persona, debemos de ayudarla. Siempre y cuando dejemos perfectamente claro que le estamos tratando con educación, con consideración y amabilidad, como ser humano, pero que de ningún modo apoyamos sus ideas equivocadas, es perfectamente aceptable que tengamos alguna clase de contacto con esa persona e incluso hasta una cierta amistad, pero sin participar nunca en su obra malvada y esa es la idea que nos expone Juan.

Fíjese cómo subraya la importancia de estos últimos versículos en los que Juan le dice:

"Aunque tengo muchas cosas que escribiros, no he querido comunicarlas por medio de papel y tinta. Mas bien, espero estar con vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido." (v. 12)

En aquellos días resultaba difícil escribir cartas. El correo era inseguro y me imagino que al apóstol Juan, como nos pasa a la mayoría de nosotros, le costaría trabajo sentarse a escribir cartas. De modo que dice: "no voy a decir más...PERO , y ese es el motivo por el que escribe la epístola, este tema es tan importante, que me he tomado el tiempo para escribir de todos modos. Hay muchas otras cosas sobre las que me gustaría discutir, pero no podía esperar para deciros estas cosas.

A continuación envía saludos de la familia cristiana con la que evidentemente se aloja y de ese modo enfatiza la necesidad en la vida cristiana tanto de la verdad como del amor.

Pidamos al Señor en oración que seamos capaces de hablar y tratar a los demás de tal manera que se ponga de manifiesto nuestra amabilidad y la bondad de Cristo. Pablo dice que si se pilla a un hermano cometiendo una falta o si alguien se ha apartado de la verdad, el siervo del Señor no debe de discutir, sino ser bondadoso y comprensivo. Por lo tanto, esto no es para animar a que nos mostremos inflexibles, ni ser estrechos de mente ni intolerantes, diciendo cosas odiosas ni denigrantes.

¿Recuerda usted esa cancioncilla que cantábamos cuando eramos pequeños sobre el perrito de peluche y el gato de algodón? No recuerdo exactamente cómo era, pero sí recuerdo cómo terminaba. Se comieron el uno al otro y me temo que eso es lo que puede pasarle a algunos de estos grupos, supuestamente llamados, cristianos, en cuanto al enfoque que tienen los unos sobre los otros. Pero no seamos así, inflexibles, juzgando a los demás y crueles, porque lo que necesitamos es mostrar amor.

Pero nuestro amor cristiano no debe ser tampoco tan manga ancha, tan tolerante, que excluya algo tan importante como el hecho de que Jesucristo es el único camino a Dios. No ha venido ningún otro y ningún otro Salvador ha sido enviado. Solo él es la respuesta ante la desesperación de la humanidad.

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