Respuesta: La oración es una parte importante de la vida de la iglesia, junto con la adoración, la sana doctrina, la comunión y el compañerismo.
La iglesia primitiva se reunía regularmente para aprender la doctrina de los apóstoles, partir el pan y orar juntos (Hechos 2:42), comenzando inmediatamente después de la resurrección de Jesucristo (Hechos 1:14) y continuando hasta este día.
Cuando oramos junto con otros creyentes, los efectos pueden ser muy positivos. La oración comunitaria nos edifica y unifica mientras compartimos nuestra fe común. El mismo Espíritu Santo que habita dentro de cada creyente provoca que nuestros corazones se regocijen mientras oímos las alabanzas a nuestro Señor y Salvador, entrelazándolos juntos en un lazo único de compañerismo que no encontramos en ningún otro lugar en la vida.
Para aquellos que pudieran estar solos y luchando con las cargas de la vida, el oír a otros levantarlos hasta el trono de gracia, puede ser de gran ánimo. También nos edifica en el amor y cuidado por otros mientras intercedemos por ellos. La oración comunitaria también enseña a los creyentes jóvenes cómo orar y los trae a un compañerismo íntimo con el cuerpo de Cristo.
Al mismo tiempo, la oración comunitaria sólo será el reflejo de los corazones de los individuos que participan en ella. Venimos a Dios en humildad (Santiago 4:10), verdad (Salmo 145:18), y obediencia (1 Juan 3:21-22), con agradecimiento (Filipenses 4:6) y confianza (Hebreos 4:16).
Tristemente, la oración comunitaria también se puede convertir en una plataforma para aquellos que dirigen las palabras no a Dios, sino a sus oyentes. Jesús nos advirtió contra ese comportamiento en Mateo 6:5-8 donde Él nos exhorta a no ser protagónicos, verborreicos o hipócritas en nuestras oraciones, sino orar secretamente en nuestros propios cuartos para evitar tal tentación.
No hay nada en la Escritura que sugiera que la oración comunitaria sea “más poderosa” que las oraciones individuales en el sentido de mover la mano de Dios. Es más, muchos cristianos valoran la oración sólo como el medio para “obtener cosas de Dios” y los grupos de oración se convierten meramente en una ocasión para recitar una larga lista de peticiones.
Las oraciones bíblicas sin embargo, son multifacéticas, que involucran todo el deseo de entrar en consciente e íntima comunión con nuestro santo, perfecto y justo Dios. El que este Dios se incline a escuchar a Sus criaturas, provoca alabanzas y adoración para verter en abundancia (Salmo 27:4; 63:1-8), produce un sincero arrepentimiento y confesión (Salmo 51: Lucas 18:9-14), genera una efusividad de gozo y acción de gracias (Filipenses 4:6; Colosenses 1:12), y crea sinceros ruegos intercesores a favor de otros (2 Tesalonicenses 1:11; 2:16).
Las peticiones para el que ora, no se encuentran en las oraciones de Pablo o Jesús, excepto cuando en ellas expresan sus deseos, pero siempre en sumisión a la voluntad de Dios (Mateo 26:39; 2 Corintios 12:7-9).
La oración entonces, es cooperar con Dios para que se cumpla Su plan, no para tratar de doblegarlo a Él a nuestra voluntad. Mientras vamos abandonando nuestros propios deseos en sumisión a Aquel que conoce nuestras circunstancias mucho más de lo que nosotros podremos, y que “sabe lo que necesitamos antes de pedirlo” (Mateo 6:8), nuestras oraciones alcanzan su más alto nivel.
Por tanto, las oraciones ofrecidas en sumisión a la Divina voluntad, siempre son contestadas positivamente, ya sean ofrecidas por una persona o por mil. Aquí está el verdadero poder de la oración.
La idea de que la oración comunitaria es más efectiva para mover la mano de Dios viene en gran parte de una mala interpretación de Mateo 18:19-20 “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
La idea de que la oración comunitaria es más efectiva para mover la mano de Dios viene en gran parte de una mala interpretación de Mateo 18:19-20 “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Estos versos vienen de un largo pasaje en el cual se indican los procedimientos a seguir en el caso de la disciplina de la iglesia a un miembro que ha pecado.
El interpretarlos como prometer a los creyentes un cheque en blanco para cualquier cosa en la que acuerden pedir a Dios, sin importar cuán pecaminosa o tonta sea, no sólo no encaja en el contexto de la disciplina eclesiástica, sino que niega el resto de la Escritura, especialmente la soberanía de Dios y los muchos mandamientos para la obediente sumisión de los creyentes a Su voluntad, y no a la inversa.
Además, el creer que cuando “dos o tres están congregados” para orar, eleva alguna clase de poder mágico que es automáticamente aplicado a nuestras oraciones, es una tontería. Desde luego que Jesús está presente cuando dos o tres oran, pero Él está igualmente presente cuando un creyente ora a solas, aún si esa persona está separada de otros por miles de kilómetros.
Además, el creer que cuando “dos o tres están congregados” para orar, eleva alguna clase de poder mágico que es automáticamente aplicado a nuestras oraciones, es una tontería. Desde luego que Jesús está presente cuando dos o tres oran, pero Él está igualmente presente cuando un creyente ora a solas, aún si esa persona está separada de otros por miles de kilómetros.
La mala interpretación de estos versos, nos muestra el por qué es tan importante leer y entender los pasajes en su contexto y a la luz de toda la Escritura.
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