Ir al contenido principal

Tránslate / Traducción

Cristo vive!

Promesa y juramento. (Hebreos 6:13-20)

Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, juró por su propia vida porque no había otro superior a él por quien jurar, y dijo: 

“Sí, yo te bendeciré mucho y haré que tu descendencia sea numerosa.

” Abraham esperó con paciencia y recibió lo que Dios le había prometido. 

La palabra promesa deriva directamente del latín promissa, significando exactamente lo que nuestra palabra promesa significa, 

«declaración o seguridad dada a otra persona con respecto a una situación futura en que uno hará o evitará algún acto específico o en que uno dará o concederá alguna cosa, generalmente en un buen sentido implicando cierta ventaja o placer de la persona interesada» 

(Oxford English Dictionary). 

No existe una palabra en las Escrituras hebreas o griegas que tenga este significado exacto. 

La palabra que generalmente se traduce promesa en el AT es dāḇar, traducida así sobre ochocientas veces, o «decir», más de cien veces: hablar, publicar, pronunciar. 

Cuando estos anuncios conllevan la idea de algo prometido, la palabra se usa así, 

p. ej., en las promesas ordinarias entre los hombres, y especialmente las promesas de Dios al pueblo de Israel (Dt. 1:11; 6:3; 9:28; 15:6; 19:8, etc.) o a individuos como Salomón (1 R. 5:12). 

En las Escrituras del NT, la palabra es epangelia, que en la mayoría de los casos se traduce simplemente «promesa», como sustantivo y en su forma verbal. 

La raíz de esta palabra angelia significa algo anunciado; angelos, el anunciador o el mensajero, y euangelia, un mensaje de buenas noticias. 

En contadas ocasiones la palabra se usa como una promesa incidental de un hombre a otro, como en Hechos 23:21
Su aparición en el NT puede asociarse en tres grupos. Están en primer lugar, las frecuentes referencias a las promesas de Dios a Abraham acerca de un descendiente (Ro. 4:13–16, 20; 9:8, 9; 15:8; Gá. 3:16–22; Heb. 6:13–17; 7:6; 11:9, 11, 17). 

Abraham creyó estas promesas, y fueron repetidas a su descendencia patriarcal, Isaac y Jacob, a través de quienes vendría esta promesa. 

Cuando los hombres hacen un juramento, lo hacen por alguien superior a ellos mismos; y cuando garantizan algo mediante un juramento, ya no queda nada por discutir.

La relación de los creyentes cristianos con las promesas de Abraham serán consideradas más tarde.

El segundo gran tema de estas promesas se encuentra en la simiente de David «un Salvador, conforme a la promesa (Hch. 13:23). 

Esteban habla del tiempo del advenimiento como «el tiempo de la promesa que Dios había jurado a Abraham» (Hch. 7:17). 

Esta promesa a David, de un Salvador ha sido confirmada en Cristo (Hch. 13:32). 

Es en este grupo donde debemos asignar la alusión de Pablo a «la promesa que es por fe en 
Jesucristo» (Gá. 3:22). 

Es probable que este doble grupo de promesas, aquellas a Abraham relacionada con una simiente y las de David en relación con un rey que reinaría, estén unidas en las referencias de Pablo a este tema como «las promesas hechas a los padres» (Ro. 15:8); en la discusión familiar acerca del futuro de Israel, él se refiere a ellos como «los hijos de la promesa (Ro. 9:8, 9) y les recuerda a los israelitas que ellos son los que poseen las promesas de Dios (Ro. 9:4). 

Íntimamente asociado con esto está el don de Dios prometido a nosotros en Cristo, es decir, la promesa de la vida en Cristo (2 Ti. 1:1), o como se expresa en otra parte «la promesa de la herencia eterna» (Heb. 9:15), o como escribió Juan, «ésta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna» (1 Jn. 2:25).

El tercer grupo de promesas relacionadas con el don del Espíritu Santo después de la ascensión de nuestro Señor, nunca se refiere a éstas como una promesa hasta después de la resurrección (Lc. 24:49; cf. Hch. 1:4; 2:33; Ef. 1:13).

Otras materias relacionadas con las promesas de Dios son mencionadas sólo incidentalmente: la promesa del descanso (Heb. 4:1); el cumplimiento de la promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra (2 P. 3:13, de Is. 52:11 y Os. 1:4); la promesa de la resurrección (Hch. 26:6); «el primer mandamiento con promesa», mirando a la obediencia de los hijos hacia los padres (Ef. 6:2, de Ex. 20:12).

Pues bien, Dios quiso mostrar claramente a quienes habían de recibir la herencia que él les prometía, que estaba dispuesto a cumplir la promesa sin cambiar nada de ella. 

Por eso garantizó su promesa mediante el juramento.

De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo quienes hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado.

Esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, lo mismo que el ancla mantiene firme el barco. 

Es una esperanza que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial, donde antes entró Jesús para abrirnos camino, llegando él así a ser sumo sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.

¿Que es lo que tú y yo debemos celebrar ? A un Cristo Glorificado ! ! ! !

Así que sigamos adelante hasta llegar a ser adultos espirituales, dejando atrás los rudimentos básicos que nuestras culturas o tradiciones nos enseñan. 

No volvamos otra vez a asuntos elementales, como el volver a tras a las obras que llevan a la muerte, dejar de ejercer la fe en Dios, las enseñanzas sobre el bautismo, el imponer las manos a los enfermos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.

Es lo que haremos, si Dios lo permite. 

Porque a los que una vez recibieron la luz, y saborearon el don de Dios, y tuvieron parte en el Espíritu Santo y saborearon el buen mensaje de Dios. 

Estamos seguros de nuestra salvación. 

Porque Dios es justo y no olvidará lo que habéis hecho y el amor que le habéis mostrado en la fe, cada uno de vosotros siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente vuestra esperanza.


La Salvación en Cristo Jesús......





Follow on Facebook TBM-Missions:  https://www.facebook.com/roberto.bonillacea

Sitio Web Dedicado a Video: TBM-Missions TV

Comentarios

NOVEDADES

Valoriza las pequeñas cosas

Pero ustedes, ¡manténganse firmes y no bajen la guardia, porque sus obras serán recompensadas! (2 Crónicas 15:7) Muchas veces dejamos de avanzar porque nos da la sensación de que no progresamos. Ignoramos ciertas cosas y solo les damos valor cuando las perdemos. Por eso, es importante que valoricemos los pequeños avances, que continuemos trabajando y creyendo en la Palabra de Dios. Con Dios, lo poco llega a ser mucho. No te quedes desanimado, fortalécete en Dios. Cuando no valorizamos lo poco dejamos de alcanzar grandes bendiciones. Quien es fiel en lo poco, también será fiel en lo mucho (Lucas 16:10). Piensa en eso. No tardarás en ver la recompensa de tu fe. 🤲 ¡Un momento! Antes de continuar, únete a nuestro canal y recibe una palabra de ánimo cada día. 📲 Recibe su Palabra en tu WhatsApp. Únete ahora Sé fuerte y dale valor a los detalles Si te levantaste hoy de la cama después de una buena noche de descanso, dale las gracias a Dios. Él nos cuida hasta cuando no nos damos cuenta de s...

¿Siervo o Señor?

Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve. (Lucas 22:27)  El más importante entre ustedes será siervo de los demás. (Mateo 23:11)  ¿Qué prefieres: servir o ser servido? Probablemente, muchos contestaríamos que nos gustaría ser servidos. Tal vez estemos cansados de las muchas tareas diarias y deseosos de tener un momento de relax en el que otra persona nos sirva mientras descansamos. Sí, está bien recibir cosas buenas, pero no es bueno que nos enfoquemos en eso. El problema real reside en que lleguemos a considerar a Dios como un recadero que debe estar siempre listo para traer lo que solicitamos...  Alguien dijo una vez que «quien no vive para servir no sirve para vivir». El hecho es que servir es un acto de dar. Con las actividades diarias, durante nuestro trabajo, con actitudes de gentileza y con buenas acciones, servimos y somos servidos.  ...

Eres heredero del Rey de reyes

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. (Romanos 8:16-17) ¿Te has parado alguna vez a pensar en lo que significa ser heredero del Rey de reyes? No hablamos de una herencia terrenal, compuesta por posesiones que se desgastan con el tiempo. Hablamos de una herencia eterna e incorruptible, reservada en el cielo para quienes han sido hechos hijos de Dios por medio de Jesucristo. Al aceptar a Cristo como tu Señor y Salvador, no solo has recibido el perdón de tus pecados, sino que también has sido adoptado en la familia real de Dios. Esto significa que tu identidad ha cambiado: ahora eres hijo del Altísimo y, como hijo, también eres heredero de las promesas del Padre. Esta herencia no se limita al futuro. Ahora mismo, puedes vivir como heredero del Rey. Esto significa vivir con autoridad espir...