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Tránslate / Traducción

Creer para ver

Hay un dicho popular que muchos asocian al caso del apóstol Tomás con Jesús. 

El dicho es «ver para creer» o en otras palabras, «si no lo veo, no lo creo». 

Mira el siguiente pasaje de Juan 20:

Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. 

Así que los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor!

—Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás.

Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. 

Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.

—¡La paz sea con ustedes!

Luego le dijo a Tomás: Pon tu dedo aquí y mira mis manos. 

Acerca tu mano y métela en mi costado. 

Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.

—¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás.

—Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.

(Juan 20:24-29)

Con Jesús, la lógica es inversa: creer es el primer paso para que suceda lo imposible. 

Creer es confiar, es acreditar, es tener fe.

Ahora, existen muchas cosas que pueden sacudir nuestra fe: la mentira, el desánimo, la desconfianza, la tristeza o el prejuicio. 

Cuando necesitamos «ver para creer», es una mala señal. 

Dios no dejará de obrar milagros y maravillas, él es misericordioso. 

Pero nos reducimos espiritualmente a los ojos naturales cuando necesitamos ver. 

Cuando nos estancamos en esa etapa, no avanzamos y dejamos de experimentar lo extraordinario de Dios.

Por eso, alimenta tu fe, lee y oye la Palabra de Dios. 

Ella despierta nuestros ojos espirituales y nos hace creer en lo imposible a través de Jesús.

Cree y verás

Lee o escucha la Palabra de Dios regularmente. 

¡La fe viene por el oír!

Sé osado y pide, pero comienza a agradecer a Dios desde ya.

Si algo no sucede, sigue creyendo. 

La resiliencia es un ejercicio de fe.


Para orar:

Señor, muchas veces mantengo mi vista puesta en el suelo. 

Hoy quiero hacerlo diferente, quiero mirarte a ti y darte gracias por lo que ya has hecho y por lo que harás en mi vida. 

Creo y sé que veré en el momento correcto. 

Sigo adelante con los ojos de la fe. Amén.


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