Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo iré para presentarme delante de Dios? (Salmo 42:2)
Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
La mujer le dijo: Señor, dame esta agua para que no tenga sed ni venga más acá a sacarla. (Juan 4:14-15)
Este pasaje de Juan 4 es parte de un diálogo poco probable que Jesús tuvo con una mujer samaritana. Era mediodía y estaban junto a un pozo de agua. Jesús tenía sed fisiológica, pero esa mujer tenía sed en su alma. Jesús ofreció lo que nadie en el mundo puede ofrecer: la verdadera fuente de satisfacción.
Con bastante certeza, aquella mujer, como tú y como yo, ya había tratado de saciar su sed existencial con diversas fuentes de alegría. Pero ninguna de ellos había dado resultado hasta ese día cuando tuvo su encuentro con Jesús.
El Señor es la única fuente inagotable que sacia nuestra alma. Busca beber del agua que Cristo da. Solo en su presencia te sentirás completamente satisfecho.
Bebe de la fuente correcta
No confundas tener una vida plena y satisfactoria con obtener las riquezas y los placeres de este mundo. Bebe directamente de la verdadera Fuente: Jesucristo.
Dios es la fuente de aguas cristalinas. Piensa en esto: ninguna bebida impura o artificial puede saciar la sed como lo hace el agua pura y cristalina. No te dejes engañar por otras cosas en esta vida... Solo Dios puede llenar el vacío que hay en tu alma.
Vuélvete a Dios y llénate de él. Lee la Biblia y ora pidiéndole al Señor que llene tu corazón con la plenitud de vida que da Jesucristo.
Para orar:
Señor Dios, tú eres la fuente de aguas vivas.
Eres la fuente limpia, cristalina e inagotable que vigoriza y llena el vacío de mi alma.
Ayúdame a buscar tu presencia cuando atraviese los desiertos de la vida.
Que seas mi aliento en los momentos de sequedad, aflicción y ansiedad.
Libérame del engaño de los oasis de ilusión.
¡Te necesito, Señor! Como el sediento necesita beber agua... Yo dependo de ti.
A ti oro, en el nombre de Jesús. ¡Amén!
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