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Tránslate / Traducción

¿Es un pecado apostar?

No hay ningún lugar específico en la Biblia que prohiba los juegos de azar, sin embargo, la Biblia si contiene muchos principios que deben hacerle dudar de que la práctica de estos juegos sea lo que Dios aprueba para un Cristiano:

 ¿Glorificamos a Dios si adquirimos dinero apostando?

En su Palabra, Dios muestra al trabajo como la manera normal de ganar el dinero que se precisa para vivir (Ef. 4:28; II Tes. 3:12; Prov. 31). 

¿Glorificamos a Dios si gastamos nuestro dinero en apuestas y en otros juegos de azar?

“El rico y el pobre tienen en común que a ambos los hizo Jehová” (Proverbios 22:2)

Cuando una persona no puede trabajar, la segunda opción es la oración (Fil. 4:6, 19).

Apostar no es una de esas maneras. 

La persona que escoge ganarse la vida apostando en vez de trabajar está pecando contra Dios.

Todas mis entradas le pertenecen a Dios, no a mí (Sal. 24:1), y yo no debería utilizarla como a mí me parece.

Yo soy un mayordomo de Dios y debo utilizar el dinero de acuerdo a los propósitos de Dios. 

Por otra parte, la Biblia nunca dice específicamente que toda apuesta es pecaminosa.

Los Cristianos son llamados a suplir las necesidades de sus familias (I Tim. 5:8), y también compartir con otros, particularmente con otros cristianos que tienen necesidad (2 Cor 8-9; Gal. 6:6-10; 3 Juan). 

Analicemos juntos esté ejemplo:

Suponga que nosotros —ustedes, los nueve miembros de la clase y yo, el pastor —decidimos jugar una lotería ahora mismo. 

Cada uno de nosotros deposita $1 en el fondo común. 

Luego escribimos nuestros nombres en pedacitos de papel, echamos suertes,  sacamos uno  de esos nombres del tarro .

Suponga que se saca mi nombre, y gano los $10. 

Cómo se sentirá el resto de ustedes? 

¿Se sienten felices porque el pastor ganó? 

¿O secretamente desean haber sido ustedes los ganadores?

Ahora suponga que jugamos el juego otra vez. 

Esta vez cada uno de nosotros pone $5 en el fondo común. 

Se saca mi nombre nuevamente, y esta vez yo gano $50. 

¿Cómo se siente usted ahora? 

¿Comparte el gozo del pastor por haber ganado?

Ahora juguemos una tercera vez. 

Esta vez cada uno de nosotros pone una cantidad más alta, digamos $20. 

Se saca mi nombre por tercera vez y gano $200.

Las personas en una clase bíblica típicamente responden de estas formas: 

1. Aproximadamente la mitad de los miembros cortésmente responde que están felices de ver que el pastor ganó unos dólares de más.

2. Otros no están contentos al ver que su dinero desaparece. 

No esperaban dar ese dinero al pastor como un regalo. 

Estaban usando su dinero como cebo. 

Pusieron su dinero sobre la mesa sólo porque esperaban ganar el premio mayor para sí mismos.

3. Cuando, en esta situación hipotética, el pastor gana por tercera vez, uno o dos siente que el juego ha sido manipulado y que el pastor ha sido deshonesto.

Estas respuestas típicas muestran un problema. 

Si la gente es avara, si la gente está usando su dinero sólo como un cebo con el fin de obtener algo de otros sin tener que trabajar por ello, si el pastor obtiene dinero para sí mismo o para la iglesia de gente que no pretende darlo, si la gente se disgusta y acusa a otros (¡aun a su pastor!) de hacer trampa, entonces nuestra apuesta no le agrada a Dios.

Hoy en día la mayoría de los estados, gobiernos,  departamentos, países promueven o apoyan alguna clase de lotería.

Este pastor por lo común ha advertido a sus feligreses que no compren o participen en rifas, loterías, cartas, billetes de lotería, etc.. 

Jugar, estos juegos de azar puede motivar a otros en la comunidad a hacer lo mismo, y de esta forma, no ser muy fieles en su vida de mayordomía. 

Quienes ganan a menudo toman el dinero que generan los que tienen la menor cantidad de ingreso disponible. 

Por otra parte, no se desea juzgar los corazones. 

Tal vez hay un cristiano que puede comprar un billete de lotería sin pecar. 

Tal vez otro cristiano puede sentarse con amigos en una mesa de juego y allí gastar o adquirir una cantidad modesta de dinero para la gloria de Dios. 

Para estos cristianos, el juego de cartas fue sólo un entretenimiento, una forma no costosa de diversión. 

Tal vez otro cristiano puede comprar un número de rifa para apoyar al equipo de la pequeña liga local con los motivos más puros y sin un solo pensamiento codicioso acerca de la posibilidad de ganar la cámara o el televisor cuando se saca el número de la suerte.

Los peligros asociados con los juegos de azar, sin embargo, todavía nos dan fuertes razones para evitarlos.

Pregunta: ¿Desea Dios que yo utilice mi dinero para comprar un billete de lotería?

Dios utiliza el dinero para lograr importantes propósitos para mi vida:

Suplir necesidades básicas (Mat. 6:11; I Tim. 6:8).

Construir mi carácter (Fil 4:10-13)

Darme dirección al proveer o retener recursos económicos en mi vida.

Ayudar a otros por intermedio de mí.

Mostrar su poder al proveer milagrosamente.


Pregunta: ¿Los juegos de azar proveen estos resultados? 

¿Estoy esperando en Dios o en la lotería para la provisión de mis necesidades?

La codicia y la avaricia son pecado (Ex. 20:18; I Tim. 6:9; Heb 13:5), y estos son los motivos en la mayoría de los juegos de azar.

Proverbios advierte acerca de desastres para las personas que desean enriquecerse rápidamente (28:20,22).

La riqueza que llega fácilmente, también se va fácilmente (Prov. 13:11).

La riqueza obtenida de forma incorrecta destruye las familias (Prov. 15:27).

El juego de azar puede ocasionar una adicción, y aunque tú no caigas presa de él, no obstante tu ejemplo puede ocasionar que otros caigan esclavos del mismo (I Cor. 8:9, 13).

Si entendemos lo que Dios dice acerca de la propiedad, de la mayordomía y de la codicia, entonces nuestro nuevo hombre sabrá qué agrada a Dios.

El Dios que nos creó nos ha bendecido con cantidades desiguales de propiedad. 

No es pecado ser rico. 

La pobreza no necesariamente es una virtud.

Dios habla de la propiedad en el Séptimo Mandamiento, donde dice: 

“No robarás”

Hay cuatro principios bíblicos detrás de estas palabras. 

En este capítulo consideraremos esos principios.

Dios es el verdadero dueño de toda propiedad terrenal

¿De dónde vino todo? 

El Señor, el Dios trino, creó todas las cosas a partir de la nada al principio del tiempo. 

Él no es sólo el Creador, sino también el verdadero dueño de toda propiedad terrenal. 

Éste es el primer principio.

En su gracia y misericordia, el Creador ha entregado algo de su propiedad a nuestro cuidado personal. 

Existe la propiedad privada. 

En el Séptimo Mandamiento Dios traza una línea entre la propiedad privada que es mía y la propiedad privada que pertenece a alguien más.

Mi propiedad privada no nació conmigo. 

Este hecho fundamental debe ser evidente para todo aquel que ha sido testigo del nacimiento de un bebé. 

El Espíritu Santo vio conveniente declarar en la Biblia lo que es obvio: “porque nada hemos traído a este mundo” (1 Timoteo 6:7).

Filipenses 4:8. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.

1 Corintios 10:23–24. 23Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. 24Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.

Tu tienes la sesión de decir Si o No.


Dios te bendiga!

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