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Tránslate / Traducción

¿Langosta o hijo de Dios?

Y comenzaron a esparcir entre los israelitas falsos rumores acerca de la tierra que habían explorado. Decían: La tierra que hemos explorado se traga a sus habitantes, y los hombres que allí vimos son enormes. ¡Hasta vimos anaquitas! Comparados con ellos, parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros.
(Números 13:32-33)

Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, Moisés envió espías para observar la tierra de Canaán y traer un informe sobre lo que encontraran allá.

 Aquella era la tierra que Dios les había prometido hacía mucho tiempo. 

El Señor ya había dado pruebas de su fidelidad sustentándolos en Egipto y sacándolos de allá después de forma poderosa, con grandes milagros y señales. 

El Señor de la promesa era el mismo que abrió el Mar Rojo permitiéndoles pasar con los pies secos, pero ahogó al ejército enemigo que los perseguía.

¡La tierra era excelente! 

Pero 10 de los 12 enviados transmitieron un informe negativo al pueblo. Ellos se veían como langostas delante de los habitantes de la tierra porque se olvidaron que la grandeza de Dios estaba presente con ellos...

Así también sucede con nosotros en los desiertos de la vida, cuando sentimos miedo o nos sentimos limitados por las dificultades. 

¡Pero confía! 

Eres hijo de Dios, no una langosta. 

Ten valor y no murmures. 

¡Dios está contigo y te da las fuerzas para vencer!

Vive como hijo de Dios, no como una langosta:

¿Cuál es la imagen que tienes de ti mismo? 

¿Te ves como un pequeño insecto delante de las dificultades?

Abandona el complejo de inferioridad. 

¡Dios es tu Padre!

Ora y coloca delante de Dios todos los «gigantes» (problemas) que te asustan. 

¡Él lucha por ti!

Confía en la Palabra de Dios. 

Léela, alimenta y llena tu corazón de fe cada día.

Excluye la murmuración y la rebeldía. 

Recuerda todo lo bueno que Dios ha hecho y llénate de gratitud.

¡Ten buen ánimo! Dios está contigo en el camino y te ampara en los tiempos difíciles.


Para orar:

Señor Dios, ayúdame a confiar en ti siempre que pase por los desiertos de la vida. 

Enséñame a creer que mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo... 

Fortalece mi fe en tu promesa, Padre. 

Tú eres fiel y todopoderoso, sé que en ti puedo tener esperanza de un futuro cierto, lleno de alegría y paz. 

A ti te entrego mis necesidades y mis aflicciones. 

Ayúdame a seguir adelante. 

Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.

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