El versículo de hoy nos ofrece esta sencilla invitación: ¡prueben y vean!
Así de simple: si queremos ver y experimentar la bondad de Dios, necesitamos experimentarla.
Dios es el Señor, y, por lo tanto, no está disponible para ser probado en un laboratorio, pero sí está disponible para las relaciones personales.
Como en la cocina, cuando escuchamos hablar de un plato delicioso, somos mucho más conscientes si sabemos qué ingredientes se utilizan.
Aumentará aún más nuestra intuición sobre ese alimento (¡es realmente bueno!), si leemos la receta y sabemos el paso a paso.
Sin embargo, nada se compara con la percepción, la degustación de ese maravilloso plato.
Aunque tengamos una bonita fotografía del plato terminado, solamente sabremos lo excelente que es si lo probamos.
Con Dios es similar. Necesitamos probarlo.
No a nivel del gusto, sino a través de nuestra mente, cuerpo, alma y espíritu.
Tenemos que apreciarlo en nuestra propia experiencia, real y verdadera, para que podamos disfrutar de la dulzura de su incomparable bondad y gracia.
Naturalmente, la mayoría de nosotros esperamos tener estas cosas instantáneamente: queremos ver (disfrutar) a Dios primero y luego unirnos a él y apreciarlo.
Sin embargo, la lógica aquí se presenta en un sentido inverso: antes de ver, debemos probar y creer en Dios.
Por las palabras de Cristo: "si crees, verás la gloria de Dios" (Juan 11:40).
¡Quien prueba a Dios, encuentra refugio en él y se alegra por ello!
¡Descubre a Dios personalmente!
Es bueno escuchar testimonios y biografías que nos recuerdan los milagros de la bondad de Dios.
Pero debes creer y buscar a Cristo para verlo también en tu vida.
Probar a Dios no es nada mecánico ni legalista.
No hay una receta fija, pero ciertamente implica conocerlo a través de la Palabra (razón), tener una relación personal con él (conciencia) de amor, fe y obediencia (espíritu y verdad).
Más que aceptar que Dios es bueno a través del conocimiento intelectual o a través de las historias de otros, experimenta a Dios relacionándote con él personalmente.
Acércate a Dios a través del conocimiento profundo de la Palabra y la práctica de la oración.
Luego, alégrate en el Señor y verás cómo su bondad y misericordia te siguen por siempre.
¡Dios es bueno, en todo momento!
¡En todo momento Dios es bueno!
Para orar:
Querido Dios, quiero experimentar la realidad de tu bondad en mi vida.
Ayúdame a confiar en ti, a obedecerte y amarte, Señor, por todo lo que eres y todo lo que has hecho.
Enséñame tus caminos, para que día tras día yo pueda reconocerte y ver tu bondad dondequiera que vaya.
Padre celestial, ayuda a tu pueblo a creer y a encontrar refugio en ti, saboreando tu Palabra en tu presencia diariamente con atención y aprecio.
Solo así, Señor, seremos más que felices, como nos dice tu Palabra.
En el nombre de Jesús, oro y te agradezco por estas cosas, amén.
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