Puse en el Señor toda mi esperanza;
él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
(Salmo 40:1)
¿Cuántas veces en tu vida tus ansias, miedos y ansiedades te han hecho querer gritar en voz alta?
Este es un sentimiento común cuando los problemas de la vida nos rodean de tal manera que nos sentimos abrumados y desesperados.
El salmista también se sintió así; sus problemas lo golpearon de tal manera que clamó al Señor por ayuda.
Entonces, sigue su ejemplo. Pon tus necesidades a los pies de Dios, incluso si eso requiere que grites.
Sí, porque Dios es nuestro Padre amoroso, no un jefe enojado.
Él está esperando para consolarnos, no para despedirnos.
¡Así que recuerda el carácter de Dios, tan bondadoso y misericordioso!
Él actuará en tu vida.
Aunque hoy no veas su mano poderosa, confía en que está actuando, porque no duerme ni vacila.
Alza tu voz y clama
¡Lleva tus peticiones a los pies de Dios!
¡
Confía en el poder soberano y lleno de gracia de un Dios de victorias!
No tengas miedo de sentirte mal o angustiado, estos son sentimientos normales en la vida.
Para orar:
Querido y amado padre, perdóname por todas las veces que no confié en tu mano.
¡Vengo de rodillas a pedirte socorro en mi tribulación, y ayuda en mi dolor!
Ven con tu gracia y alivia mis miedos. ¡Cuídame como el Padre celoso que eres.
Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
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