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Tránslate / Traducción

¿Cuál es tu tesoro?


No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! (Hechos 3:6)

En una ocasión, cuando los apóstoles caminaban hacia el templo, vieron a un hombre que pedía limosna. Era un hombre lisiado y no podía trabajar. Ante una persona tan necesitada, estar "con las manos vacías" no era un problema, ya que los apóstoles tenían algo más valioso.

Evalúa tu vida en este momento: ¿qué es lo más valioso para ti? ¿Es algo que puedes tener en tus manos?  Verás, nuestra fe en Cristo es la mayor seguridad que podemos tener en la vida, y es nuestro camino a la salvación.

Ellos confiaron en el poder del nombre de Jesús. ¿Confías tú en que el nombre de Cristo es capaz de suplir tus necesidades? Solo cree, levántate y alaba al Señor por todo lo que ha hecho en tu vida.

Toma tu camilla y camina
Ruega al Señor por una fe renovada. Comprende que tu posesión más preciada es espiritual, no física. Lleva esta bendición inmaterial de salvación a tu prójimo.

Para orar:
Señor, creador de los cielos y de la tierra, que sanaste a aquel lisiado por el poder del nombre de Jesús, te pido que renueves mi fe. Ayúdame a creer en tu poder para cambiar mi vida. Te entrego mis necesidades y confío en que me puedes ayudar. Esto te lo pido, en el nombre de Jesús. Amén.

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El líder crece en medio de las pruebas - Las diversas formas de una prueba Las tardes cálidas y llenas de placidez en familia constituían algo que nunca previó Abraham. Sara, su esposa, junto a las siervas atendiendo los quehaceres domésticos. Los negocios atravesando su mejor período y, en la mayoría de los casos, con una tendencia a crecer. Y en el inmenso solar, su hijo con otros chicos de su edad. ¿Qué más le podía pedir a Dios?. Estaba orgulloso de cuanto había acontecido en su existencia. Ocasionalmente cuando veía morir la tarde y la brisa bañaba con frescura aquél territorio, solía recordar los años de espera. Al comienzo se desesperaba pensando que jamás se materializarían en su existencia las promesas divinas. Vino luego un período que podía llamar de resignación, y por último, –por cosas paradójicas de la vida—el reverdecer de la fe tras cada nuevo encuentro con Dios quien le reafirmaba las promesas. ¿Pruebas?¿Momentos difíciles? Esos dos conceptos sonaban lejanos. Si en alg...