El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha. -- Salmo 84:11
¿Te puedes imaginar cómo sería vivir sin ver el sol todos los días? Sería complicado, ¿no crees? A pesar de que sabemos que el sol brilla sin parar, hay días en los que las nubes o la localización impiden que veamos su luz. Esa es la situación de las personas que viven en algunos países del mundo donde esa belleza de la creación permanece oculta durante varios meses del año. Pero cuando aparece, todos se deleitan con la luz, el calor y el bienestar que el sol les proporciona.
Dios es como el sol para su pueblo: él ilumina, da vida, ánimo y alegría. Aunque todo esté oscuro alrededor, Dios no ha dejado de ser la luz gloriosa que conforta el alma y protege con fervor a los que confían en él.
Durante el éxodo, mientras Israel atravesaba el desierto, Dios era como un farol durante las noches, una columna de fuego que calentaba, brillaba y dirigía los pasos en medio de la oscuridad. Durante los días de calor agobiante el Señor era una nube protectora, un escudo que guardaba y cuidaba de su pueblo. Así también es en tu vida: ¡Dios es tu sol y tu escudo! Él te ilumina, te sustenta y te protege y él te concede su gracia infinita todos los días.
Recibe la luz y la protección del Señor:
Dios disipa la oscuridad de tu corazón. Confía y busca su luz cada día.
Ora y entrega al Señor tus miedos, tus incertidumbres y temores. Él te da gracia en los días fríos y oscuros de la vida.
¡No dudes! Aunque solo veas nubes oscuras y tempestades, el sol de justicia no ha dejado de brillar. Él te dará gracia y gloria para que puedas superar las dificultades. ¡Créelo!
Dios es refugio, él es escudo fuerte, tu puerto seguro. Búscalo y clama a él. Él no le niega el bien a aquel que anda en su camino.
En la presencia de Dios tenemos luz real, todo lo que es tiniebla se desvanece. Toda la tristeza, el pecado, la angustia y la desesperación cede paso a la gloria, la paz, el descanso y la protección del Padre. Mantente junto a él.
Para orar:
Señor Dios, ¿cómo dudar de ti? Aunque todo parezca noche, aunque no logre ver días soleados ayúdame a confiar que tú continúas siendo Dios, que tú eres fiel y aun tienes el control de todo. Concede tu gracia, mi Señor, ilumina mis pasos. Protégeme y alegra mi corazón en medio de estos tiempos difíciles. Gracias por cuidar de mí aun cuando me siento débil. Quiero buscarte sea cual sea la circunstancia y caminar en tu presencia todos los días. Te agradezco por todo. En el nombre de Jesús, amén.
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