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NUESTRAS REACCIÓNES vs EL RESENTIMIENTO


Nuestra respuesta a lo que una persona dice o hace, se llama “reacción”. Por ejemplo, alguien dice algo agradable acerca de nosotros y nos sentimos bien. El sentirnos bien es nuestra reacción. 

Si alguien dice algo acerca de nosotros que no es verdad, nos enojamos, y el enojarnos es también una reacción. 

Tal vez nunca hayamos pensado mucho en las reacciones, pero en realidad son de gran importancia. 

En esta lección veremos por qué son tan importantes. Adquiriremos discernimiento que puede ayudarnos con nuestras reacciones.

¿Por Qué son Importantes Nuestras Reacciones?

La razón porque nuestras reacciones son tan importantes es que pueden tener consecuencias permanentes y aún eternas.  

Lo que nos sucede no es tan importante como la forma en que reaccionamos a ello. Lo que nos molesta pasará a su debido tiempo, pero nuestras reacciones pueden tener consecuencias permanentes.

Un cristiano contó que cuando era adolescente, su padre le había tratado injustamente. Dijo: “mi padre me pegó cuando no lo merecía. Por esta causa guardé resentimiento contra él durante treinta años. Al fin, Dios me dijo una noche: “—O terminas con ésto o Yo ya no sigo contigo—. Así es que dejé a un lado mi resentimiento”.

Esta historia ilustra una gran verdad: Lo que nos ocurre no es tan importante como nuestra reacción a ello. Aunque el castigo puede haber sido injusto e inmerecido, el dolor físico que produjo no pudo haber durado mucho tiempo. Lo que duró fue la reacción de este hombre. 

Durante treinta años vivió sin el compañerismo de su padre. Durante treinta años Dios no pudo usar a este hombre plenamente. 

¿Por qué? Porque su corazón estaba lleno de resentimiento. Su reacción tuvo consecuencias permanentes y aún eternas.
 
Las Reacciones Correctas Tienen Consecuencias Eternas para el Bien

La historia de José en el Antiguo Testamento nos enseña mucho acerca de las reacciones. 

José era el penúltimo de los doce hijos de Jacob. Era especialmente amado por su padre. Por ésto sus hermanos estaban celosos y lo odiaban.

Un día José le contó a sus hermanos un sueño que Dios le había dado. Él dijo a sus hermanos algo así: “tuve un sueño en que Dios me mostró que un día gobernaré sobre ustedes y que ustedes se inclinarán ante mí”. Ésto hizo que sus hermanos lo odiaran aún más. Cuando se presentó la oportunidad, los hermanos de José lo vendieron como esclavo para Egipto. 

Allí, sin culpa alguna, fue acusado falsamente de intentar seducir a la esposa de su amo. José pasó muchos años en la cárcel por un crimen que no cometió. 

A pesar de todo ésto, José no quedó ni amargado ni resentido. Con el tiempo, Dios exaltó a José. Bajo el reinado de Faraón, José llegó a ser el gobernante de todo Egipto. Por la sabiduría que Dios le dio, José acumuló grano durante los siete años de abundancia.

Luego vino una gran hambre sobre toda la tierra. En esta época los hermanos de José llegaron a Egipto en busca de alimento para ellos y para sus familias. Se presentaron ante José, pero no lo reconocieron.

Como primer ministro de Egipto, José pudo haber usado su poder para vengarse de sus hermanos. Él pudo haber pensado: “Por fin tengo a mis hermanos justo donde los quería ver. Les haré pagar por sus pecados. Les dejaré saber lo cierto que fue el sueño que tuve de ser exaltado sobre ellos. Les voy a demostrar que no pueden hacer lo que me hicieron y quedarse tan tranquilos”.

Parece que esos pensamientos de venganza no pasaron por la mente de José. 

Él les dijo a sus hermanos: No os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. . . . Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios (Génesis 45:5, 8).
 
José permitió que Dios controlara sus reacciones. Fue bondadoso y benévolo con sus hermanos. Se hizo cargo de ellos y de sus familias. 

Las reacciones de José fueron las correctas y tuvieron consecuencias eternas para bien.

Enfrentando las Situaciones Cotidianas

No vamos a enfrentarnos con situaciones tan difíciles como las de José, pero seguramente vamos a recibir más de algún maltrato. Viviendo en un mundo de seres humanos pecadores y rebeldes, no debe sorprendernos ningún trato injusto o malo que podamos recibir. 

Aunque un trato así nos perturbe en el momento, no es necesario que tenga por eso un efecto duradero en nuestra vida. 

Lo que importan son nuestras reacciones. Son ellas las que tienen un efecto perdurable en nuestra vida y en las vidas de los demás.

Veamos algunas situaciones que por lo común nos hacen reaccionar en una forma mala y veamos como podemos tratarlas de una manera correcta. En cada caso, fíjate en como la persona involucrada podía elegir su propia reacción.

La Tosquedad o Descortesía.

A nadie le gusta ser tratado con rudeza o descortesía. La reacción común a un trato así, es responder en la misma manera. Esta clase de reacción le desagrada a Dios. La Biblia dice que los cristianos deben ser corteses.

El editor de un gran diario relató la siguiente historia:

Caminaba con mi amigo, un menonita (cristiano pacifista), hacia el puesto de periódicos. Él compró un periódico y agradeció al vendedor con mucha cortesía. El muchacho ni siquiera alzó los ojos ni le hizo caso.
 
—Un muchacho tosco ¿no es así? —comenté.
—Es así todas las noches, —replicó mi amigo.
—¿Por qué entonces sigues siendo tan amable con él? —le pregunté.
—¿Por qué no? —contestó mi amigo— ¿Por qué voy a dejar que sea él quien decida cómo reacciono yo?

El Trato Injusto.

Casi todo el mundo recibe en un momento u otro un trato injusto. Esto nos puede causar mucho dolor y angustia. 

El ser cristiano no significa que seamos insensibles a la forma en que se nos trata. Pero, como cristianos, podemos elegir cuál será nuestra reacción.

La hija del director de una escuela secundaria recibió un castigo muy injusto. Ella pudo haber hecho un gran escándalo del asunto o bien haber guardado resentimiento en su corazón. 

Pero no lo hizo. Sencillamente dejó pasar el asunto diciendo: “Bueno, he hecho muchas cosas por las que merecí ser castigada y no lo fui; así que ésto no es tan malo”.

Feliz el cristiano que puede sobrellevar un trato injusto en la forma que lo hizo esta chica.

El Orgullo Herido.

Cuando alguien dice algo de ti que hiere tu orgullo, puedes reaccionar con enojo y puedes llevar la herida y el resentimiento toda tu vida. 

Cuánto mejor sería si pudieras decir de corazón: “Fulano hirió mi orgullo con lo que dijo, pero no fue tan malo como pudo haber sido. 

Si me conociera como yo me conozco, él pudo haber dicho diez veces más de lo que dijo y tendría razón”.

Las Ofensas.

Es fácil enojarnos y reaccionar en una forma mala cuando otros nos ofenden, pero recordemos que cosecharemos lo que sembramos. Dios nos tratará en la misma forma en que tratamos a los demás. Si somos bondadosos y misericordiosos con ellos,  Dios será benigno y perdonador con nosotros.

Si somos duros e inflexibles con los demás, Dios será, estricto y exigente con nosotros. 

Jesús dijo: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6:14–15).

En una ocasión un general le dijo con mucho orgullo a Juan Wesley, el fundador de la Iglesia Metodista, “¡Yo nunca perdono!” “Entonces espero, señor”, dijo Wesley, “que nunca peque tampoco”.

Los Insultos.

Cuando alguien nos habla en una manera tosca y enojada, sentimos el deseo de responder en igual forma. Ésto sólo hace peor una situación ya mala por sí. Es mucho mejor si podemos controlarnos y reaccionar con una respuesta suave.

En una sesión de “mesa redonda”, el debate se puso tan al rojo, que una mujer le gritó al moderador: "¡Quiero que sepa que estoy en absoluto desacuerdo con usted!”

El moderador se volvió hacia la señora, hizo una pausa y con una sonrisa amigable le dijo: “¡Qué curioso! Mi esposa me ha dicho lo mismo”. Él tenía control de sí mismo.

La tensión había desaparecido y el ambiente se había puesto menos pesado. Más tarde, al salir de la sesión, la señora habló con él y se disculpó.

¡Qué sabio era este hombre! Y qué sabios seremos nosotros si tenemos auto-control cuando alguien nos ataca. 

La Biblia dice: La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor (Proverbios 15:1).

Las Criticas.

La crítica es la verdad o es falsa. Si es la verdad debemos aprender de ella. Si es falsa, no debemos dejar que nos perturbe. Podemos dejar el asunto con el Señor, sabiendo que Él se hará cargo de ello.
Un hombre sabio dijo: “Cuando tienes la razón, puedes darte el lujo de mantener el auto-control. Cuando no la tienes, no puedes darte el lujo de perder el control”.

Los Errores.

Todo el mundo se equivoca en un momento u otro. A menudo tratamos de excusamos o de echarle la culpa a otra persona por nuestros errores. Una reacción mala sumada a un error hace del asunto algo mucho peor. Por otra parte, si reconocemos nuestro error y pedimos perdón correctamente, Dios puede usar aún nuestros errores para Su gloria.

El Profesor Stuart Blackie, de la Universidad de Edinburgo estaba dando un examen oral cuando un estudiante se puso de pie con su libro en la mano equivocada. Comenzó una explicación, pero el profesor tronó: “¡Tome su libro en la mano derecha y siéntese!”

El estudiante levantó su brazo derecho. Le faltaba la mano. El gran hombre vaciló un momento; luego se acercó al estudiante y, con lágrimas en los ojos, le dijo: “No sabía nada al respecto. Por favor, ¿podrías perdonarme?” Esto terminó con la conversión de aquel joven.

Después de un tiempo un predicador contó esta historia en una conferencia bíblica y después de la reunión se le acercó un hombre y levantó su brazo derecho. Le faltaba la mano. Entonces dijo: “Yo soy aquel hombre que el Profesor Blackie guió al Señor, pero jamás podría haberlo hecho si no hubiese puesto su brazo sobre mis hombros y corregido el mal que hizo”.

La lección que podemos sacar de estas historias de la vida real es ésta:no hay ninguna situación en la que la ira sea la única respuesta posible.No tengo que perder el control. Otros pueden hacer o decir cosas que me irriten, pero nadie puede hacerme perder el control. 

Si me enojo y descontrolo, es porque yo elijo hacerlo. Puedo escoger responder con paciencia, humor, bondad o en cualquier otra forma.
 
Cuidado con Seguir con las Malas Reacciones

El gran peligro de las reacciones malas está en continuarlas hasta que se transforman en problemas profundos. Cuando nos aferramos a una reacción mala, se transforma en un resentimiento, y si guardamos el resentimiento, se transforma en amargura. El resentimiento y la amargura pueden destruirnos.

Veamos algunas cosas que debemos hacer para evitar que el resentimiento y la amargura se enraícen en nuestra vida.

• Pasa por alto las ofensas.

Los creyentes debemos estar en comunión constante con Dios a través de la oración y de la lectura de Su Palabra. Cuando estamos en comunión con Dios, podemos pasar por alto muchas cosas que de otra manera nos ofenderían.

La Biblia dice: Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo (Salmo 119:165).
Nos acreditamos cuando contenemos la ira y pasamos por alto los insultos.

La Biblia dice: La cordura del hombre detiene su furor y su honra es pasar por alto la ofensa (Proverbios 19:11).

• Aclara inmediatamente

los malentendidos.

Uno de los trucos de Satanás es provocar malos entendidos entre los hijos de Dios. Inyecta una pizca de decepción y falsedad a una situación. El resultado es que a menudo la gente tiene algo en contra de otras personas de lo cual tal vez aquellas ni siquiera son culpables.

La Biblia insiste en que cuando tengamos algún malentendido con otro creyente, lo busquemos y arreglemos cuentas con él. Si los hijos de Dios obedecieran al Señor en ésto, muchos problemas entre ellos se acabarían.

Un líder misionero estaba dirigiendo una conferencia para misioneros en tierra extranjera. Un día una misionera se le acercó y le dijo: “Una de las misioneras aquí tiene algo en mi contra y no sé de qué se trata”. Poco después, la otra misionera llegó con el líder y le dijo lo mismo en relación a la primera misionera.

Como se presentaba el asunto, cada una tenía la idea de que la otra tenía algo en su contra. Ambas estaban equivocadas. Realmente no había nada entre ellas, pero Satanás había puesto este pensamiento en sus mentes y ellas lo habían aceptado y habían sido engañadas.

• Rechaza rápidamente las malas actitudes.

Puede ser que a veces no podamos controlar nuestra primera reacción en una determinada circunstancia, pero podemos evitar que una reacción mala se transforme en resentimiento. Podemos elegir rechazar una mala actitud.

Una profesora cristiana caminaba por la acera. Mientras caminaba, recordó algo que una colega suya le había hecho y que podría haberle dado ocasión para sentirse amargada. De pronto se detuvo y dijo: “bueno, ¡ésto no debe ser! Rechazo este sentimiento de rencor desde este momento”. Años más tarde, hablando de esta ocasión, expresó: “Hasta hoy no logro recordar de qué se trataba el asunto”.

La Palabra de Dios dice: No se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo (Efesios 4:26–27). Dios nos está diciendo aquí que no debemos retener malas actitudes.

• Ora por la otra persona.

Cada vez que sintamos que estamos guardando una actitud mala hacia alguien, debemos empezar a orar por él. Aunque esta persona pueda haberte maltratado, ora por ella cada día. Y ora por ti mismo, que Dios te guarde del resentimiento. Jesús dijo:

Orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mateo 5:44).
Nuestras Reacciones deben estar Bajo el Control de Cristo

Nuestras reacciones no se determinan por lo que nos suceda exteriormente. Se determinan por aquel que está al control de nuestro ser interior. Si el YO está al control, reaccionaremos de acuerdo al YO; si es Cristo quien está al control, reaccionaremos de acuerdo con Su carácter.

Como hijos de Dios no tenemos la libertad de reaccionar como queremos. Nuestras reacciones deben estar bajo el control de Cristo. Dios ha dado a los cristianos mandamientos específicos de cómo reaccionar. La Palabra de Dios dice:

Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno . . .
(1 Tesalonicenses 5:15).

En esta pequeña palabra “mirad” está nuestra responsabilidad. Debemos asegurarnos de no pagar a otra persona “mal por mal”. Ésto significa que no debemos tratar de vengarnos de la gente, sino sufrir los malos tratos pacientemente. Jesucristo mismo es nuestro ejemplo.

La Biblia dice: . . . También Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas . . . quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente (1 Pedro 2:21, 23).

Nuestras Reacciones Tienen Consecuencias Eternas

Dios quiere que nos demos cuenta de la importancia de nuestras reacciones. La gran misionera de la India, la Srta. Amy Carmichael, dijo una vez:

La sustancia eterna de algo nunca está en ello mismo, sino en la calidad de nuestra reacción hacia ello. Si en los tiempos difíciles nos alejamos del resentimiento, guardamos silencio, y nos llenamos de dulzura interior, eso es lo que importa. El suceso que nos molesta se irá de nuestra memoria como un viento que pasa y se va. Pero lo que fuimos mientras el viento soplaba tiene consecuencias eternas.

Importa poco lo que nos suceda. Lo que realmente tiene importancia es la forma en que reaccionamos a lo que nos pasa. ¡Qué el Señor nos ayude a entender que nuestras reacciones tienen consecuencias eternas!

Evita el decir cosas falsas; apártate de la mentira. Mira siempre adelante, mira siempre de frente. Fíjate bien en dónde pones los pies y pisarás siempre terreno firme.



(Provided by Reina Valera - revsión 1995, texto). Proverbs 4: 24-26. Power by TBM Missions
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