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Tránslate / Traducción

ÉXODO, Estudio Biblico


INTRODUCCIÓN: 

El libro de Éxodo (=Ex) presupone y continúa los relatos del Génesis, pero introduce al mismo tiempo un cambio importante.

En la historia patriarcal (Gn 12–50), los protagonistas habían sido siempre figuras individuales; ahora, por el contrario, va a ocupar un lugar destacado un nuevo personaje, no individual sino colectivo: el pueblo.

Esta transición se pone de relieve expresamente al comienzo del libro, cuando el texto hace notar que las setenta personas que habían llegado a Egipto con Jacob se multiplicaron de tal manera que llenaban toda la región (Ex 1.5,7).

La primera parte de la narración tiene como tema central el gran acontecimiento a que hace referencia el título del libro: el éxodo o la salida de Egipto (caps. 1–15).

Esta sección comienza describiendo el cambio de situación que se produjo con la ascensión al trono de un rey que no sentía ningún aprecio por la memoria de José (1.8).

Los israelitas ya no gozaron de la hospitalidad de los egipcios (cf. Gn 47.5-10), sino que fueron reducidos prácticamente a la condición de esclavos (Ex 1.13). En medio de la opresión, el pueblo hizo oir su clamor, y esa súplica llegó a los oídos del Señor (3.16).

Por eso él se manifestó a Moisés en el monte de Dios (3.1), le reveló su nombre de Yahvé (3.14 nota n ) y le confió la misión de liberar a sus hermanos de la esclavitud (3.15–4.17).

Esta sección culmina con la celebración de la primera Pascua (cap. 12) y con el canto de acción de gracias que entonaron Moisés y los israelitas después de cruzar el cauce del mar como si fuera tierra seca (15.1-21).

La segunda sección (15.22–18.27) narra algunos episodios relacionados con la marcha de los israelitas a través del desierto. El grupo que había salido de Egipto penetró en la península del Sinaí, y allí tuvo que afrontar la aridez y las inclemencias de esa región semidesértica.

El hambre y la sed provocaron murmuraciones y protestas contra Moisés (15.24; 16.2; 17.2) e incluso contra el Señor (17.7).

En estas situaciones críticas, Moisés hizo valer su intercesión ante Dios (17.4), y el Señor alimentó a su pueblo con el maná (cap. 16), sació su sed con el agua brotada de la roca (17.1-7) y los defendió de sus enemigos externos (17.8-16).

Sin embargo, muchos pensaron que el precio de la libertad resultaba demasiado caro. Por eso añoraban las ollas de carne que tenían en Egipto y quisieron volver a su antigua servidumbre (16.3).

El destino final de la marcha por el desierto era la Tierra prometida (cf. 3.8). Pero antes de recibir como herencia el país de Canaán, el pueblo fue conducido hasta el monte Sinaí, donde el Señor estableció con él su pacto o alianza.

En virtud de este pacto, Israel pasó a ser la propiedad personal del Señor y un pueblo “santo”, es decir, elegido y consagrado a Dios de entre las demás naciones, para el cumplimiento de una misión (19.4-6).

Por otra parte, el compromiso asumido en el Sinaí obligaba a Israel a vivir una vida santa, correspondiendo de ese modo a la gracia que el Señor del pacto le había concedido gratuita e inmerecidamente.

Por eso, la ceremonia de conclusión del pacto tuvo como uno de sus elementos esenciales la proclamación de la ley, en la que el Señor dio a conocer lo que exigía y esperaba de su pueblo.

La proclamación de la ley comienza con el Decálogo, los Diez Mandamientos, el primero de los cuales prescribe la vinculación exclusiva de Israel con el Dios que lo había liberado de la esclavitud en Egipto (20.2-3) y lo había conducido hasta el pacto como sobre las alas de un águila (19.4).

Además, todo el resto de la legislación, con su evidente preocupación por defender el derecho de los más débiles y desprotegidos (cf. 22.21-27), tenía como finalidad fundamental sentar las bases de una comunidad cimentada en la solidaridad y la justicia (cf. 23.1) y consagrada al culto del verdadero Dios (cf. caps. 25–31; 35–40).

Los relatos de Éxodo no aportan elementos suficientes para fijar con absoluta precisión la fecha en que acontecieron los hechos narrados en el libro. Sin embargo, el versículo 1.11 hace notar expresamente que los descendientes de Jacob emigrados a Egipto fueron forzados a trabajar en la construcción de las ciudades de Pitón y Ramsés.

Este dato nos lleva con cierta probabilidad al siglo XIII a.C., cuando el faraón egipcio Ramsés II hizo erigir en el delta oriental del Nilo una nueva capital llamada Casa de Ramsés. En tal circunstancia, los israelitas huyeron y fueron perseguidos, pero el Señor los libró milagrosamente de sus perseguidores.

El testimonio más antiguo de esta liberación es el canto de triunfo de 15.21, que celebra el acontecimiento no como una victoria de Israel, sino como una acción de Dios.

El siguiente esquema presenta en forma sucinta las distintas secciones que integran el libro de Éxodo:

I. De la esclavitud a la libertad (1.1–15.21)

II. Camino del Sinaí (15.22–18.27)

III. El pacto del Sinaí (19–24)

IV. Disposiciones relativas a la construcción del santuario (25.1–31.17)

V. Ruptura y renovación del pacto (31.18–34.35)

VI. Ejecución de las disposiciones relativas al santuario ({35–40)

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