Ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien. (2 Tesalonicenses 3:13)
Cuando un médico nos aconseja hacer ejercicios físicos, de primera entrada nos puede parecer algo poco atractivo. Salir de la inercia requiere que nos esforcemos y sudemos. Pero una vez comenzamos a hacer ejercicios empezamos a ver los primeros beneficios: nuestra disposición mejora y se fortalece nuestra autoestima.
Lo mismo sucede con hacer el bien. Puede parecer un cliché, pero cuando practicamos el bien recibimos beneficios por parte de Dios en todas las áreas de nuestra vida. Cuando nos esforzamos en practicar el bien, además de ayudar al prójimo, cultivamos en nosotros el fruto del Espíritu: el amor, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio (Gálatas 5:22-23).
Recuerda que hacer el bien puede demandar esfuerzo, pero es la mejor elección que podemos hacer.
No te canses de hacer el bien
Para hacer ejercicios es bueno estar bien alimentado. Aliméntate de la Palabra de Dios y practica el bien con libertad.
Luego de practicar el bien surgirán resistencias. Continúa haciendo lo que es correcto y esa oposición no prevalecerá.
Si llegan inconvenientes pide la ayuda de Dios. Pídele que ablande tu corazón. ¡Dios es amor!
Para orar:
Señor, pon en mí un corazón amable dispuesto a hacer el bien. Quiero esforzarme en hacer tu voluntad. Ayúdame a hacer lo que es correcto. En el nombre de Jesús, amén.
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