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Tránslate / Traducción

Qué es la salvación y cómo se obtiene según la Biblia


En la Biblia, la palabra salvación significa liberación espiritual. Dios nos libera del poder del pecado y de la muerte eterna cuando nos arrepentimos ante él de las faltas que hemos cometido y aceptamos por fe a Jesús como nuestro Señor y Salvador. En el proceso de salvación hay alguien que ofrece la salvación y alguien dispuesto a recibirla. Dios nos ofrece la salvación por medio de Jesucristo y nosotros debemos aceptarla. 

Es como cuando uno necesita ayuda para hacer algo: no basta con que te ofrezcan la ayuda. Tú debes permitir que te ayuden y recibir la ayuda para poder disfrutar del resultado. De lo contrario, no te servirá de mucho. Así que, no basta con saber que podemos ser salvos a través del sacrificio de Jesús en la cruz. Debemos aceptarlo.

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2:8-9)

La salvación según la Biblia, es un regalo de Dios, uno que no merecíamos. Y lo recibimos solo al aceptarlo de todo corazón. No es necesario hacer nada más. 

La salvación es por medio de Jesús

Cuando Adán y Eva pecaron en el Jardín del Edén, se creó una barrera de separación entre los seres humanos y Dios. Dios les había dicho claramente lo que podían comer y lo que no. Ellos eligieron desobedecer a Dios y comer el fruto del árbol prohibido: escogieron pecar (Génesis 3:1-7). 

Es por esa razón que, desde entonces, todos hemos nacido con la tendencia a desobedecer a Dios.

¿Qué es el pecado y qué dice la Biblia sobre él?

Sin embargo, Dios no se quedó con los brazos cruzados porque él no desea la muerte eterna de nadie. ¡No! Dios puso en marcha su plan perfecto para la salvación de cada uno de nosotros.

Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse, y vivirán! Lo afirma el Señor omnipotente. (Ezequiel 18:32) 

Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse, y vivirán! Lo afirma el Señor omnipotente. (Ezequiel 18:32)

La salvación de Dios se hizo posible gracias a Jesús, Dios encarnado. Jesús es el puente que nos acerca a Dios. Tenemos acceso al Padre gracias a la obra de Jesucristo en la cruz. 

En el libro de Tito, en el Nuevo Testamento, se nos explica el estado del ser humano sin Jesús y el cambio maravilloso, accesible a todos por medio de él. ¡La misericordia de Dios nos alcanza y nos transforma!

En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros. 

Pero, cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador. 

Así lo hizo para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna. (Tito 3:3-7)

Aún cuando las pasiones y el pecado reinaban en nuestra vida, Dios envió a Jesús por iniciativa propia. 

Lo hizo como muestra de su bondad y de su amor por nosotros, para salvarnos y liberarnos del poder del pecado. Jesús despejó el camino para que disfrutemos de la vida eterna con él. ¡Esa es nuestra herencia!

Parece ser un concepto muy sencillo, pero es uno con el que luchan muchas personas. «¿Cómo es posible que yo no tenga que hacer nada más?», se preguntan muchos. 

Otros se cuestionan que Jesús sea el único camino, la única vía válida para poder ser salvos, como leemos en Juan 14:6. 

Pero al final de cuentas, todo es cuestión de fe. Creer que Jesucristo sí es suficiente. Su obra en la cruz fue suficiente y es por medio de él que somos salvos.

Jesucristo es “la piedra que desecharon ustedes los constructores, y que ha llegado a ser la piedra angular”. De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos. (Hechos 4:11-12)

Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23)

Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23)

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. (Juan 3:16-17)

Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo; y ahora lo ha revelado con la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible mediante el evangelio. (2 Timoteo 1:9-10)

¡Recibe la salvación!

¿Qué debemos hacer para ser salvos? Lo cierto es que no es nada complicado, pero es vital. Lo primero es reconocer que necesitamos salvación. Debemos reconocer que hay maldad en nuestros corazones y que por nuestros propios medios no podemos quitarla.

Romanos 3:23-24 dice que «todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó». 

Si somos sinceros, tenemos que reconocer que todos hemos hecho cosas de las que nos avergonzamos, cosas que sabemos que están mal. Reconocer esto sin excusas es el primer paso.

Luego, necesitamos aceptar por fe la gracia de Dios que nos ha redimido a través del sacrificio de Jesús en la cruz. Jesús nos rescató, nos liberó de la esclavitud del pecado y nos libró del castigo que merecíamos por las cosas malas que hemos hecho. Necesitamos aceptar por fe ese inmenso regalo.

En tercer lugar, debemos expresar con nuestros labios lo que creemos con el corazón: ¡Jesús es el Señor! Romanos 10 lo dice así...

Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. (Romanos 10:8b-10)

Un corazón transformado por el poder de la gracia de Dios nos moverá a hablar y a dar testimonio sobre lo que Dios ha hecho por nosotros. Declararemos que Jesús es el Señor de nuestra vida y de todo el universo. ¡Jesús es Dios y por su obra somos salvos!

Cuando estamos muy convencidos de algo maravilloso lo hablamos y lo compartimos con los demás. ¡No hay nada más maravilloso que el perdón, la gracia, la salvación que Dios nos da! ¡Habla sobre Cristo! Comparte el mensaje de salvación.

Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. (Juan 5:24)

No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, porque «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo». (Romanos 10:12-13)

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