Cuando la Biblia habla sobre el reino de Dios, podemos decir que se refiere de forma general, al reinado o dominio de Dios sobre todo lo que existe. Dios es el Creador del universo y todo le pertenece. ¡Él reina y reinará por toda la eternidad!
En un sentido más específico puede aplicarse también al reinado futuro de Jesús. Un día, él reinará por mil años. Satanás será lanzado al lago de fuego y azufre, y ya no ha brá más pecado, más muerte ni dolor. Dios reinará por siempre y su reinado será uno de paz (ver Apocalipsis 20:1-6).
Sin embargo, debemos recordar que Dios reina hoy en la vida de sus hijos. El reino de Dios se manifiesta cada día entre las personas que tienen a Jesús como su Señor y Salvador (Colosenses 1:13-14). La presencia de Dios los acompaña y él es el Rey de sus vidas.
Podemos decir que el señorío de Dios se manifiesta constantemente. Donde Dios reina, su poder se da a conocer y todo cambia. Las almas se salvan, la sanidad tanto física como espiritual se extiende y los que antes vivían esclavos del pecado y de la angustia pueden vivir en libertad.
Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder. (1 Corintios 4:20)
El reino de Dios no es un lugar específico, pues no está limitado físicamente. Dios reina sobre todo. Sin embargo, por causa del pecado, el hombre rechazó el reinado de Dios sobre su vida y vive con las consecuencias de esa decisión. La vida pecaminosa del hombre ha afectado su relación con Dios, con los otros seres humanos y con la naturaleza. El mundo en el que vivimos hoy es uno fragmentado por causa del pecado.
Jesús vino al mundo para restablecer el reinado de Dios sobre la vida de las personas. Cada vez que una persona acepta a Jesús como su Señor y Salvador, el reino de Dios llega a su corazón transformando su vida y su historia por toda la eternidad.
El reino de Dios está cerca
Jesús habló mucho sobre el reino de los cielos o el reino de Dios. De hecho, su primera predicación al comenzar su ministerio fue la siguiente:
Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca». (Mateo 4:17)
Después de que encarcelaron a Juan, Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas nuevas de Dios. «Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!» (Marcos 1:14-15)
La labor o ministerio principal de Jesús era anunciar las buenas nuevas de Dios, el evangelio de salvación. Y el resumen del evangelio es precisamente ese: es necesario el arrepentimiento sincero de los pecados, porque el reino de Dios está cerca. Jesús acercó el reino de Dios al ser humano. Él es el puente entre Dios y los hombres.
Jesús, siendo el Mesías prometido, no solo habló sobre el reino. ¡Él mostró su gran poder! Aunque la gente de su época esperaba un rey que los liberara de la opresión de los romanos, el reino del que Jesús les hablaba era todavía mejor y de valor eterno. Era uno de salvación y de libertad de la opresión del pecado. En Cristo, tenían la oportunidad de un nuevo comienzo y una vida llena de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17).
Venga tu reino
Sin embargo, hay una dimensión futura del reino que no se ha manifestado aun sobre la tierra. Según dejamos a Dios obrar en nuestras vidas, podemos ver destellos de su reino. Pero es importante que busquemos y pidamos que el reino de Dios se acerque a nosotros. Jesús mismo, cuando enseñó a sus discípulos a orar con la oración del Padre nuestro, incluyó esta petición al Padre:
Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. (Mateo 6:10)
Debemos invocar la manifestación del reino de Dios en nosotros, en nuestras familias, en las naciones y en todo lo que nos rodea. Al orar venga tu reino, abrimos la puerta para que el poder de Dios fluya en nosotros y a través de nosotros. Esas palabras expresan nuestro anhelo de ver cumplirse esa maravillosa expresión futura de la plenitud del reino de Dios. Orar venga tu reino nos llena también de paz y nos acerca al Señor.
¿El reino de los cielos o el reino de Dios?
En los evangelios vemos que el reino de los cielos y el reino de Dios son sinónimos. Por ejemplo, en Mateo 19:23-24, luego de Jesús hablar con el joven rico, le explicó a sus discípulos lo difícil que es para un rico entrar en el cielo. En la primera frase habla sobre el reino de los cielos, pero en la próxima habla sobre el reino de Dios, dando a entender que son la misma cosa.
Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos— que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios. (Mateo 19:23-24)
El uso de la frase el reino de los cielos se da principalmente en el Evangelio de Mateo, escrito especialmente para los judíos. Esa es la razón principal para no usar el nombre de Dios y sustituirlo por «los cielos», como muestra de reverencia y respeto al nombre de Dios.
Podemos ver textos paralelos entre Mateo y los otros evangelios refiriéndose al mismo evento o a la misma parábola donde usan los términos indistintamente.
Algunos ejemplos son los siguientes: Jesús refiriéndose a Juan el Bautista
Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. (Mateo 11:11, énfasis añadido)
Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él. (Lucas 7:28, énfasis añadido)
Jesús explicando a sus discípulos por qué usaba las parábolas
A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no. (Mateo 13:11, énfasis añadido)
A ustedes se les ha revelado el secreto del reino de Dios —les contestó—; pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas. (Marcos 4:11, énfasis añadido)
La parábola del grano de mostaza
Les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas».
(Mateo 13:31-32, énfasis añadido)
También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra».
(Marcos 4:30-32, énfasis añadido)
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