
Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas. (Mateo 6:34)
En la época en que vivimos, la ansiedad por el futuro parece dominar nuestros corazones. Muchos pasan noches en vela pensando en lo que aún no ha sucedido. Sin embargo, Jesús nos recuerda algo fundamental: no tenemos que cargar hoy con el peso de mañana. El futuro no está en nuestras manos, sino en las de Dios, y esto debería traer paz a nuestros corazones.
Cuando nos preocupamos excesivamente, terminamos desperdiciando energía en escenarios que tal vez nunca se hagan realidad. Preocuparse no resuelve los problemas; solo nos roba la alegría del presente. La fe, en cambio, nos invita a descansar, confiando en que Dios ya está ahí en el futuro, preparándonos el camino.
Esto no significa vivir irresponsablemente, sino aprender a entregarle cada detalle a Dios. Él cuida de las aves del cielo y viste de belleza a los lirios del campo; ¿cuánto más cuidará de nosotros, sus hijos amados? Cuando recordamos esto, podemos afrontar cada día con serenidad, sabiendo que no estamos solos.
El secreto es vivir un día a la vez. Hoy es lo que tenemos; el día de mañana le pertenece al Señor. Cada nuevo amanecer, él nos da nuevas misericordias, renovadas fuerzas y dirección para lo que debemos afrontar. Si confiamos en él, descubriremos que, incluso en los momentos más inciertos, su gracia es suficiente.
No dejes que la ansiedad te robe la paz. El futuro puede ser desconocido para nosotros, pero Dios lo conoce plenamente. Descansa en su amor, confía en sus promesas y recuerda: quienes caminan con Cristo nunca están perdidos, porque el mañana ya está seguro en sus manos.
Ten confianza y vive un día a la vez
Confía en que Dios ya está en el futuro, cuidando los detalles que aún no ves. Él es soberano y nunca abandona a quienes depositan su esperanza en él.
Vive plenamente el presente, pues es allí donde Dios derrama su gracia cada día. El mañana le pertenece, y hoy es el momento de experimentar su cuidado.
Reemplaza la ansiedad con oración y gratitud. Cuando entregamos nuestras preocupaciones al Señor, encontramos verdadera paz y fuerza para afrontar cualquier desafío con valentía y una fe renovada.
Para orar:
Querido Señor, pongo mi corazón inquieto y mis preocupaciones ante ti. Enséñame a confiar en tu cuidado y a descansar en tus promesas. Ayúdame a vivir cada día con fe, recordando que el futuro está en tus manos. Renueva mis fuerzas, calma mi mente y lléname de esperanza. Ayúdame a buscar primero tu reino y a caminar seguro en tu presencia. Amén.
Comentarios
Publicar un comentario