En la vida, muchas veces nos enfrentaremos a retos, desafíos, luchas, logros y momentos de gran alegría.
En medio de todo esto, es importante recordar que la gloria no es nuestra, sino de Dios.
Él es el autor de todas las cosas y merece todo el honor y la alabanza.
Cuando logramos el éxito en nuestros planes, no debemos enorgullecernos como si fuera únicamente mérito nuestro.
Es Dios quien nos fortalece, nos guía y nos da oportunidades.
Es él quien nos sostiene en los momentos más difíciles ahí está el y nos bendice abundantemente.
La Palabra de Dios nos enseña que debemos glorificar al Señor en todo lo que hacemos.
En esta carta 1a Corintios 10:31 dice: «En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios».
Esto significa que nuestras vidas deben reflejar la grandeza y la bondad de nuestro Creador en todos los ámbitos.
Cuando reconocemos que la gloria es de Dios, nuestra humildad aumenta y nuestra gratitud florece.
Siempre debemos buscar vivir según la voluntad del Señor y ser instrumentos de su gloria en este mundo.
Recordemos en todo momento que la gloria pertenece a Dios y que él merece toda nuestra alabanza y adoración.
En todas las circunstancias, él es digno de recibir el honor, porque él es el Señor todopoderoso, nuestro Salvador y sustentador de la vida.
Reconociendo la gloria de Dios.
Reconoce que tus logros son resultado de la gracia de Dios, comparte la gloria con él en gratitud.
Consulta a Dios en oración antes de tomar decisiones importantes, confiando en su sabiduría para alcanzar el éxito.
Utiliza tus logros para servir a los demás y difundir el amor y la verdad de Dios, haciendo evidente la gloria de Dios en tu vida.
Para orar:
Señor Dios, te agradezco por tus bendiciones y los logros en mi vida.
Toda la gloria es tuya. ¡Amén!
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