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Tránslate / Traducción

Dios, ¡perdóname!

Tú, Señor, eres bueno y perdonador; grande es tu amor por todos los que te invocan.

(Salmo 86:5)

Nuestro Dios es bueno siempre. 

Él es perfecto y conoce nuestras limitaciones. 

Aun cuando conocía nuestras imperfecciones y que no podíamos salvarnos a nosotros mismos, él envió a su Hijo Jesús quien justificó nuestra salvación.

La confesión de nuestros pecados a Dios es parte de nuestra transformación en Cristo. 

Más que saber que Dios es perdonador, lo que necesitamos es buscar verdaderamente su perdón. 

El poder del perdón alivia el peso en nuestra alma y nos ofrece la posibilidad de seguir adelante en fe. 

Cuando no buscamos el perdón de Dios cargamos el peso de la culpa y esa carga nos va alejando del camino del Señor.

Solo Dios nos puede oír, solo él puede perdonar nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia (1 Juan 1:9). 

Él es misericordioso y perdonador. 

Reconcíliate con Dios, busca su presencia. 

Pide perdón por tus pecados y prosigue rumbo a la meta que es Cristo. 

No tardes en regresar a los brazos del Señor.

Busca el perdón de Dios:

Dios está atento para oírnos. 

Busca su presencia en oración y confiésale tus pecados a él.

Si pecamos contra nuestros hermanos debemos reconciliarnos con ellos. 

Pide perdón.

Desarrolla un corazón perdonador, perdona. 

Si no perdonamos a nuestros hermanos, 

¿por qué deberíamos ser perdonados?


Para orar:

Señor, tú eres bondadoso y perdonador. 

Perdona mis pecados y mis debilidades. 

Quiero aprender más de ti. 

No quiero detenerme ni estar con las manos atadas por el pecado: 

¡libérame! 

Tu gracia me salvó y quiero andar nuevamente en tu camino de luz. Amén.

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