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La existencia de Dios.

FUNDAMENTOS BÍBLICOS


INTRODUCCIÓN - PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA BIBLIA

Es importante y necesario que todos los seres humanos que han aceptado que hay un Dios, y que la Biblia es su revelación al hombre, se apliquen seriamente a descubrir su mensaje básico.

Muchos de aquellos que se hacen llamar cristianos parece que hacen esto en forma deficiente:

Versículos del Nuevo Testamento en los domingos, una Biblia que nunca se abre en casa, un recuerdo vago de unos cuantos relatos bíblicos.

No es extraño que con el encogerse de hombros y tan despreocupada actitud hacia la poderosa palabra de verdad de Dios, haya tanta confusión e incertidumbre en la vida y mente de tantas personas.

Por otra parte, están aquellos de poca preparación cristiana que deciden tratar de entender el mensaje de la Biblia, pero descubren que todo aquel a quien se acercan tratan de ofrecerles un conjunto de doctrinas y filosofías humanas que no reflejan fundamentalmente las palabras de la Biblia.

El propósito de Principios Básicos de la Biblia es analizar el mensaje de la Biblia de una manera ordenada y sistemática.

Está diseñado para que se lea de principio a fin como un libro, o para que se use alternativamente como un curso por correspondencia.

Las respuestas a las preguntas que van al final de cada estudio se deben completar al final de cada tema.

Reconocemos que algunos lectores se mostrarán reacios a la idea de contestar preguntas; en cambio preferirán hacer preguntas sobre áreas en las que tienen dudas, o discrepar de la interpretación que se da aquí.


ESTUDIO 1

DIOS

1.1 LA EXISTENCIA DE DIOS

“El que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan” (Heb. 11:6).

El objeto de estos estudios es ayudar a aquellos que desean venir a Dios y que previamente han creído “que existe”; por lo tanto, no nos ocuparemos de la evidencia que confirma la fe en la existencia de Dios.

Un examen de la intrincada estructura de nuestro cuerpo (compárese con Sal. 139:14), el evidente diseño en una flor, o la contemplación de la inmensidad del espacio en una noche clara: estas e incontables otras cuidadosas reflexiones sobre la vida hacen que el ateísmo sea difícil de aceptar.

Creer que no hay Dios requiere, sin duda, más fe que creer que existe. Sin Dios no hay orden, propósito ni explicación última en el universo, y por lo tanto esto se refleja en la vida del ateo.

Teniendo esto presente, no es sorprendente que la mayoría de los seres humanos admitan cierto grado de creencia en un Dios, incluso en sociedades donde el materialismo es el “dios” predominante en la vida de la gente.

Pero hay una inmensa diferencia entre tener una noción vaga de que hay un poder superior, y estar realmente seguro de lo que él ofrece en retribución por darle un servicio fiel. Hebreos 11:6 destaca que: debemos creer que Dios existe Y que recompensa a los que le buscan.

Gran parte de la Biblia es un relato de la historia de Israel, el pueblo de Dios; una y otra vez se destaca que su aceptación de la existencia de Dios no estaba al mismo nivel que la fe que tenían en sus promesas.

Se les dijo por medio de su gran líder Moisés: “Aprende pues… y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro. Y guarda sus estatutos y sus mandamientos” (Deut. 4:39-40).

De este modo, se destaca lo mismo: una percepción en nuestro interior de que hay un Dios no significa que automáticamente somos aceptables a Dios.

Si seriamente convenimos en que realmente tenemos un Creador, debemos “guardar sus mandamientos”.

El propósito de esta serie de estudios es explicar lo que son estos mandamientos y cómo guardarlos. A medida que escudriñemos las Escrituras para hacer esto, encontraremos que nuestra fe en la existencia de Dios se fortalece.

“La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17).

Asimismo, Isaías 43:9-12 muestra cómo un entendimiento de las profecías de Dios acerca del futuro nos hace saber que “yo mismo soy” (Is. 43:13), es decir, que el nombre de Dios, “yo soy el que soy”, es perfectamente cierto (Ex. 3:14).

El apóstol Pablo llegó a un pueblo llamado Berea, en lo que ahora es el norte de Grecia. Como de costumbre, predicó el evangelio (“las buenas nuevas”) de Dios; pero en vez de que la gente se limitara a aceptar la palabra de Pablo como garantía, “recibieron la palabra [de Dios, no de Pablo] con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos” (Hch. 17:11-12).

Su creencia se debió a su mente sin prejuicios, al estudio habitual (“cada día”) y sistemático (“estas cosas”) de la Biblia.

Por lo tanto, el logro de la verdadera fe no se debió a que Dios haya hecho que súbitamente la obtuvieran por medio de alguna clase de cirugía espiritual al corazón, ajena a la palabra de Dios.

Así pues, ¿cómo pueden las personas del mundo que participan en alguna cruzada de Billy Graham  o en alguna asamblea pentecostal de avivamiento espiritual, salir de ellas como “creyentes”? ¿Cuánto estudio diario de la Escritura se ha hecho en estos casos?

Esta falta de una fe verdaderamente basada en la Biblia, explica sin duda el vacío que sienten después muchos de estos “conversos” en su experiencia cristiana, y por qué tantos se apartan del movimiento evangélico. El propósito de este curso de estudio es proporcionarle una estructura básica para su propio estudio sistemático de la Escritura, de manera que Ud. también pueda creer.

 A menudo se destaca en el relato de la predicación del evangelio la relación que hay entre oír el evangelio verdadero y tener una fe verdadera:

- “Muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados” (Hch. 18:8).

- “Dios escogió que los gentiles oyesen… la palabra del evangelioy creyesen” (Hch. 15:7)

- “Así predicamos, y así habéis creído” (1 Co. 15:11).

- La “semilla”, en la parábola del sembrador, “es la palabra de Dios”(Lc. 8:11); mientras que en la de la mostaza es la fe (Lc. 17:6). Por consiguiente, la fe viene por aceptar “la palabra de fe” (Ro. 10:8), “las palabras de la fe y de la buena doctrina” (1 Ti. 4:6), en un corazón que esté abierto a la creencia en Dios y en su palabra (Gálatas 2:2, compárese con He. 4:2).

- El apóstol Juan dice con respecto al relato escrito de la vida de nuestro Señor que “dice verdad, para que vosotros también creáis” (Jn. 19:35). Por eso a la palabra de Dios se le llama “verdad” (Jn. 17:17), para que nosotros creamos.

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