Ir al contenido principal

Tránslate / Traducción

Jesús el Gran Sumo Sacerdote

Lleguémonos pues confiadamente al trono de su gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para la ayuda oportuna.Hebreos 4:16 

Nuestro Sumo Sacerdote ha vencido. Su sacrificio es poderoso y completo. 

Su obra recibe el sello de la aprobación de Dios. 

Su ayuda es eficaz. Además, Él es compasivo y nos entiende perfectamente.

Ante este Sumo Sacerdote, ¿cómo hemos de responder?

1. Retener la profesión (v. 14). 

Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote, que penetró los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos esta profesión (de nuestra esperanza). Hebreos 4:14.

En primer lugar, debemos retener nuestra profesión. 

Es decir, no debemos volver atrás. 

Éste era el gran peligro de los primeros lectores: negar al gran Sumo Sacerdote que realmente era poderoso para salvarles, con el fin de volver al sacerdocio del sistema aarónico.

El hecho de que Jesús haya traspasado los cielos tiene muchas implicaciones, algunas de las cuales ya las hemos considerado. 

Pero hay otra, de signo más negativo: su ascensión implica que ahora no podemos verle. 

Siempre es más fácil creer en lo que vemos. 

En el templo de Jerusalén había sacerdotes que diariamente ofrecían sacrificios, sacerdotes visibles que ofrecían sacrificios visibles. 

Nadie podía dudar de la realidad de esos sacrificios.

Y allí, precisamente, estaba el peligro. 

La realización física de un sacrificio se puede establecer por lo que se ve, pero no su eficacia espiritual. 

Los primeros lectores estaban en peligro de volver al sistema levítico por sus valores inmediatos y físicos, y así repudiar el sacrificio de aquel Sacerdote que ahora no se veía pero cuya autenticidad había sido testificada por Dios mediante la ascensión.

Para ellos, como para nosotros también, la ascensión constituye el sello de la aprobación divina sobre el sacrificio de Jesús. 

Si ha traspasado los cielos es a fin de ofrecer ante Dios aquel único sacrificio que verdaderamente nos puede redimir y purificar, quitando nuestros pecados desde el principio de nuestro peregrinaje y hasta el fin.

Jesús, en contraste con los sacerdotes visibles de Jerusalén, está definitiva y gloriosamente en la presencia de Dios. 

Podemos y debemos, por lo tanto, estar confiados en Él y no vacilar en nuestra profesión de fe. 

Ningún otro sistema religioso, ningún otro supuesto sacerdote o salvador ha recibido esta aprobación divina sobre su ministerio. 

Ningún otro ha ascendido a los cielos a la diestra del 
Padre.

¡Qué locura, pues, si le negamos, si salimos del abrigo de su socorro, si le  rechazamos como nuestro Mediador, Abogado, Intercesor y Sacerdote ante el Padre, buscando sucedáneos humanos! Retengamos nuestra profesión. 

No vacilemos en fe, porque tenemos un Sumo Sacerdote  que ha traspasado los cielos.
Un matiz más aquí. 

La frase retengamos nuestra profesión podría ser traducida: Retengamos nuestra confesión. 

No solamente hemos de retener nuestra relación íntima con Él; también hemos de retener nuestra relación íntima con Él; también hemos de mantener la confesión pública de nuestra fe en Él. 

Los primeros lectores no deben avergonzarse de Él por mucho que sus compañeros se jacten de la ceremonia y ritual de Jerusalén, y se burlen de la pobreza de los cultos cristianos. 

Y nosotros, bajo los diversos ataques de nuestra generación, tampoco debemos callar nuestro testimonio. 

Tenemos un Sumo Sacerdote que ha traspasado los cielos y, por tanto, no debemos avergonzarnos de nuestra fe, sino proclamarla.

Jesús retuvo su confesión. 

Él estuvo ante Pilato, ante el concilio, ante aquel que ostentaba visiblemente el título de sumo sacerdote. 

Fue fiel hasta el fin, hasta la sangre. Y ahora es poderoso para ayudarnos en medio de nuestras luchas espirituales. 

Él es nuestro Sumo Sacerdote, por lo cual retengamos nuestra confesión.

Dios te bendiga!

Comentarios

NOVEDADES

Caminando con Cristo

Muchas veces, en nuestro caminar con Dios, podemos sentir que todavía estamos lejos de ser perfectos. Nos enfrentamos a luchas, fracasos y momentos en los que pensamos que no estamos progresando como nos gustaría.  Pero el apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 3:12-14 que no importa cuán imperfectos seamos o cuántos errores hayamos cometido en el pasado, Dios nos llama a seguir adelante. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14) No necesitamos quedarnos estancados en el pasado. En Cristo, tenemos una nueva oportunidad cada día. Lo más importante es seguir avanzando, manteniendo siempre la mirada fija en el objetivo, que es n...

Dios puede animar tu día

Hoy compartimos una verdad transformadora: el poder de Dios es capaz de animar tu vida diaria. En medio de la adversidad, es reconfortante saber que tenemos un Dios que está siempre a nuestro lado, dispuesto a fortalecernos y animarnos. La Palabra de Dios asegura en Isaías 41:10: Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. (Isaías 41:10) Es una promesa fortalecedora que muestra que Dios no solo está con nosotros, sino que también nos permite vencer los desafíos. Cuando el día se sienta pesado, recuerda Filipenses 4:13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". No nos enfrentamos solos a los desafíos: el Señor nos acompaña y nos capacita para superar cualquier situación. Además, cada mañana la misericordia de Dios es nueva (Lamentaciones 3:22-23), brindándonos un nuevo día lleno de oportunidades para experimentar el amor y el aliento divinos. Por tanto, deja tu día en ...

Con Cristo, todo el año es un año nuevo

Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13-14) El final del año es por lo general un momento de conmemoración, aunque no para todos. Para algunas personas pensar en el próximo año puede causar desánimo: "da igual, todos los años son iguales". No todos actúan de la misma manera ante la expectativa de un año nuevo. La mejor manera de romper con el desánimo es ser sincero con Dios. No hay nada mejor que abrir el corazón y exponer tus expectativas antes del "cambio de año". Dios es misericordioso, él nos oye, y es eso lo que desea que hagamos. Solo el Espíritu Santo es capaz de calmarnos y de confortarnos. ¡Permítele que lo haga! Sé sincero contigo y reconoce todo lo que Dios ha hecho en tu vida. Desarrollar un corazón agradeci...