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La humildad es crucial para la armonía dentro de la iglesia.
Cuando consideramos al prójimo como superior a nosotros protegemos a nuestro hermano y nos alejamos de la altivez.
Si todos como iglesia tienen la misma visión, unos servirán a los otros y la iglesia dará frutos saludables.
Donde hay humildad no existe el egoísmo o la competencia.
Jesús es el mejor ejemplo a seguir.
No estamos en el mundo para competir sino para servirnos los unos a los otros en amor.
Cristo, aun siendo Rey, se hizo siervo y dio su propia vida a nuestro favor.
«Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.» (Mateo 20:26-28)
Ten a Jesús como tu influencia principal: ¡sé un siervo!
Quien está dispuesto a servir no se preocupa con las posiciones o cargos ministeriales.
Cuando actuamos con humildad generamos un ambiente lleno de armonía y libre del deseo de competir.
Cultivando un corazón humilde: Ten a Jesús como ejemplo.
Lee el Evangelio y esfuérzate en imitar la actitud de Cristo.
Evita las comparaciones.
Al comparar abrimos la puerta a las disputas y nos alejamos de la comunión.
No sirvas a los demás por causa de la posición social o ministerial.
Antes, sirve a todos con amor y respeto.
Considera a los demás como superiores a ti mismo.
Todos son importantes en el cuerpo de Cristo.
Para orar:
Señor Jesús, quiero seguir tus pasos.
Enséñame a tener un corazón más humilde y amoroso.
En el nombre de Jesús, amén.
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