
Vivimos en un tiempo profético, en el que Dios está levantando una generación que no se inclina ante los ídolos de este mundo, sino que se postra ante el trono de Dios con un corazón sincero y quebrantado.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (Juan 4:23)
Eres parte de esta generación. No por méritos ni posición social, sino porque fuiste llamado por el Espíritu Santo a vivir una vida de adoración genuina.
La adoración no se trata solo de cantar canciones o asistir a un culto dominical. Se trata de vivir diariamente para la gloria de Dios. Se trata de reflejar el carácter de Cristo en cada acción, amar como él amó, perdonar como él perdonó y obedecer su Palabra, incluso cuando sea difícil.
La generación de adoradores que el Padre busca es la que entiende que la adoración comienza en secreto, lejos del escenario y de la multitud. Es en el espacio cerrado, en el corazón rendido, en las decisiones de la vida diaria, que esta adoración se manifiesta con poder y verdad.
No importa tu edad, tu pasado ni tus limitaciones. Lo que importa es la disposición de tu corazón. Dios te llama a ser parte de algo más grande, un movimiento de adoración que transforma entornos, sana heridas y atrae la gloria de Dios a la tierra.
Fuiste creado para adorar. Asume tu identidad como adorador hoy. Que tu vida sea un altar vivo ante el Señor. Porque más que palabras, él quiere un corazón rendido.
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Fuiste creado para adorar a Dios
Aparta momentos diarios para estar a solas con Dios, orando y leyendo la Palabra. Es en este espacio íntimo donde tu adoración se vuelve verdadera y transforma tu vida.
Adorar también es obediencia. Elige agradar a Dios con tus acciones, incluso cuando sea difícil. La obediencia revela un corazón entregado y dispuesto a honrar al Señor.
Tu vida debe reflejar a Cristo en casa, en el trabajo y con los amigos. Adorar es amar, perdonar y servir como Jesús, en todo momento y lugar.
Para orar:
Señor, enséñame a buscarte en espíritu y en verdad, a obedecerte con un corazón entregado y sincero. Que mi vida sea un altar vivo, donde tu nombre sea glorificado en cada momento y acción. Renueva mi corazón, alinea mis pensamientos con los tuyos y hazme un instrumento de tu amor. Te entrego todo, Padre. Ayúdame a adorarte no solo con palabras, sino con toda mi vida. Amén.
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